El Estado de bienestar crea empleo
Una estructura, por voluminosa que sea, mantiene un equilibrio estable siempre que se soporte sobre tres puntos. Educación, Seguridad Social y sanidad son los pilares sobre los que se cimienta nuestro Estado del bienestar.
El último informe de la OCDE trata el primero de los capítulos, donde nuestros escolares no salen bien parados. El Pacto de Toledo resuelve, al menos momentáneamente, la situación de la financiación de la segunda consideración, mientras que el tercero no deja de ser el caballo de batalla de los partidos, fiel reflejo de cuanto sucede en la sociedad.
La financiación es el problema esgrimido en todos los casos como limitativo de las prestaciones, sin observar que el gasto en el Estado del bienestar mantiene no poco de inversión, y sobre todo genera empleo, incluso bastante.
Limitándonos a la sanidad, aspecto que conocemos, cada puesto de trabajo crea cuatro, tanto por efecto directo como por el inducido. No hay más que observar las realizaciones sanitarias para darse cuenta de esta realidad. Observando que los sistemas públicos de sanidad de cada una de las comunidades autónomas son las empresas más grandes localizadas en estos territorios.
Una de las cuestiones menos estudiada es la que concierne a la mal llamada tercera edad. El nuevo rol social de la familia, el mayor índice de ocupación, los trabajos de la medicina, la calidad de vida adquirida, incluso el clima, son algunos de los factores que están incidiendo en el aumento de la esperanza de vida en España.
Las estadísticas oficiales señalan, que en el año 2002 había en nuestro país más de 700.000 personas con edades superiores a los 65 años, lo que representa algo más del 17% del total de la población. Las mismas fuentes indican que en el año 2020 el número de personas llegará a una cifra cercana a los 900.000 habitantes, con una proporción relativa del 19,9%, con lo que la pirámide de edad se modificará drásticamente.
¿Estamos preparados para hacer frente a estas ingentes cantidades? La respuesta es no. ¿No será ahora el momento de preocuparnos por la situación de futuro? La contestación es afirmativa.
Pero si no queremos comenzar la casa por el tejado es necesario establecer una ley de dependencia, que dé contenido a las exigencias de la sociedad. Esta ley debe quedar dentro del Sistema Nacional de Salud, siendo un deslizamiento más adaptado a las demandas de los ciudadanos.
Realizar un sistema nacional de dependencia (SND), al margen del Sistema Nacional de Salud (SNS), es perder las economías que se crean, generar más inconvenientes a los ciudadanos, trasladar el problema, puesto que un 88%, de los problemas que se producen son de origen sanitario.
Debemos construir un SND de acuerdo con las comunidades para evitar las asimetrías actuales que se dan en sanidad pública, observando la naturaleza específica de cada una de ellas, y dotándola de recursos adecuados.
Los estudios que hemos realizado nos indican, como condición pesimista, la creación de 350.000 nuevos puestos laborales en la sociedad española, llegando hasta un millón de ellos en circunstancias favorables, siendo la cifra más razonable 500.000 puestos de trabajo, a los cuales hay que añadir el empleo indirecto.
Resulta bastante difícil que los mismos se ordenen bajo instituciones públicas, de modo que la iniciativa privada debe entrar. Ahora bien, hay que garantizar la calidad de los servicios de estos últimos, incluso en temas como la formación de las personas que van a trabajar en estos cometidos.
Tal como establece la Constitución, la planificación constituye una herramienta de primera magnitud para ordenar este sector, evitando los inconvenientes que se creen en el futuro. Ahora estamos a tiempo de resolver la ecuación.
Toda nuestra historia como país ha sido llegar tarde aquellos acontecimientos que han configurado. ¿Nos pasará lo mismo?