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Columna
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¿Qué Presupuestos necesita la economía española para 2005?

José Carlos Díez

El Gobierno sólo dispone de la política fiscal para compensar el exceso de demanda, por lo que el Presupuesto del próximo año debería ser ligeramente contractivo, según el autor. Eso significa que tiene que generar un ligero superávit para contrarrestar el impulso monetario

Comienza el periodo de sesiones y el Gobierno, y los partidos que apoyan su gestión, se enfrentan al ejercicio de mayor calado político de toda la legislatura: la elaboración de los Presupuestos de 2005. El programa electoral se tiene que plasmar en propuestas concretas, y estas tienen que llevar asociada una partida presupuestaria. Tanto el PSOE, como IU y ERC, ya han anunciado que España tendrá en 2005 un Presupuesto social. De hecho, ya hay un compromiso formal de incrementar las partidas en educación, I+D, y vivienda.

El problema, como siempre sucede con las variables económicas, es que los Gobiernos están sujetos a ciertas limitaciones a la hora de configurar sus Presupuestos. Además del problema de elección pública, el gasto público supone un 40% del PIB, por lo que las decisiones presupuestarias tienen un impacto directo sobre el nivel de actividad, y condicionan la estabilidad macroeconómica. El objetivo de este artículo no es analizar la composición del Presupuesto, sino las restricciones que impone la situación cíclica de nuestra economía y el entorno internacional.

Desde nuestra incorporación al euro, en 1999, la economía española ha mantenido un diferencial de crecimiento positivo con respecto a nuestros socios europeos. Nuestra economía se ha visto favorecida por pertenecer a un área estable, lo que ha permitido que los tipos de interés reales se hayan situado en mínimos históricos, niveles que explican buena parte del comportamiento del consumo y la inversión agregada en este periodo. Este crecimiento diferencial también ha provocado que la economía incurra en desequilibrios. Principalmente ha mantenido un diferencial de inflación positivo frente a los socios y ha registrado déficit crecientes de balanza corriente.

El déficit por cuenta corriente ha dejado de ser un indicador adelantado de inestabilidad cambiaria para la economía española, pero nos sigue indicando que la demanda interna crece por encima de la producción, y que este hecho provoca tensiones inflacionistas. Este es un claro caso de inflación de demanda, que está erosionando gradualmente la competitividad de nuestras empresas, frente a sus competidoras europeas, lo cual continuará aumentando el deterioro de nuestra balanza de pagos.

Para corregir un exceso de demanda agregada, los Gobiernos disponen de la política monetaria y de la política fiscal, pero nuestra pertenencia a la unión monetaria implica menores grados de libertad para confeccionar la política económica. La política monetaria se decide en Francfort, en función de las condiciones monetarias del área en su conjunto y, por eso hoy el tipo oficial es del 2%.

Si España no estuviese en el euro, nuestros tipos deberían ser sensiblemente mayores para compensar el problema de inflación de demanda que hemos descrito. Por lo tanto, nos encontramos ante una economía con exceso de demanda agregada y con una política monetaria claramente expansiva para las condiciones monetarias domésticas. En este entorno, el Gobierno sólo dispone de la política fiscal para compensar el exceso de demanda agregada, por lo que, el presupuesto del próximo año debería ser ligeramente contractivo, lo cual significa que debería generar un ligero superávit, para contrarrestar el impulso monetario.

A esta limitación hay que añadir la incertidumbre que genera la evolución de los precios del petróleo y el impacto que tendrá sobre el crecimiento y la inflación. El Gobierno prevé que la economía crecerá un 3% el próximo año y que el precio del crudo será en 2005 de 33 dólares/barril. Aunque esta previsión es bastante realista, debemos ser conscientes de que los precios del petróleo en los niveles actuales aumentan el error de previsión del cuadro macroeconómico. En este caso, el riesgo es que los ingresos ligados a la actividad (IRPF, IVA, etcétera) sean menores que los estimados, incrementando el déficit el próximo año.

El problema de nuevo será explicar qué significa un Presupuesto social, y lamentablemente volverá a plantearse el debate estéril de si un déficit público es progresista, o conservador. Un déficit no es negativo, o positivo per sé; por ejemplo, si Alemania hubiera mantenido un déficit cero desde el año 2000, por motivos ideológicos, con toda probabilidad la crisis económica se hubiera acentuado y hoy estaríamos hablando de un problema de deflación en Alemania, similar al que sufre Japón. Pero lo que sí tengo claro es que lo social no debería ser incompatible con el criterio de estabilidad.

Como conclusión, si el partido en el poder, y sus socios de gobierno, quieren diseñar un Presupuesto social para 2005 y deciden incrementar ciertas partidas de gasto, o reducen otras partidas o deberían incrementar los impuestos (siempre que no sean el de la gasolina, o el tabaco que empeoran el problema de inflación), para no generar déficit publico el próximo año. Tanto el Gobierno, como el programa electoral del PSOE defienden la tesis de Presupuesto equilibrado a lo largo del ciclo. En función de nuestra situación cíclica, la economía española necesita un Presupuesto para 2005 contractivo.

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