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Tribuna
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El desafío de la I+D farmacéutica

La investigación, la innovación y el desarrollo de nuevos productos son factores clave del éxito en el sector farmacéutico, y la importancia de las inversiones en este campo ha llevado a las concentraciones de empresas. El autor analiza el marco en que se desarrolla y advierte sobre las deslocalizaciones en esta actividad

Por todos es conocida la importancia de la innovación y el desarrollo en el sector farmacéutico, pero si analizamos los datos comparativos con otros sectores y nos basamos en las inversiones de la economía americana de finales de los años noventa, lo veremos aún más claro: alrededor del 21% de toda la inversión en I+D se realizó en este sector seguido de lejos por los equipos de oficina y servicios, con un 8%.

Podemos pues, sin lugar a dudas, hablar de la I+D como el factor clave de éxito en este mercado, pero dada la importante capacidad financiera necesaria, no está al alcance de todas las compañías. En términos generales se habla de una inversión que ronda los 1.000 millones de euros por producto, en un proceso que dura un promedio de entre 10 y 15 años, de los cuales alrededor del 75% de la inversión se realiza en la última fase de test clínicos con pacientes.

Además, este esfuerzo no siempre tiene éxito, descontinuándose algunos productos durante un largo proceso de investigación, dado que, de las 5.000 a 10.000 moléculas estudiadas, sólo una es aprobada y utilizada con pacientes.

España es un referente para muchos laboratorios en las fases de investigación clínica

La importancia de la investigación y la inversión ha sido un factor clave para el proceso de concentración que este sector vive a nivel internacional.

Si bien es evidente que la investigación debe buscar la innovación, en este mercado podríamos entender la innovación como la incorporación de nuevas soluciones que puedan mejorar la esperanza y calidad de vida de los pacientes. Esta definición no se entiende de la misma manera por parte de todos los agentes implicados (fabricantes, médicos, farmacéuticos, Administraciones y pacientes). Las diferencias de opinión se centran en lo que atañe a la calidad de vida, que puede hacer que una molécula no se identifique como innovadora al no aportar una solución nueva a una enfermedad que no tiene tratamiento, sino que mejora la calidad de vida del paciente ya tratado. Y esto, con la problemática de control del gasto farmacéutico, hace que las Administraciones no observen con buenos ojos este tipo de innovación, debido a que gestionan unos recursos siempre escasos en un país como España, en el que el 80% del gasto corre a cargo del Estado.

Todos tienen su parte de razón, pero el consumidor -el 'paciente' en este caso-, sólo últimamente y a través de asociaciones, está trasladando su opinión sobre la innovación. Ejemplos como el colectivo de diabéticos, que exige una calidad de vida mejor que la aportada por la farmacología actual.

Otro punto de vista importante es el impacto que la investigación supone sobre el sector salud, en lo referente a las inversiones realizadas por los laboratorios, generando áreas de conocimiento para médicos y hospitales, e incluso aportando materiales.

España está recibiendo principalmente investigaciones de las últimas fases clínicas, en las que estamos siendo competitivos, y que suponen dos tercios del importe invertido. Su relevancia es clara, y aunque esté diseminada en distintas áreas del sector, no puede parecer de menor importancia.

Parece claro que un factor crítico de éxito en la industria es la eficacia y la eficiencia de la I+D. Por un lado se busca reducir la inversión en el lanzamiento de un producto, principalmente acortando los plazos. Y por otro lado se trata de aumentar las garantías de los consumidores, algo que está suponiendo un severo revés en las cotizaciones de algunas empresas del sector por los recelos que han suscitado algunos de sus fármacos. La reducción de este riesgo supone un incremento de inversión en la fase clínica, la más costosa.

Debido a estas presiones, las principales compañías están apostando claramente por la deslocalización de sus inversiones en I+D, que se están trasladando principalmente a la India, país que dispone de una alta cualificación de médicos e investigadores con experiencia profesional internacional, legislación favorable, y un importante número de patologías y pacientes debido a los algo más de 1.000 millones de habitantes de población. Esto permite una importantísima reducción en el coste de las inversiones, no sólo en las fases preclínicas, sino también en las clínicas, sin perder la calidad.

España es un referente para muchos laboratorios en las fases de investigación clínica, y nos enfrentamos a la posibilidad de perder una parte importante de las inversiones del sector dada la competitividad de otros países. Por ello es importante introducir en la discusión, no sólo el gasto farmacéutico, sino también todos los factores económicos, incluida la inversión en I+D, para poder tomar las decisiones que permitan tener una visión clara del impacto sanitario de políticas que inseparablemente están comunicadas.

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