El arma del petróleo
La escalada del precio del petróleo está conmocionando los mercados internacionales. La autora analiza a fondo los orígenes y las repercusiones de este proceso y destaca su trascendencia sobre la evolución de la economía internacional
Vivimos al día, devorando informaciones y noticias hora tras hora', confiesa el gestor de uno de los fondos de inversión energéticos más importantes de Canadá, 'y en este clima político resulta imposible hacer previsiones. ¿Quién asegura que con el Gobierno provisional de Irak habrá estabilidad? Aunque así fuese, queda siempre la incógnita saudí, el peligro de más atentados contra las infraestructuras petrolíferas del productor más grande del mundo.' Para los operadores del mercado el barómetro mundial del precio del petróleo depende de la estabilidad de Arabia Saudí.
Tras diez años de relativa estabilidad, de unos meses a esta parte los mercados se han venido abajo produciendo una aterradora sensación de déjà-vu que podría obligarlos a revivir los fatídicos 13 días que cambiaron la historia económica del mundo. El 6 de octubre de 1973, Egipto y Siria atacaron simultáneamente los territorios conquistados por Israel en 1967 dando inicio a la guerra del Yom Kippur. Diez días después, en Washington, Henry Kissinger, entonces secretario de Estado del presidente Nixon, manifestaba serias dudas sobre la utilización del petróleo como arma para castigar el apoyo de EE UU a Israel.
La única certeza en el mercado del crudo son los altos impuestos que gravan su consumo en los países occidentales
Esta previsión fue clamorosamente desmentida al día siguiente. El 17 de octubre, nueve ministros árabes de la OPEP, la organización de productores, se reunían en Kuwait y decidían retirar la oferta mundial de crudo. Los acuerdos establecían la reducción inmediata de las exportaciones en un 5% mensual respecto de todos los importadores considerados 'no amigos', es decir, aquellos que no sostenían la causa árabe en el conflicto con Israel, así como el progresivo recorte en las ventas a EE UU hasta su total eliminación. El 19 de octubre comenzaba el embargo, al cabo de unos días, el precio del petróleo se cuadruplicó.
La pregunta que los mercados se plantean hoy es la misma que hace 30 años: ¿volverá a esgrimirse el arma del petróleo?
A diferencia de 1973, la clave del delicado equilibrio de la economía del petróleo no está la OPEP, una institución legítima, sino en un enemigo elusivo que sigue siendo un gran desconocido: el terrorismo islámico. 'Es como jugar una partida de ajedrez tridimensional con visión bidimensional', confiesa Filippo Cortesi, director de la sección de derivados financieros de CDC Exes, banco francés con oficinas en Londres, 'nunca se está en condiciones de anticipar la siguiente jugada del adversario'.
Hoy ocurre lo mismo que en 1973, los mercados se ven en la necesidad de contar con factores completamente desconocidos. Por ejemplo, nadie está en condiciones de definir el papel que los fundamentalistas islámicos desempeñan en Irak ni la fuerza que tiene Al Qaeda en Arabia Saudí. Al Qaeda transmite en sus web comunicados desconcertantes en los que incita a sus seguidores a cometer atentados contra la economía occidental. ¿Qué mejor medio para este objetivo que el arma del petróleo?
Paradójicamente, el hecho de que la OPEP sea hoy un aliado de Occidente y que desde 1979 Arabia Saudí actúe como banco mundial del petróleo, aumentando la oferta del crudo en los momentos de crisis, hace que los equilibrios del oro negro se vuelvan todavía más precarios. 'Un atentado en el puerto de Ras Tanura, desde donde zarpa el 80% de las exportaciones saudíes, haría enloquecer al mercado', destaca George Magnus, jefe de la oficina de estudios del UBS de Londres. No se debe excluir que, en estas circunstancias, el precio del crudo superaría la barrera de los 100 dólares el barril equiparándose al de 1979, al día siguiente de la crisis iraquí.
Algunos analistas están convencidos de que este escenario podría hacerse realidad incluso sin un atentado espectacular ni la caída del régimen saudí, simplemente mediante la continua erosión terrorista.
Ni siquiera el mercado a término, que en 1973 era inexistente, parece estar en condiciones de ofrecer datos útiles sobre el futuro del oro negro. 'El mercado a término', explica Cortesi, 'es el barómetro de las expectativas del mercado. Si un producto comienza a escasear, bien porque la demanda mundial crece o porque se produjo un declive de la oferta, los precios suben. Por eso los especuladores e inversores adquieren contratos a término, es decir, se comprometen a comprar la mercancía a tres, seis o 12 meses, fijando el precio hoy, a niveles que se calcula que serán más bajos que los futuros. Cuantos más contratos de compra se suscriben, más gravitan los precios futuros y viceversa.'
En esencia, el mercado futuro ofrece un panorama de las anticipaciones de los mercados. Desde hace meses, el del petróleo, parece estar regido exclusivamente por factores políticos de difícil previsión. Según datos del banco estadounidense Merrill Lynch, a principios de junio, los contratos a largo plazo en manos de los fondos de inversión, es decir, la demanda especulativa, alcanzaron el histórico máximo de 124 millones de barriles, niveles que no se habían visto en el mercado en los últimos diez años, desde los tiempos de la Guerra del Golfo. También en junio, el Gobierno de EE UU aceleró la compra de petróleo para aumentar las reservas estratégicas que se hallan ya en sus máximos históricos de unos 700 millones de barriles. La presión de esta demanda adicional, motivada por el pánico terrorista, no por la escasez de petróleo en el mercado, ha sido la que llevó el precio del crudo a superar la barrera de los 40 dólares.
La intervención de la OPEP ha servido para calmar momentáneamente los mercados. La incertidumbre sigue ahí. 'El verdadero problema radica en qué es lo que nos espera a la vuelta de la esquina', sostiene Susan Johns, '¿cómo reaccionará el mercado al próximo atentado? Basta con un ataque, incluso con una declaración para que los precios se disparen. Ya lo vimos a mediados de junio, tras el atentado de Bagdad en el que perdieron la vida más de 40 personas.' Sin embargo, si es cierto que la guerra y la posguerra en Irak complicaron mucho más las cartas puestas sobre la mesa, hoy la producción de petróleo iraquí ya no se considera factor determinante del precio, sino que se tiene en cuenta el papel desestabilizador que ese país podría desempeñar frente a la vecina Arabia Saudí. 'Por eso existe una mayor receptividad de los factores políticos que económicos', explica Johns. Lo que se teme es que volvamos a encontrarnos con una crisis del petróleo similar a la de 1979, cuando la revolución iraní dejó a todo el mundo con la boca abierta. Y entonces, como en 1973, se activó el arma del petróleo.
La incertidumbre afecta también los indicadores económicos de la producción. Los saudíes insisten en que sus reservas equivalen a 290.000 millones de barriles, pero los mercados no piensan lo mismo, hay quien sostiene que son poco más de un tercio de esa cifra. Matt Simmons, famoso analista de Simmons & Company International, un banco de inversión energética de Huston, reconoce que el valor real de las reservas está entre 100.000 millones y menos de 260.000 millones, un margen enorme. Existe, además, la polémica relativa a la curva de Hubbert, el gráfico del rendimiento de los pozos. M. King Hubbert, geólogo de Shell, predijo en 1956 que a comienzos de los setenta la productividad de los pozos de EE UU comenzaría a descender. La industria entera se rió pero en 1970, Hubbert fue reivindicado por todos, cuando la producción de petróleo de EE UU alcanzó su cenit y, poco después, comenzó su inexorable descenso. 'Si no se invierte en la exploración y la explotación de nuevos pozos, la oferta es incapaz de satisfacer la demanda', explica Johns. Queda claro por qué EE UU importa hoy el 60% del consumo de petróleo.
Ken Deffeyes, autor de Hubbert's Peak: The Impending World Oil Shortage, prevé que la productividad mundial de petróleo, incluida la saudí, alcanzará el cenit a finales de 2005. Simmons destaca que en los últimos 30 años la exploración en Arabia Saudí no ha conseguido ningún resultado digno de mención.
La demanda ofrece otro escenario apocalíptico, pues está sostenida por la voracidad energética estadounidense que consume 25 millones de barriles diarios (casi un tercio de la demanda mundial cifrada en 80 millones de barriles) frente a una producción interna de apenas 14,7 millones. El gigante estadounidense no está solo, lo acompañan otros dos, China e India, países con gran densidad de población, donde la demanda podría superar muy pronto la de EE UU.
La única certeza son los altos impuestos que gravan el consumo de petróleo en los países occidentales. En la actualidad, el precio del crudo ronda los niveles de los setenta, por tanto, es una de las materias primas más económicas. Un litro de gasolina, sin impuestos, cuesta menos que un litro de Coca-Cola o de agua mineral. El fisco se embolsa alrededor de dos tercios del precio de cada litro de gasolina que compramos, lo cual significa que la subida de los precios podría atenuarse con la reducción fiscal, al menos en un breve período, para evitar las consecuencias negativas en la economía mundial similares a las de 1979, es decir, aumento de inflación, ralentización de la recuperación, estanflación y otros factores. Sin embargo, a medio y largo plazo, la reducción fiscal implicaría un aumento del déficit público.
Con o sin desgravación, parece que los efectos del petróleo a 100 dólares el barril serían devastadores. 'Incluso si vivimos al día', confiesa un economista londinense, 'y revisamos continuamente nuestras previsiones del mercado, la dirección del movimiento de los precios es clara: la marcha hacia la cota de los 100 dólares ya ha comenzado'. En el futuro inmediato, la aguja del barómetro petrolífero seguirá oscilando entre la lluvia y la tormenta, lo que no puede decirnos es si volveremos a vernos arrastrados una vez más por el huracán.
Economista, autora del libro 'Yihad, cómo se financia el terrorismo en la nueva economía'