Recordando la barbarie sesenta años después
Tristes récords. Las cifras de la Segunda Guerra Mundial, cuando se cumplen sesenta años de la rendición de Alemania y del fin del conflicto bélico en Europa, siguen marcando un hito en la siempre difícil historia de la humanidad. Pero al menos el próximo 9 de mayo en Moscú los países de todo el mundo celebrarán juntos el armisticio y el triunfo frente al nazismo. 'Europa supo sacar lecciones para acabar con los enfrentamientos que la habían precipitado a la ruina', señala Pedro Antonio Martínez Lillo, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Madrid. 'Ha dado un giro espectacular, y ese fue un reto que se planteó después del cambio más drástico que el continente ha vivido en un periodo de tan sólo seis años', añade.
'Aprendió de la guerra', manifiesta asimismo Enrique Madrazo, profesor de Relaciones Institucionales de la Universidad San Pablo-CEU. 'El proyecto de Europa surgió del desastre, porque la primera guerra mundial la destrozó y la debilitó como potencia pero no tuvo el impacto del conflicto que se desarrolló entre 1939 y 1945', destaca.
Ambos historiadores, en la línea de las declaraciones que en estos días se oyen a políticos de diversos países, creen que, aunque ese enfrentamiento esté superado entre las naciones europeas, no se debe olvidar. 'Fue la mayor tragedia bélica por el número de muertos, unos 50 millones entre civiles y soldados, pero el trágico balance no acaba ahí', manifiesta Pedro Antonio Martínez Lillo.
La Segunda Guerra Mundial mantiene algunos de los récords más dramáticos de la historia de la humanidad
Y el profesor de la Universidad Autónoma cita otros acontecimientos que marcaron el carácter de esa guerra: 'genocidio de diferentes poblaciones y colectivos por la maquinaria del Estado nacional-socialista, uso generalizado de armas de aniquilamiento masivo, destrucción de ciudades e infraestructuras'. Y resalta que en esos años se registró el número más alto 'de personas desplazadas, que huían del avance de las tropas, de la guerra y después los millones de refugiados que intentaban volver a sus lugares de origen'.
Como ejemplo de la magnitud de la contienda, Martínez Lillo recuerda además 'los brutales bombardeos de Varsovia, Fráncfort o Dresde, ciudad que quedó reducida a cenizas, o la práctica destrucción de la URSS, que estuvo a punto de desaparecer'. En consecuencia, 'Europa sufrió la mayor transformación geopolítica y étnica desde la Edad Media', puntualiza.
Y Enrique Madrazo incide en un dato que cree que es preciso recordar. 'La gran mayoría de los 50 millones de muertos fueron civiles, porcentaje que demuestra el nivel de barbarie que se alcanzó'. Destaca que, 'aunque la primera guerra supuso la desaparición del Imperio austro-húngaro, la segunda implicó más revisiones de fronteras y más desplazamientos de personas'. 'Y las huellas de esa tragedia todavía existen'.
Como casi todos los expertos, ambos señalan que el enfrentamiento franco-alemán, que se arrastraba desde el siglo XIX, fue uno de los detonantes de la tragedia. 'Mi impresión es que un tema se ha resuelto. Los Gobiernos pueden no coincidir en algunos aspectos, pero no hay marcha atrás', señala el profesor de San Pablo-CEU. Y además de las terribles lecciones aprendidas, confía en la fortaleza del proyecto paneuropeo que descansa en el desarrollo institucional y que acaba con la fragmentación anterior.
La pérdida del liderazgo tras la destrucción bélica, que se agravó con el posterior proceso de descolonización, ha sido otro de los detonantes de la construcción europea, a juicio de Martínez Lillo, 'así como la amenaza que suponía la URSS'. Aunque destaca que el liderazgo de Francia y Alemania se mantiene y es casi inevitable, declara que la creación del eje franco-alemán, obra de Adenauer y De Gaulle, es un factor positivo para la paz.
Y recuerda que el fin de esa rivalidad fue una obsesión de los padres de la nueva Europa, como Jean Monnet o Robert Schumann, quien en esos años de ruinas y destrucción 'propugnaba la unión, paso a paso, a través de la solidaridad de hecho'. Martínez Lillo sostiene que si esos líderes pudieran ver lo que Europa ha hecho en estas últimas décadas estarían satisfechos.
Una guerra que sigue conmoviendo al mundo
La gran conflagración mundial es tema central de miles de libros y películas. Y se sigue escribiendo sobre ella. El historiador británico Richard Overy acaba de publicar Por qué ganaron los aliados (Ed. Tusquets), en el que relata algunas de las batallas más decisivas. Y Joachim Fest, autor del El hundimiento (Ed. Gutemberg), que ha inspirado la película del mismo nombre, hace una crónica de los últimos días de Hitler. Anthony Beevor, autor de varios best-sellers, describe en Stalingrado (Ed. Crítica) la gran batalla que se desarrolló en esa ciudad rusa y también recoge el testimonio de algunos combatientes. Exhaustivo y minucioso es el ya clásico Historia de la guerra mundial, de Wiston Churchill (Ed. La esfera de los libros). Y en Una historia de las víctimas (Ed. Paidos), Joanna Bourke se centra en los millones de personas que murieron.