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Inversión

Estados Unidos se pone en alerta ante el poder económico chino

En un espacio de tiempo muy corto, las relaciones bilaterales con China dominan el punto de vista con el que EE UU analiza la globalización'. Lo dice el profesor Chad Bown, de la Brookings Institution en un estudio sobre las relaciones de estos dos países.

Es un hecho incontestable. Solo Oriente Medio ocupa más espacio que China en los medios de comunicación o en los debates de asuntos internacionales. Según Ted Fishman, autor de China Inc, se está alerta ante la emergencia económica y el poder político de esta nación asiática de 1.300 millones de habitantes porque se sabe que si el siglo XX fue de EE UU, el XXI es de China.

En Washington ya estuvieron a la defensiva con Japón en los años ochenta pero saben que esta vez la talla de la potencia es mayor. Desde Washington y Wall Street se mira a este país sabiendo que EE UU tiene el reto de seguir creciendo sin ser el único gran poder económico del mundo y que va a haber fricciones por los recursos naturales o influencias políticas y económicas.

El gigante asiático es ya el segundo tenedor de deuda estadounidense

Además, a pesar del largo camino que tiene por delante China, la alerta se produce porque este país es fuerte donde los americanos dan muestras de debilidad. EE UU tiene una baja tasa de ahorro, déficit, un consumo maduro, mucha deuda y una relativamente escasa inversión productiva. China no, y lo está aprovechando. Gracias al valor de una divisa artificialmente baja y la mano de obra barata, China es la fábrica del mundo y EE UU compra sin freno a esta factoría. En 2004 adquirió mercancías de este país por 200.000 millones de dólares. Así, mientras en Washington hablan de déficit, en Pekín esta relación comercial les proporciona un cómodo superávit que se usa para comprar bonos del Tesoro. Según los últimos datos oficiales, en abril Pekín tenía 230.000 millones de dólares en bonos lo que convierte en el segundo tenedor de deuda americana tras Japón. Ahora China ha dado un salto cualitativo y de inversor pasivo pasa a activo.

Los americanos ven que Haier quiere hacerse con Maytag y Lenovo ha comprado la división de PCs de IBM. Pero lo que ha levado el tono de la alerta es la opa de CNOOC, una empresa semiestatal, sobre la novena petrolera del país, Unocal.

El Congreso ha pedido a George Bush que revise la opa, y veladamente que la vete, cuando EE UU nunca ha negado nada a Arabia Saudí, Francia o Rusia cuando han querido hacerse con activos petroleros del país.

Los legisladores aducen que la seguridad nacional está en juego y la influencia sobre de China en Unocal puede desestabilizar el mercado del crudo. Además, aseguran que Pekín no permite que empresas americanas entren en su país, y apunan que se aprovecha con su política cambiaria para dinamizar su comercio y atraer inversiones a costa de EE UU.

En Wall Street no están de acuerdo con Washington. Muchas empresas americanas producen en China y han entrado en algunas sociedades. Los empresarios, además, piden pragmatismo en las relaciones con un país cuyas formas políticas son distintas pero las económicas no tanto.

Desde Nixon hasta Bush, mirando a Asia

En 1972, Richard Nixon puso la primera piedra para normalizar las distanciadas relaciones entre EE UU y China con una visita al país. Era la guerra fría y la política se imponía. Con la caída del telón de acero las relaciones se sofisticaron y Bill Clinton abogó por integrar económicamente al gigante y abrirle el camino a la OMC, organización a la que llegó en 2001. Ahora están tirantes por los recelos a la opa de CNOOC y los deseos de algunos legisladores de imponer tarifas para presionar a China y que deje de intervenir su moneda. Estas iniciativas se cayeron el pasado jueves porque el Tesoro dijo que en pocos meses se acabará la intervención.

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