Sin miedo a la recesión
La alerta sobre la evolución del precio del petróleo ha dictado en los últimos meses buena parte del día a día de los mercados. La Reserva Federal, el BCE, el FMI o la Comisión Europea llevan meses subrayando las amenazas que se ciernen sobre la economía si el precio del barril se desboca y han tenido que modificar a la baja sus previsiones de crecimiento del PIB. El último informe del FMI dibuja un panorama de precios altos para las próximas dos décadas y pide a los países que se preparen para afrontar un shock petrolero permanente. Mientras, la política monetaria enseña los dientes ante la posibilidad de que la inflación se decida a dar la cara. Y es que pocas cosas dan tanto miedo como la evolución del oro negro, causante en los últimos treinta años de tres crisis económicas de mayor o menor gravedad (1973, 1979 y 1990-91, por la Guerra del Golfo).
Los expertos creen, sin embargo, que aunque preocupante, la situación actual difiere mucho de la de esas fechas. En términos reales, el petróleo es en 2005 un 50% más barato que en 1979 e 'incluso si se produce un colapso de precios, el mundo no tiene tanta dependencia y no debería desembocar en una crisis mundial', según Jaime Hoyos, director inversiones de Crédit Agricole Asset Management. 'La sensibilidad de las variables económicas al precio del petróleo es muy alta, pero no tan determinante como hace diez o veinte años, porque cada vez es mayor el peso económico de los sectores menos dependientes. Tendrá efecto en las Bolsas y tensionará los tipos, pero no dará paso a una recesión', asegura David Cano, de Analistas Financieros Internacionales. El propio FMI, el organismo más pesimista respecto a las subidas del crudo cree que ni siquiera un barril a 80 dólares -un precio improbable a menos que se produzcan acontecimientos imprevistos- llevaría a una recesión como la de los años 70.
Lo cierto es que, por lo menos de momento, la subida de los precios del petróleo no ha impactado tanto en el crecimiento como parecía previsible. Y, mucho menos, en la inflación y esto es un aspecto novedoso respecto a crisis anteriores. La evolución del precio del barril ha generado en el mercado más preocupación respecto a su impacto sobre el PIB que respecto al que pueda tener en la estabilidad de precios. Eso explica que la renta variable haya reaccionado peor que la renta fija y que el precio de los bonos haya mantenido su trayectoria alcista, al margen de las oscilaciones en las últimas semanas.
El euro amortigua
Al explicar por qué la situación actual no adquiere los tintes de alarma de otras épocas, los expertos explican que Estados Unidos, además de ser un país productor y no sólo importador, como lo son los países europeos, cuenta con una estructura productiva mucho menos dependiente. Además, en Europa, la apreciación del euro respecto al dólar está sirviendo de contrapeso, al mitigar el impacto en la factura energética e impedir que se descontrolen los precios. Con la inflación controlada, el BCE no tiene tanta prisa por iniciar la subida de tipos, lo que sería una amenaza sobre una economía convaleciente. De hecho, el presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, no los ha modificado en los 17 meses que lleva en el cargo. Entre tanto, la Reserva Federal los ha subido seis veces, hasta el 2,75%. Eso sí, los movimientos se han caracterizado por la mesura.
De todos modos, que la subida del petróleo no se haya trasladado todavía a los precios de consumo es un mensaje tranquilizador, pero sólo a medias. Implica que las empresas, en un escenario de mayor competencia, han asumido el encarecimiento del petróleo sin trasladarlo a los precios finales, con el consiguiente deterioro de sus márgenes. æpermil;sta es una situación que no puede prolongarse eternamente porque afecta a los resultados empresariales, y con ello, al comportamiento de las Bolsas. En su reunión del 22 de marzo, la Fed ya señalaba que las compañías empezaban a tener más capacidad para trasladar los mayores costes de las materias primas a precios, por lo que los riesgos de inflación a corto plazo parecen estar ahora menos controlados que hace meses.
Los canales de transmisión de la subida de los precios del crudo en la economía son, por tanto, muy delicados y se manifiestan de muchas formas dañinas tanto para consumidores como para las empresas. Los shocks petrolíferos provocan lo que los economistas llaman una 'perturbación negativa de la oferta' y su consecuencia más visible es una contracción de la actividad y el empleo. Al ser muy rígida la demanda de energía, la subida de precios provoca un deterioro inmediato de la renta real de los consumidores de los países importadores, lo que contrae la demanda doméstica y el crecimiento. 'Este impacto se amplifica si los agentes se niegan a absorber este encarecimiento y para no perder poder adquisitivo aumentan sus reclamaciones salariales, lo que puede desatar espirales alcistas en precios y salarios que amplifican el efecto negativo sobre la competitividad de la economía', explica Gregorio Izquierdo, del Instituto de Estudios Económicos. Pero además, dado el fuerte peso del petróleo y sus derivados en el consumo de las empresas su encarecimiento supone un crecimiento de los costes que resta competitividad. Si las empresas no lo absorben y lo trasladan a precios finales alientan la inflación y obligan a los bancos centrales a subir los tipos, con lo que se frena también la inversión.
¿Cuál es la receta? Los más ortodoxos aseguran que la única respuesta son medidas de ahorro energético para ajustar la demanda y una política fiscal más exigente que haga innecesarias políticas monetarias más agresivas. 'La relajación del Pacto de Estabilidad no parece la mejor respuesta', señala Izquierdo.
España, más dependiente
El vicepresidente económico Pedro Solbes minimizó el jueves el impacto de la subida del petróleo sobre la economía española. Sin embargo, los analistas del Servicio de Estudios del Banco de España, aseguran que la dependencia de la economía española respecto al crudo y sus derivados es mayor de la que registran el resto de las economías europeas, por una estructura productiva en la que tienen mayor peso las actividades que exigen mayor consumo energético. Los analistas explican que en la década de los ochenta, tras la segunda crisis del petróleo, se produjo en España una notable mejora en la eficiencia energética que se frenó en la década de los noventa, en un contexto de precios del petróleo históricamente bajos. Por suerte, en el último año ha sido posible compensar la factura energética con la apreciación del euro. Según el servicio de Estudios del BBVA, 'la fortaleza del euro contribuirá a que el petróleo se abarate en 2005-2006 respecto a 2004'.