La mejora económica abre paso al salario emocional en la empresa
El cambio social lleva a los trabajadores a valorar cada vez más las formas de pago no monetarias
Sandro es aparejador de una constructora. Hace años compró dos pisos muy destartalados en el centro de Madrid, los rehabilitó y ahora los tiene alquilados. Con ellos consigue unos ingresos equivalentes a la mitad de su salario. El dinero ha dejado de ser uno de sus principales problemas y ahora Sandro quiere dedicarse al que siempre ha sido su sueño: construirse él mismo una segunda vivienda. Pero para eso necesita tiempo y ha pensado solicitarle a su empresa una reducción de jornada de tres horas. El caso de Sandro, extraído del libro Retribución emocional de José María Polo (Ediciones Granica), sirve como ejemplo de una nueva clase de empleados que no quiere que el único medio de pago por parte de sus empresas sea el dinero. En cuanto a cuáles serán las nuevas monedas, todo vale: se emplearán las que acuerden el empresario y el trabajador en una especie de retribución a la carta que combinará el dinero con más tiempo, el trabajo desde casa, la flexibilidad horaria o el cambio de funciones.
Si la retribución emocional (cualquier forma de pago que no sea monetaria) fuese una práctica extendida en las compañías españolas, la constructora para la que trabaja Sandro haría todo lo posible por encontrar la manera de satisfacer su demanda. Pero, hoy por hoy, todavía no lo es, y lo más probable es que en la gran mayoría de empresas su petición no fuese atendida.
De todas maneras hay expertos en recursos humanos que insisten en que la implantación de la retribución emocional acabará por generalizarse y está mucho más cercana de lo que puede parecer. José María Polo defiende que se llegará a ella, además de por convicción social, porque la situación económica va a ser cada vez más propicia. 'Es evidente que la economía española no va a mantener siempre un crecimiento constante, llegará un momento en que se estancará, además los salarios ya están empezando a tocar techo y las empresas tendrán que encontrar nuevas vías de remuneración'. Así que los intereses de las compañías irán en el mismo sentido que los cambios que la sociedad empieza a demandar. En cierta manera, los expertos pronostican que las empresas van a recurrir a la retribución emocional por necesidad.
'Los salarios tocan techo y las empresas tienen que buscar otras vías de retribución'
Steven Poelmans, profesor de IESE y director de Centro Internacional de Trabajo y Familia, asegura que el cambio de percepción en cuanto al trabajo ya se ha dado. 'Antes alguien que dedicaba su vida a la empresa podía estar muy bien considerado, ahora es posible que mucha gente le compadezca por no tener vida personal fuera de su despacho', explica. A su juicio, el cambio será cada vez más patente porque 'las nuevas generaciones han visto cómo sus padres sacrificaban a sus familias atender en exceso al trabajo y no se resignan a repetir ese esquema'.
Polo coincide con Poelmans en señalar el cambio en la percepción: 'Antes nos encandilábamos con una buena carrera profesional, pero los valores han cambiado. Hay muchos empleados que ya no aspiran a subir puestos en su empresa y que están cómodos en un escalón inferior, pero que les proporciona más posibilidades a la hora de un cambio de compañía'.
El ejemplo del aparejador se desmarca del caso típico de retribución emocional y que suele ser una mujer que quiere compatibilizar su trabajo con la atención a sus hijos. De hecho, según explica Poelmans, las empresas europeas que más emplean otras formas de pago son aquellas que operan en el sector de servicios y que tienen un alto porcentaje de trabajadoras en su plantilla. 'Pero que nadie crea que la retribución emocional es un campo limitado a mujeres, en las generaciones que llegan al mercado laboral la demanda de equilibrar la vida personal con el trabajo es la misma en hombres y mujeres, aunque algunos de ellos quieran el tiempo para llevar a su perro al veterinario'.
Poelmans explica que una encuesta realizada por el IESE entre sus alumnos de MBA revela que los dos criterios más importantes a la hora de elegir un empleo son las posibilidades de desarrollo y que permita un equilibrio entre vida personal y laboral. En tercer lugar aparece la retribución económica.
Unas nuevas relaciones laborales
Los expertos en recursos humanos aseguran que los costes para las empresas que no empiecen a emplear la retribución emocional serán muy altos. 'Una plantilla que no trabaja a gusto tiene unos índices de rotación altísimos con los consiguientes gastos de selección, de formación, de administración, y una productividad mucho más baja que una que trabaja satisfecha', explica el abogado José María Polo. 'En España a pesar de que la jornada laboral es muy larga la productividad es de las más bajas de Europa, lo que indica que tenemos un problema que no hemos resuelto bien', explica.Según su tesis, el planteamiento de la jornada que tienen muchas multinacionales acabará por entrar también en España. 'Al contrario de lo que ocurre aquí, ellos consideran que el que necesita trabajar más de las seis de la tarde es porque es un inepto organizándose', asegura.El avance progresivo de la retribución emocional irá acompañado de una nueva forma de entender las relaciones laborales. 'En un contexto en el que cada trabajador quiere unas condiciones específicas y que no tienen porque parecerse a las de otro, no tiene sentido el sindicato tradicional, la relación laboral se parece más a una relación personal', declara. De todas maneras, las empresas no deben temer que toda la plantilla demande a la vez retribuciones emocionales en cualquiera de sus variedades, porque, en palabras de Polo, 'las hipotecas no permiten a muchos trabajadores demandar la flexibilidad que necesitan '.
Cuándo se aplica
Condiciones económicas mínimas. José María Polo, autor de Retribución emocional, explica que para hablar de otras formas de retribución, es necesario que la principal, la económica, cumpla unas condiciones mínimas. 'Cuando no es así, no tiene sentido. En una empresa que corre el riesgo de ser deslocalizada los trabajadores sólo se preocuparán de mantener su empleo'.Paraíso para el empleado. Polo dibuja un escenario en el que es el trabajador el que elige. 'Se acabó la época gloriosa de la selección de personal: ahora será el empleado cualificado quien selecciona a la empresa en la que quiere trabajar'.Para encajar la plantilla del futuro, que estará compuesta por empleados que por condiciones económicas sólo quieren trabajar media jornada, otros que a determinada edad quieren reducir el ritmo, otros que opten por formarse, por los clásicos padres y madres con hijos pequeños, estudiantes que compatibilicen trabajo y estudios, y por jubilados parcialmente activos.