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Tribuna
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El más puro sentido común

Ante la avalancha de reuniones, congresos, cursos, publicaciones, informes, notas de prensa, programas de radio y televisión..., dedicados a la responsabilidad social corporativa (RSC), no es extraño escuchar a profesionales que opinan que nos encontramos ante el típico fenómeno burbuja de un término o concepto que se ha puesto de moda, y que como tal es pasajero y poco fiable.

Efectivamente, en su manifestación externa, la responsabilidad social corporativa coincide con otras modas o tendencias empresariales que en el pasado reciente resultaron superficiales y de poco calado. Los distintos agentes que intervienen en la elaboración, difusión e implantación de estas modas empresariales -consultores, formadores, directivos e informadores- también se encuentran presentes, en un papel similar, en la actual eclosión de la RSC. A esto hay que añadir la dificultad para delimitar el concepto y por ello la facilidad con la que se utilizan cantidad de términos distintos para referirse a la responsabilidad social de las empresas: buen gobierno, sostenibilidad, acción social, reputación, etcétera.

¿Dónde está entonces, la diferencia cualitativa de la RSC respecto a estas otras modas pasajeras? Para algunos de los que creemos en ella el elemento diferenciador se halla cuando realizamos el análisis hacia dentro, en las raíces éticas y antropológicas del concepto, en unos valores sólidos que generan valor a las personas y a los grupos relacionados con las empresas. Se descubre también en su filosofía participativa, por la cual el beneficio colectivo antecede al particular, donde las relaciones se sustentan en la confianza, más allá de lo explicitado en un contrato laboral. La maximización y el corto plazo se convierten en beneficio suficiente compartido y en desarrollo sostenible y la trasparencia prevalece ante la información privilegiada.

Estas raíces y valores esenciales de la RSC, además, generan valor, que se puede medir y contrastar: generan innovación en los sistemas de fijación de objetivos y gestión, transparencia con los informes de sostenibilidad dirigidos a los distintos grupos de interés, reduce costes en los procesos productivos, reduce el absentismo y atrae y retiene el talento en las organizaciones, incrementa las ventas y la fidelidad del cliente y mejora los resultados y la capacidad para captar recursos financieros (fondos de inversión socialmente responsables). También, genera confianza, reputación y legitimidad social.

Estos valores esenciales o el porqué de la RSC, y el valor generado o el para qué de ésta, se ponen en práctica por medio de un sistema de gestión integral, o el cómo, que abarca el gobierno corporativo, la dirección estratégica, la gestión, el control, la información y la verificación.

Algo hay, por tanto, en el modelo de empresa socialmente responsable que está acaparando la atención de ámbitos tan diversos como la Administración, con su proyectada Ley sobre la materia, los sindicatos con la incorporación de la RSC en su agenda de temas prioritarios, las escuelas de negocios y universidades con cátedras y programas de formación, los consultores y analistas con la creación de equipos de trabajo exclusivos, las asociaciones profesionales y empresariales con la apertura de foros y comités especializados, las ONG con la activa participación en los movimientos de defensa y difusión de las políticas empresariales responsables, los medios de comunicación con una creciente dedicación de espacio, y, por supuesto, las empresas como protagonistas principales del fenómeno, que de forma voluntaria implantan progresivamente sistemas de gestión, medición e información de su comportamiento socialmente responsable.

Iniciativas internacionales como el Pacto Mundial de la ONU para la defensa por las empresas de sus 10 principios sobre derechos humanos, laborales y medioambientales; la UE con la elaboración de un marco para el desarrollo de la responsabilidad social de las empresas, y el Global Reporting Initiative (GRI) como guía de consenso para las memorias empresariales sobre RSC y su comparación a nivel mundial, son pruebas evidentes del calado y repercusión de esta forma diferente de hacer negocios, que para algunos hasta puede suponer una fórmula revolucionaria de progreso social.

Las nuevas expectativas y demandas sociales y medioambientales, el retroceso del sector público que no puede cubrir todas las demandas sociales, el incremento de influencia social de las empresas, la exigencia de transparencia informativa desde todas las instancias, el incremento de los fondos de inversión con criterios sociales y medioambientales y, por supuesto, los efectos indiscutibles de la globalización y el desarrollo tecnológico, son para finalizar, algunas tendencias globales que remarcan, más si cabe, la importancia presente y futura de la responsabilidad social corporativa, la alejan de los calificativos burbuja y moda, y la justifican desde el más puro sentido común.

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