_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Productividad y modelos de industria

El escaso crecimiento de la productividad en Europa con relación a Estados Unidos y de España en comparación con Europa se ha intentado corregir con iniciativas de poca aplicación efectiva. La autora analiza por qué se ha llegado a esta situación

Se ha escrito mucho sobre el problema del escaso crecimiento de la productividad que tiene en la actualidad Europa en comparación con Estados Unidos, y España en comparación con Europa. A nivel europeo se anunciaron ya hace tiempo iniciativas para corregir esta situación, aunque con poco grado de aplicación efectiva. En 2000, el Consejo Europeo de Lisboa estableció el objetivo de hacer de la UE la economía más dinámica y competitiva para 2010. En julio de 2003 se publicó el Informe Sapir, encargado por la Comisión Europea, donde se destaca que el crecimiento a largo plazo requiere inversión en conocimiento, a través del fomento de la investigación y de su asignación eficiente. Sin embargo, la iniciativa para el crecimiento, aprobada por la Comisión en noviembre de 2003, sólo dedica a proyectos de infraestructuras unos fondos escasos.

En España, el Gobierno ha creado una Unidad para el Impulso de la Productividad. Dada su composición, muy escueta y sólo por personas con responsabilidad en áreas de economía, parece que su función no será la de realizar propuestas dirigidas a mejorar la productividad, sino de analizar medidas originadas en distintos ámbitos, industria, tecnología, investigación, educación, etc. En este sentido, recuerda la práctica muy extendida en países anglosajones de acompañar las propuestas regulatorias con una evaluación de su coste-beneficio y en ocasiones con estudio del impacto sobre las pequeñas empresas. De forma similar se podrían valorar según su aportación a ese objetivo de fomentar la productividad tanto las iniciativas con incidencia presupuestaria como las propuestas normativas sobre los agentes privados.

España se ha ido especializando cada vez más en industrias intensivas de mano de obra, dejando de lado la inversión en capital

Evidentemente, el primer paso fundamental para diseñar, proponer o valorar políticas para incrementar la productividad es realizar un buen diagnóstico de por qué se ha llegado a esta situación. La creación de empleo a un fuerte ritmo es un hecho y es una explicación, pero no es una causa. Es importante destacar que la especialización productiva de España se ha ido moviendo en los últimos años hacia industrias de menos contenido tecnológico, en lugar de la evolución que cabría esperar según un país aumenta su grado de desarrollo. Cada vez España se ha ido especializando más en industrias intensivas en mano de obra, en las que precisamente hay dudas sobre su posibilidad de mantener alguna ventaja competitiva dado el empuje de países del sudeste asiático. Sin embargo, la inversión en capital se ha ido dejando de lado, a pesar del abaratamiento del coste de capital que se ha registrado en los últimos tiempos.

Se acaba de publicar un estudio en el Centro para los Estudios de Política Europea (CEPS) en el que se analiza el problema de la productividad europea (Why is there a productivity problem in the EU? Francesco Daveri. WP 205. Julio 2004). En el mismo se destaca que el problema de Europa no es simplemente la falta de tecnologías de información, como se ha sugerido tantas veces, sino básicamente la falta de profundización de la aplicación de capital a los procesos productivos, con reflejo directo en la productividad del factor trabajo y, además, una menor productividad total de los factores de producción que se achaca a menores gastos de I+D+i.

En primer lugar, es importante destacar que en Estados Unidos la productividad en los servicios de mercado ha sido la que más se ha acelerado recientemente, compensando la estabilidad de la productividad en manufacturas, cosa que no ocurre en Europa. Aquí, además, desciende la productividad en las manufacturas, especialmente de bienes de consumo no duradero. Este descenso es especialmente significativo en España. Mientras que en Estados Unidos la tendencia a la reducción de la productividad de los bienes no duraderos ha ido acompañada de un trasvase de recursos hacia los servicios o hacia la industria de alto componente tecnológico, en Europa los primeros siguen siendo parte importante de su ventaja comparativa en el comercio internacional y, aún peor, en España pasan a serlo (datos de 2001), en detrimento de la mayor ventaja relativa que se tenía en productos de tecnología intermedia (en 1992). La producción de bienes de consumo no duradero se ha ido caracterizando en la segunda parte de los años noventa por una menor participación del capital y un empeoramiento de la calidad del trabajo. Poca aportación a este tipo de producción tienen ni la tecnología de las comunicaciones ni la investigación aplicada. Por lo tanto, será bienvenido el incremento anunciado de un 25% en el gasto de I+D+i en los presupuestos generales del Estado para 2005, pero hay que ver además cómo influir en un modelo industrial desde una óptica de libertad de mercado.

Archivado En

_
_