Madrid, con o sin Olimpiadas
En la candidatura olímpica de Madrid hay una evidente paradoja. Nuestro punto fuerte es que todo ya está hecho y que, además, lo que resta por hacer, salvo un par de excepciones, se va a hacer de todas maneras. Entonces, ¿por qué tanto empeño en ganar las Olimpiadas si ninguna transformación urbana depende de ellas? La pregunta surge de inmediato: ¿Hay un nuevo modelo de ciudad al que podemos aspirar si ganamos? ¿Los Juegos Olímpicos del año 2012 permitirán que Madrid disponga de nuevos iconos que proyectar al mundo? Aparentemente la respuesta es negativa.
Pero, evidentemente, no es así ya que si Madrid gana en Singapur se llevará a cabo una transformación urbana sin precedentes. ¿En qué consiste esa transformación? En la recuperación de la lógica Este-Oeste de la ciudad, del eje que articuló tradicionalmente la ciudad: es el paseo de Carlos III, el mejor alcalde de Madrid, el rey corregidor. Por la mañana del Palacio Real a Recoletos, donde está el arte y la ciencia. Por la tarde, de Palacio Real a la Casa de Campo, donde está la naturaleza y el ocio. Madrid hace años que perdió este diálogo que la hacía equilibrada. Por el este, la Castellana como monstruoso eje Norte-Sur convirtió a Recoletos-Pardo en una autovía que encierra en su mediana la mejor jardinería de Madrid y que fractura de manera abrupta la comunicación entre sus partes más emblemáticas. Y, por el Oeste, el centro -a escasa distancia de una magnífica e inmensa dehesa- quedó separado de ella por un río de asfalto y coches que devoró al pobre Manzanares.
¿Cuáles son los proyectos estrellas de transformación urbana del actual equipo de gobierno? De momento las actuaciones se han centrado en infraestructuras de transporte para los desarrollos urbanísticos derivados de la Villa Olímpica (necesarias con o sin Olimpiadas), en el plan de revitalización del centro y en la mejora de enlaces de la vía de circunvalación M-30.
Aunque esto no es todo ya que la verdadera revolución urbana aguarda a lo que ocurra hoy y tiene dos nombres: recuperación del Manzanares y remodelación del eje Recoletos-Prado.
El primer proyecto consiste en soterrar seis kilómetros la M-30, desde el Puente del Rey hasta prácticamente el nudo Sur, quedando encima un bulevar sólo para tráfico de residentes y creando un parque fluvial de 50 hectáreas a ambos lados del río Manzanares. Así se recuperaría un espacio de encuentro muy próximo al centro de Madrid (ahí la M-30 está a un kilómetro y medio de la Puerta del Sol). Este espacio conectaría con las zonas ajardinadas del Palacio Real y prácticamente con el Parque Lineal del Manzanares, y proporcionaría una mayor permeabilidad entre los barrios del Sur y el Oeste y el centro de Madrid, con una zona peatonal que permitiría llegar andando por la Puerta de Toledo al centro de la capital. Toda una revolución con muchas oportunidades que incluso ahora no se nos ocurren.
El segundo consiste, por decirlo de manera gráfica y resumida, en crear otro gran espacio verde juntando los bulevares centrales que existen entre Cibeles y Atocha con las zonas ajardinadas que rodean la Bolsa, el Hotel Ritz, el Museo Prado y el Jardín Botánico. El tráfico rodado se eliminaría por uno de los dos lados por las que ahora transcurre (de hecho este proyecto no ha sentado muy bien al Museo Thyssen-Bornemisza que queda en el lado 'malo').
Estos dos proyectos, junto con la ya muy avanzada peatonalización de Huertas, permitirían que Carlos III pudiera recuperar su rutina. Y a los ciudadanos de Madrid disfrutar de nuevos espacios públicos e ir desde el Retiro a la Casa de Campo en transporte blando (pie, bicicleta... ¿tranvía?).
Sin duda, el proyecto es colosal. Además supone una apuesta por un modelo de ciudad en el que se quita fuerza al poderoso eje Norte-Sur con lo que ello implica de limitar el uso de transporte privado. Simbólicamente es muy significativo el proyecto de trasladar el Ayuntamiento a Cibeles precisamente el punto donde ambos ejes colisionan.
Cuesta pensar que pasado el ecuador del mandato, alguien se atreva a abordar una transformación de esta envergadura (y su coste político asociado) salvo que sea Carlos III o traiga unos Juegos Olímpicos debajo del brazo.
Si no las hay, quizás este proyecto tenga que intentar explicarse a los ciudadanos en un programa electoral y no mediante estos mecanismos ilustrados, aunque quizás sean los únicos posibles dado nuestro desinterés por el modelo de la ciudad en que vivimos y la pobreza de ideas del debate político en las elecciones locales.