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Columna
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Política monetaria en España

José Carlos Díez

El título de este artículo no pretende confundir, pero sí hacernos reflexionar sobre el tan nombrado modelo de crecimiento español (basado en el consumo privado y la construcción) y la sostenibilidad del mismo. Cuando España ingresó en el euro, en 1999, cedimos nuestra soberanía monetaria. Esto ha sido extremadamente positivo para nuestra economía, ya que nos ha permitido entrar en un entorno de estabilidad macroeconómica y disfrutar de reducidos tipos de interés, a los que no estábamos acostumbrados. Sin embargo, en los últimos cuatro años la economía española ha tenido un comportamiento cíclico muy diferente al de nuestros socios europeos y esto dentro de una unión monetaria tiene algunas implicaciones que cuestionan la sostenibilidad del proceso.

Hoy se reúne el Consejo de Gobierno del BCE y todo el mundo espera que mantenga los tipos invariados en el 2%. A pesar de la subida de los precios del crudo, la inflación en la eurozona es del 2,1% anual y las previsiones son que se mantenga próxima a este nivel en lo que resta de año. Sin embargo, las perspectivas de recuperación del crecimiento económico se retrasan y se prevé que la economía europea crecerá en 2005 a la misma tasa que en 2004. En este escenario, los inversores han retrasado sus expectativas de subidas de tipos en Europa hasta 2006.

Desde un punto de vista europeo, la decisión del BCE de mantener los tipos para favorecer la recuperación económica es acertada, pero desde un punto de vista español, estos tipos de interés suponen una política monetaria extremadamente expansiva. Unos tipos de interés tan bajos seguirán favoreciendo la demanda de vivienda y, por lo tanto, la inversión en construcción mantendrá su elevado ritmo de crecimiento. Además, con los tipos estables, las cuotas de las hipotecas seguirán estables y no es previsible un cambio del comportamiento de los consumidores españoles hasta 2006.

El ingreso de España en el euro ha sido muy positivo para la estabilidad macroeconómica

El problema es que una política monetaria expansiva acelera el crédito interno y provoca tensiones inflacionistas. El crédito hipotecario, que está monopolizando el crecimiento del activo de nuestro sistema bancario, crece por encima del 20% anual y el dato preliminar del IPC de abril fue del 3,5% anual. El crecimiento del crédito es muy elevado, pero la inflación está muy próxima al promedio histórico de la última década, que es del 3,1%. Si los precios del crudo están presionando al alza la inflación, la pregunta es: ¿por qué el IPC está próximo a su promedio histórico? Por un lado, la llegada de inmigración está permitiendo contener el crecimiento de los costes laborales en España y, por otro lado, la apreciación del euro y el fuerte aumento de las importaciones llevan a las empresas españolas a importar inflación más baja de los países de origen.

Esta conclusión choca un poco con el actual debate económico en España. Todo el mundo está muy preocupado por el deterioro del déficit por cuenta corriente y resulta que este déficit nos está permitiendo mantener nuestros ritmos de crecimiento y de creación de empleo sin que aparezcan tensiones inflacionistas graves. Los datos de la EPA del primer trimestre nos dicen que el empleo en España crece al 4,3% anual. En el mes que comienza vamos a conocer los datos revisados de contabilidad nacional, en base al nuevo censo de 2001, y tras un año discutiendo si la economía crecerá una décima arriba o abajo, es previsible que la afloración de población inmigrante lleve al INE a incrementar notablemente la tasa de crecimiento del PIB.

Esta economía crece por encima de lo deseable y lo seguirá haciendo en los próximos trimestres. El diferencial de inflación con la UEM, sin ser preocupante, está deteriorando gradualmente la competitividad de las empresas españolas, como indica el fuerte aumento del déficit comercial, y hace insostenible el modelo a largo plazo. Con un fuerte impulso monetario, a corto plazo sólo disponemos de la política fiscal para contrarrestarlo. En los últimos años se ha abusado del término estabilidad presupuestaria, ya que sistemáticamente la Seguridad Social ha generado un superávit y ha compensado los déficit del resto de Administraciones públicas. Sería necesario alcanzar déficit cero en cada Administración, disminuyendo el crecimiento del gasto público, y ahorrar integro el superávit de la SS. Esto ayudará a reducir nuestro diferencial de inflación y, con los compromisos por pensiones que estamos asumiendo, nos vendrá de perlas en el futuro.

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