Baja volatilidad, bajo riesgo
El notable descenso de la volatilidad de la renta variable registrado en las últimas siete semanas tiene un efecto directo sobre el mercado de derivados. A saber, las primas que se pagan por las opciones son más bajas cuanto menor es la volatilidad. Esto es así porque la prima de la opción es lo que el inversor paga a cambio de la protección que ofrece el derivado en caso de que su apuesta -alcista o bajista- sobre el mercado resulte errónea.
Por esta razón, las primas de las opciones son una suerte de medida del riesgo de que el mercado experimente fuertes ascensos o descensos. Como la volatilidad de los índices estadounidenses están en los niveles más bajos desde 1996 -cuando la burbuja del Nasdaq estaba en sus estadios iniciales-, se entiende que el riesgo de mercado es el más bajo en este periodo.
Pero el inversor actual está pendiente de distintos frentes, y la percepción no es la de un mercado exento de riesgos. El terrorismo, el petróleo, los tipos de interés, la economía, la caída de los bonos... La sucesión de riesgos potenciales es larga. Hay varias explicaciones a esta aparente contradicción. La primera es que el dinero se ha vuelto complaciente, es decir, se ha acomodado en la situación actual y no se dará cuenta de los riesgos hasta que éstos se materialicen. Sin que deba ser norma el pensar que todo el mercado se equivoca, es algo que a veces ocurre.
También es posible, claro está, que el mercado tenga razón y que, en realidad, el riesgo hoy por hoy sea el más bajo desde 1996. La crisis asiática de 1997, la rusa de 1998, la burbuja de 1999, el estallido de ésta en 2000, el 11-S y los escándalos financieros han dibujado ocho años atropellados para los mercados financieros.
Pero no es éste el panorama que los expertos comentan en sus informes. En este sentido es verosímil que la baja volatilidad dure lo mismo que el enrocamiento de los mercados en la situación actual, y que el cambio en la tendencia -sea cual sea- venga acompañado de más inestabilidad.