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Tribuna
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La marea gris

pedro reques velasco

El Banco de España acaba de hacer públicos los análisis y las conclusiones de una proyección demográfica que el Instituto Nacional de Estadística ha realizado para nuestro país con el año 2070 como horizonte temporal. La proyección ha partido de los datos del último censo de población y se suma a las que otros organismos públicos, empresas privadas e investigadores venimos haciendo en las últimas décadas.

No es objetivo de este artículo diseccionar dicha proyección ni cuestionar sus hipótesis sobre fecundidad -que no 'fertilidad'-, mortalidad y esperanza de vida y migraciones -estas últimas en nuestra opinión subestimadas- sino recordar algunos datos y plantear algunos interrogantes, con el fin de que sirvan de elemento de discusión y de debate.

Primer dato: España contará con 45 millones de habitantes en 2009 y con 53 millones en 2049, para descender hasta los 51 millones en 2070. Este crecimiento, por primera vez en nuestra historia contemporánea, sólo es atribuible al peso creciente de la inmigración extranjera. La diferencia con respecto a las proyecciones que el propio INE hacía a partir del censo de 1991 son nada menos que de 12 millones de habitantes más para 2050, fundamentalmente porque en aquellas proyecciones que el INE hacía a partir de los datos de 1991 se subestimaba -como casi todos hicimos- el peso futuro de esta inmigración.

La primera pregunta que surge es: ¿Cuál es la relación entre crecimiento demográfico y desarrollo económico?; ¿Asegura éste a aquél o aquél a éste?; ¿Es directa y unívoca esta relación en los países avanzados?

Segundo dato: a pesar del crecimiento demográfico las tasas de envejecimiento (o porcentaje de población de 65 y más años) experimentarán un constante incremento en las próximas décadas hasta alcanzar el 30% de la población en 2050 (en la actualidad esta tasa está en el 17%).

La segunda pregunta que nos surge es: los términos 'crecer o envejecer' que planteaba hace algunas décadas el prestigioso demógrafo Alfred Sauvy como antitéticos, ¿se hacen compatibles en relación al futuro demográfico de España? La respuesta es sí, porque el crecimiento demográfico español se explica por la inmigración extranjera, una inmigración extranjera que, conocida su fuerte concentración de efectivos entre 25 y 45 años, envejecerá a medio plazo a un ritmo más rápido que el de la población autóctona. Así pues la idea de que esta inmigración es la solución al problema de nuestro envejecimiento y de nuestras pensiones futuras se desvanece con los datos de la nueva proyección del INE que el Banco de España analiza.

Tercer dato: la tasa de dependencia (viejos -65 años y más- por cada 100 personas en edad de trabajar) pasará del 25% en la actualidad al 56% en 2050. Este indicador, clave en relación a la sostenibilidad futura de nuestro sistema de pensiones, sólo puede disminuir de forma sustancial retrasando la edad de la jubilación. El análisis del Banco de España demuestra que el incremento de un año en la edad de la jubilación provocaría una reducción de casi tres puntos en la tasa de dependencia de 2050, que pasaría del 56% al 53%.

La tercera pregunta que nos surge es ¿por qué en relación con la jubilación la legislación española no cambia al ritmo que lo hace la demografía? ¿Por qué ante evidencias estadística de este calibre se propician o permiten las jubilaciones anticipadas? ¿A quién favorecen éstas y a quién perjudican?

Proyecciones demográficas como las que comentamos -o al menos esta es nuestra interpretación de la misma- sirven para demostrar que al envejecimiento futuro (la cohorte modal en 2020 será la población comprendida entre 40 y 50 años; en 2030, la que está entre los 40 y los 50 años y en 2040, la situada entre los 60 y lo 70 años), al aumento de la esperanza de vida, a la 'marea gris' que viene, solo podemos hacerle frente elevando los diques de la edad de la jubilación o reforzando éstos con políticas que permiten recuperar la natalidad -que sólo tienen efectos a largo plazo-, no dinamitándolos de forma más o menos controlada ni abriendo únicamente la esclusa de la inmigración extranjera.

Elevar la edad del retiro y la tasa de natalidad son las dos vías para luchar contra los efectos del envejecimiento

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