Más inflación y menos crecimiento
A mediados de octubre reflejaba en estas mismas páginas un claro escepticismo respecto a los supuestos macroeconómicos que fundamentaban el proyecto de Presupuestos Generales del Estado (PGE) que acaba de recibir el Congreso para su discusión. Ha transcurrido escasamente un mes y las informaciones más recientes apuntalan ese escepticismo.
Mencionaré una de ellas, que me parece a la par fiable y actual. Me refiero al último Panel de Previsiones de la Economía Española Septiembre-Octubre 2004, que publica la Fundación Funcas y que recoge, mediante encuestas, las opiniones de 14 gabinetes de estudio de bancos, cajas de ahorros, y otras instituciones privadas y públicas , relativas a la evolución reciente de la nuestra economía y su futuro más próximo.
Pues bien, la encuesta correspondiente al bimestre de finales del verano y comienzo del otoño refleja una revisión a la baja del crecimiento previsto para este año, que pasa a ser del 2,6% frente al 2,8% anterior. Según las entidades que aportan sus opiniones al panel, ello es resultado de un empeoramiento del sector exterior -su aportación negativa al PIB aumenta en dos décimas- y de la inversión en bienes de equipo y otros productos. No deja de ser significativo que, simultáneamente, se revisan al laza las previsiones de crecimiento del resto de la UEM.
Pero el deterioro no se circunscribe al año en curso sino que se extiende a 2005, ejercicio para el cual se apuesta por un PIB que crecerá en torno al 2,8%, de nuevo dos décimas menos de la previsto por los panelistas en el verano y lo que el Gobierno confía alcanzar según el cuadro elaborado para acompañar a los PGE para dicho año.
De nuevo es la demanda exterior la que lastra nuestro crecimiento, si bien a ello se une un recorte de la demanda interna, explicada sustancialmente por la moderación en el consumo de los hogares... si es que el alza en el precio del petróleo no lastra aún más su poder adquisitivo.
Esa amenaza en forma de subidas en el precio del crudo constituye el motivo esencial para, en opinión de la mayoría de los panelistas, revisar las previsiones de inflación tanto para el año próximo a cerrarse como respecto al ejercicio 2005. Para el año en curso la previsión de inflación se sitúa en el 3% y tan sólo una décima menos (2,9%) para 2005. El elemento primordial para explicar esas pesimistas previsiones es, como habrá adivinado el lector, la evolución del precio del petróleo, cuyos efectos más fuertes se dejarán sentir en el último trimestre del año en curso y en el primero del venidero -en los cuales las tasas interanuales serán del orden del 3,5%- pronosticándose después una suave desaceleración hasta tasas del 2,7% al finales de 2005.
Conviene destacar un punto en el cual los panelistas que contribuyen con sus apreciaciones a este interesante esfuerzo de prospectiva parecen encontrarse divididos. Me refiero a la evolución de la relación tipo de cambio del euro frente al dólar. Aun cuando se adivina una ligera mayoría de los que prevén un apreciación de la moneda europea frente a la divisa americana, el consenso dista mucho de ser mayoritario. La cuestión es, ciertamente relevante pues en la medida que la mayor apreciación del euro amortiguará el efecto inflacionista del mayor precio del crudo, simultáneamente, dificultará la recuperación económica europea, muy dependiente de las exportaciones al otro lado del Atlántico.
A riesgo de parecer impertinente me atrevería a incluirme en el campo de quienes se inclinan por la continuación de la caída del valor del dólar. Me apoyo no sólo en lo ocurrido los días siguientes a la reelección del presidente Bush sino también en que la financiación exterior de carácter privado ha seguido disminuyendo de modo y manera que en la actualidad únicamente los bancos centrales foráneos siguen incrementando su cartera de activos en dólares -si bien los últimos rumores señalan la existencia de una corriente vendedora del billete verde cuyo origen se localiza en China, Rusia, India y ciertos países productores de petróleo en el Oriente Próximo-. Y como las familias americanas parecen incapaces de ahorrar la única solución factible para comenzar a equilibrar la balanza por cuenta corriente es una fuerte depreciación del dólar, que deberá ir acompañada de un incremento en la retribución que los extranjeros demandarán para invertir sus fondos en activos americanos, le guste ello o no al señor Greenspan.