Yo sé quién soy
José Luis Álvarez toma como excusa el centenario de El Quijote para relacionar las tramas de las novelas, con sus planteamientos, nudos y desenlaces, con el transcurrir vital de las personas y de la empresa
Ya estamos celebrando el cuarto centenario del El Quijote. ¿Se podría aprovechar el libro de Cervantes, o la literatura en general, para la educación de negocios? Existen ejemplos interesantes del uso de la literatura en educación. Uno de los cursos optativos del MBA de la Harvard Business School es el de Literature and the Business World que tuve la oportunidad de tomar en mis años de doctorando. El curso me introdujo a las obras O'Connor, Cheever, Agee, Williams y me permitió releer a Bellow y Scott Fitgerald (a los jóvenes candidatos al máster les hipnotiza Gatsby...mejor dicho, lo fácil que es ligar con dinero). Mi trabajo para el curso versó sobre el anticapitalismo de tres caracteres de la literatura en castellano: por supuesto, Alonso Quijano; Isidora Rufete, de La Desheredada de Galdós, orgullosa de su estatus social pero que acaba alquilando su cuerpo, mercantilismo máximo, para sobrevivir; y Artemio Cruz de Fuentes, el revolucionario mejicano mutado en corrupto empresario.
En nuestra literatura, en contraste con la anglosajona, no abundan ni los contextos, ni las tramas, ni los personajes del mundo de los negocios. Nuestras novelas hasta recientemente han reflejado una cultura basada más en el estatus que en la clase económica, en el orgullo social más que en la productividad económica, en el ser más que en el tener (esto último es lo que les gusta pensar a los personajes de ellos mismos). æscaron;ltimamente en España el tema de los negocios ya empieza a aparecer con más frecuencia en la literatura de calidad, como en Lo Real de Belén Lopegui, protagonizada por un arribista y torpemente maquiavélico MBA de una conocida escuela de negocios española.
Cuando años después volví al MBA de Harvard, esta vez ya como profesor, un nuevo colega impartía del curso, que seguía siendo un éxito, con algunas nuevas lecturas como The Remains of the Day de Ishiguro, y la divertida Generation X de Coupland.
'Los negocios no son independientes de los valores sociales y culturales de una época'
Otro conocido propagandista del uso de la literatura en la enseñanza empresarial, admirador confesor del hombre de La Mancha (años atrás su página web estaba encabezada por una cita y dibujo del caballero andante), es el profesor de Stanford, Jim March, quién tenía también un curso en el MBA de literatura y negocios, donde se leían El Quijote, Juana de Arco, Guerra y Paz, y Otelo.
El común denominador de los protagonistas de estas obras maestras es su narcisismo (el título de este artículo es una expresión de Alonso Quijano, sólo un grado inferior en identidad realizada al 'yo soy el que soy' de la Zarza Ardiente), la falta de cálculo e interés por las consecuencias de sus acciones, su irresponsabilidad, el desdén por las influencias externas y desprecio por lo políticamente correcto.
Alonso Quijano, camorrista pertinaz más molesto que peligroso; Juana de Arco, antes muerte que prudente; Natacha Rostova, que es a la frivolidad lo que el quijote a la caballerosidad; y Otelo, antes asesino que ridículo imaginario. Pero todos son capaces de crear su mundo y vivir en él hasta el final. No hay distancia entre sus ideales y su comportamiento.
Son exagerados y exasperantes. La justificación del uso de la ficción en la educación profesional de negocios es doble. Primero, temas como liderazgo no son separables del carácter general de las personas y de cómo éstas afrentan cuestiones muy tratadas en las novelas: coraje, pasión, miedo, orgullo, felicidad, deber. Segundo, en las novelas hay tramas -planteamientos, nudos, desenlaces- que se asemejan más al transcurrir vital real de las personas, sometido a un flujo temporal incesante y limitante de las opciones vitales, que las típicamente intemporales (y fantásticas) ideas sobre liderazgo y estilos de dirección. Además, los negocios no son independientes de los valores sociales y culturales de una época. Las obras de ficción permiten acceder directamente a la esencia cultural y social de la economía. Weber en La æpermil;tica Protestante y el Espíritu del Capitalismo, decía que el único actor capitalista que escapa a la creciente lógica burocrática, impersonal, y racional de las organizaciones modernas es el emprendedor.
Excepciones a esta lógica burocrática son estos personajes, Quijano a la cabeza, que saben quiénes son e intentan ser coherentes con su identidad sin concesiones (curioso, el único acceso de seny y de duda le viene a Quijano en la playa de Barcelona...) Son emprendedores de sí mismo, de sus mundos, con la misma fuerza con que los grandes emprendedores crean organizaciones. La cultura de la esperanza creativa en España no ha estado distintivamente aplicada a aventuras empresariales, sí a religiosas, coloniales, artísticas. Lo nuestro no ha sido ni el genio organizativo ni el emprendedor. Dicho de otra manera, si la persistencia quijotesca en buscarse problemas se hubiese aplicado a crear organizaciones de negocio ¡Qué tejido empresarial tendríamos!