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Tribuna
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Los retos y las limitaciones de Solbes

A punto de concluir el presente año se aproxima el inicio de 2005, primer ejercicio completo en el que la responsabilidad de la economía española corresponde al actual vicepresidente segundo del Gobierno y ministro de Economía y Hacienda. En efecto, desde el primer día de 2005 el timón de nuestra economía está a cargo de Pedro Solbes, que lo manejará con los presupuestos que él mismo ha elaborado y propuesto al Consejo de Ministros y al Parlamento. Sin duda, como político y como gestor público se enfrenta a un importante reto.

Precisamente entre los gestores públicos está muy extendida una máxima por la cual su obligación consiste en lograr al término de su gestión traspasar las cosas al sucesor en mejor estado de como se recibieron del antecesor. En este sentido, Solbes se encuentra con el listón tremendamente alto, pues es indudable que Rodrigo Rato (el equipo Rodrigo Rato-Cristóbal Montoro), que curiosamente recibió el testigo del propio Solbes, cumplió con creces con la citada máxima en su periodo de gobierno 1996-2004, dejando la economía española considerablemente mejor que como la recibió. Los datos son suficientemente elocuentes.

Así, el déficit público, que en 1996 superaba el 5%, en 2004 ha sido erradicado de las cuentas públicas, como ha certificado el propio Solbes cuando ejercía de comisario en Bruselas.

También han mejorado sensiblemente los datos correspondientes al empleo. La tasa de desempleo, que en 1996 se movía en torno al 20%, había descendido en 2004 al 11%. Por su parte, el número de afiliados a la Seguridad Social ha pasado de los 12 millones largos de 1996 -que adicionalmente se nos presentaba como un límite técnico de la economía española- a prácticamente 17 millones en 2004, pulverizándose el supuesto límite técnico.

El volumen de deuda pública que Rato recibió de la etapa de Solbes estaba próximo al 75% del PIB, en tanto que ocho años después la recibida por Solbes proveniente de Rato es inferior al 50% del producto interior bruto.

También se mejoró considerablemente en el periodo Rato-Montoro el funcionamiento de la Agencia Tributaria. Valga como ejemplo recordar que en 1996 la Agencia se demoraba más de 180 días en practicar las devoluciones del IRPF, en tanto que en 2004 es capaz de realizarlas en menos de 30 días, y en muchos casos sin que el contribuyente tenga que hacer la declaración.

En 1996, el sector público empresarial estaba lastrado por la denominada 'deuda histórica' del INI (Instituto Nacional de Industria) por importe aproximado de 3.000 millones de euros, unidos a otros 3.000 millones de euros de compromisos laborales asumidos en las empresas públicas pendientes de externalizar, y por tanto de garantizar.

Por el contrario, la situación existente en 2004 incluye una SEPI que ha cancelado la citada deuda histórica y que ha externalizado los compromisos laborales pendientes, garantizando así los derechos de los miles de empleados públicos afectados.

La lectura de los datos expuestos revela que en función del precedente el reto de Pedro Solbes es cualquier cosa menos sencillo. A su favor cuenta con varias circunstancias positivas: su indiscutida solvencia técnica, su acreditada experiencia, su reconocida sensatez…

Sin embargo, en su contra tiene varios elementos desfavorables que, con toda seguridad, van a jugar -de hecho están jugando ya- como importantes limitaciones a su acción de gobierno.

En primer término, su peso político, sin duda escaso y claramente inferior al de su antecesor. En efecto, Rodrigo Rato era una autoridad en el Partido Popular y Solbes no lo es en el PSOE. Aún más, existen ministros del área económica -Jesús Caldera, José Montilla- que tienen mucho más peso político en su partido que el vicepresidente económico, y esa especie de jerarquía invertida no va a facilitarle las cosas a Solbes.

En segundo lugar, el perfil de algunos titulares de departamentos ministeriales del área económica -Vivienda, Agricultura- no es el mejor augurio del futuro éxito en su gestión.

En tercer orden los condicionantes políticos que rodean al Gobierno, fruto de su debilidad parlamentaria, constituyen una dificultad objetiva. Es evidente que el Gobierno nacionalsocialista de Cataluña está condicionando en gran medida la acción política del Gobierno de Zapatero, y sin ningún género de duda la política económica resulta y resultará negativamente afectada.

Por último, la composición del propio equipo de colaboradores más próximos del vicepresidente económico constituye un dato que no invita al optimismo. La suma del espíritu de revival y el dominante tono gris del 'equipo Solbes' se está demostrando como un factor limitativo para la gestión del vicepresidente económico.

En todo caso, el tiempo dirá si al final pesan más las virtudes individuales de Solbes o las limitaciones a las que se enfrenta su gestión. Los datos son los datos, y tiempo habrá de compararlos.

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