El síndrome de China
Los milagros económicos absolutos no existen, y todo proceso de crecimiento, especialmente si se produce al ritmo del caso chino, no está exento de tensiones y sobresaltos. China, según datos recientes, tampoco sería una excepción, pues presenta claros signos de recalentamiento debido a un proceso de inversión excesiva, así como otro tipo de desajustes económicos de carácter estructural.
Esto no invalida en absoluto la virtualidad en el conjunto de la evolución y transformación económica, más bien subraya la necesidad de modificar el modelo de crecimiento hacia bases más sostenibles con la implementación de reformas estructurales.
Como reacción, el Gobierno chino ha instrumentado una seria de medidas monetarias y regulatorias orientadas a ralentizar el crecimiento. Se han aumentado los niveles de las reservas de los bancos comerciales con el fin de restringir los créditos, se han incrementado los requerimientos de pagos anticipados, y se han reducido los objetivos de crecimiento de la oferta monetaria, estableciendo una moratoria para nuevas inversiones en los tres sectores críticos, y también han subido los tipos de interés. Los efectos son inciertos porque numerosos chinos realizan sus transacciones al margen del sistema financiero y, además, este sector se percibe como subsidio y de carácter semipúblico, conceptos que difícilmente encajan en un sistema financiero ortodoxo necesario para que las medidas enunciadas actúen con eficacia.
Efectos inciertos porque un aumento de los tipos puede sobrecalentar todavía más la economía, pero los tipos afectan poco a una economía en la que los créditos no se asignan en función del precio. A pesar de las reformas, el Gobierno continúa controlando más del 50% de la economía.
La mayoría de las empresas estatales no se preocupan por el precio de sus deudas porque no tienen necesidad de beneficios. El sector de la construcción en los gobiernos locales (en gran parte causante del calentamiento) también permanece ajeno al coste del dinero, ya que sigue con fácil acceso al crédito.
Los altos tipos de interés tendrán más efectos sobre las hipotecas personales y los créditos al consumo, aunque ambos están todavía poco desarrollados.
Otra vía sería el endurecimiento fiscal, reducir el déficit público del 2,9% al 2,5% este año. Sin embargo, China carece de margen de actuación para controlar la demanda interna. Si el endurecimiento de tipos de interés tiene unos efectos muy reducidos, la política fiscal está muy influenciada por factores sociopolíticos.
Esto deja al Banco Central de China con las herramientas cuantitativas para instrumentar su política monetaria. El problema es que estas medidas tienen mucho más riesgo de que los factores contraproducentes sean más graves que los efectos positivos.
Las autoridades deben afrontar el problema del sobrecalentamiento y buscar la manera de ralentizar el crecimiento, sin que la evolución general del aparato económico se vea afectado; evitando el colapso de algunos sectores en los que se han dado excesos de inversión. Deberán procurar frenar el crecimiento, sin desencadenar una recesión que comprometa las posibilidades futuras.
Los responsables políticos deberán buscar restablecer el margen de actuación de la política monetaria constreñida por el comportamiento del sector exterior y por los objetivos de política cambiaria.
Más allá de la gestión del recalentamiento y de las restricciones asociadas en política monetaria, las autoridades chinas deben abordar los problemas estructurales subyacentes en su economía: peso excesivo de la inversión en el modelo de crecimiento, debilidad crónica del consumo interior, ausencia de mecanismos de protección social (que contribuye a elevar las tasas de ahorro a niveles cercanos al 40% del PIB), carencia de racionalidad económica en las decisiones de algunos intermediarios y en especial del Sistema Financiero, y necesidad de reforzar la legislación y los mecanismos que aseguren la responsabilidad en la gestión de los actores económicos. Y además, exigencia de mejoras en la productividad y distribución de renta del sector agrario, que abarca todavía al 60% de la población. Igualmente, necesitan resolver los estrangulamientos sectoriales, especialmente en los ámbitos energético y de transportes.
Los principales afectados por desajustes chinos serían el resto de economías orientales, Japón incluido, mientras que la mayor preocupación actual para las economías occidentales es que se simultaneen los problemas de las economías china y estadounidense.
Una revaluación del 20% de la moneda china, podría, al menos, paliar los excesos de la factura energética, siendo fácilmente asumible por su balanza comercial. De nuevo, es más fácil el diagnóstico del enfermo que su curación.
Directora general de la Fundación de Estudios Bursátiles y Financieros igimenez@febf.org