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Secretos de despacho

Creatividad e historia en Jones Day

Los enseres del despacho de Juan Tena tienen tanta historia como este abogado de mediana edad y modales exquisitos. Un amante del golf y esquiador ocasional, que se reconoce lector empedernido; un hombre que aliña su quehacer diario con una buena dosis de creatividad, para gozarlo después de veinticinco años.

La mesa, tallada en roble, perteneció al abuelo y presidió durante dos lustros las dependencias principales de la secretaría de la diputación provincial de Burgos. Después la disfrutó Tena padre en el hogar familiar de Madrid, donde, entre otras cosas, fue director de la Escuela Diplomática. Y, finalmente, Juan, el hijo y nieto que no pudo, o tal vez no quiso, para disgusto familiar, ser abogado del Estado, y escogió el ejercicio privado de la profesión. Del abuelo, también heredaría una edición del siglo XVIII del Código de las Siete Partidas, que ocupa un lugar de honor en los libros de derecho y economía.

La lámpara, un regalo de su esposa, acompaña al jurista desde que decidió abandonar Cremades -escuela de formación tras un brevísimo paso por CEOE como jefe de gabinete del entonces presidente Ferrer Salat- para independizarse profesionalmente y montar en 1993 con su colega Luis Muñoz, Tena, Muñoz y Asociados, bufete especializado en fusiones y adquisiciones.

'Las grandes firmas a veces se olvidan del cliente y ofrecen un producto prefabricado, hecho en serie'

Y los grabados, viejas instantáneas de la capital irlandesa, le recuerdan una infancia y una adolescencia que nunca hubiera querido que acabaran. Cuando muy pocos españoles viajaban, Juan Tena tuvo la suerte de vivir en el extranjero, primero en Dublín y más tarde en Uruguay, donde su padre fue embajador. El regreso a España, a principio de la década de los 70, marcó para siempre al adolescente que se sentía uruguayo por los cuatro costados.

El accidente aéreo de los Andes, que transformó la lucha por la supervivencia en una agria polémica sobre los límites de la dignidad humana, se convirtió sin quererlo en su propia tragedia: allí, en las faldas de la montaña helada, murieron sus mejores amigos de instituto y Tena nunca volvió al país del cono sur.

En el año 2000, la vida de este jurista dio un vuelco. El desembarco en la capital de renombradas firmas extranjeras hizo tambalear el futuro de su modesto bufete, y sin pensarlo dos veces él y su socio decidieron fusionarse - 'no fue una compra, ojalá', advierte- con el gigante Jones Day, el segundo despacho más grande de Estados Unidos y el sexto del mundo. ¿Pez grande se come a pez pequeño? 'Colaborar con ellos tiene muchas ventajas, respetan la cultura local, y nosotros conocemos muy bien la forma de hacer de los anglosajones' explica.

Gestor y abogado a un tiempo -coordina una plantilla de 30 especialistas- Tena reconoce que tiene inconclusa una tarea urgente: 'afinar los desajustes que se producen cuando una oficina pequeña se convierte en un despacho grande'. Pero no parece asustarle el cometido, pues conoce de sobra el oficio. 'Si alguna virtud tengo es la de saber elegir a mis colaboradores: todos ellos profesionales con una gran competencia técnica, habilidades comerciales y una reconocida vocación de servicio al cliente', enumera a modo de resumen. Pese a trabajar con red, el abogado mantiene intacta su aversión al dictamen de franquicia, tan común en los tiempos que corren. Ama el riesgo, la competencia y el asesoramiento personalizado, que hecha de menos entre sus colegas.

Entre todos ellos, sólo pronuncia un nombre: Rodrigo Uría, casualmente, un cerrado defensor de la independencia de su bufete -Uría y Menéndez- frente a los intentos de absorción de los grandes acorazados británicos y estadounidenses. De él admira su reconocido prestigio técnico y, sin lugar a dudas, su carácter insurrecto. No es casualidad que refiriéndose al letrado madrileño recuerde su locuaz y provocadora intervención durante la entrega en Londres de los premios de la editorial jurídica Chambers, hace ya un par de veranos. A los postres, y como colofón a su discurso de agradecimientos, Rodrigo Uría se refirió a su esposa 'por ser una excepcional compañera sexual'. El reconocimiento fue saludado con una salva de aplausos.

Amante de los placeres sencillos

El socio director de la oficina de Jones Day en Madrid siente devoción por su familia, cuyos obsequios, como estos grabados antiguos de la ciudad de Dublín, inundan el despacho. Su quehacer diario -'una mezcla de asuntos pequeños y asuntos grandes', resume tras muchos años asesorando a entidades como el Banco Santander, el Central Hispano, The Royal Bank of Scotland o ABN Amro- no le impide cumplir con sus obligaciones doméstica, las que le imponen una esposa y cuatro hijos, a los que vuelve una y otra vez durante la conversación y de los que sin embargo 'por pudor' no tienen ninguna fotografía encima de su escritorio.La calidad de vida la reivindica para él y para toda su plantilla, que dice, 'cada vez son más exigentes con la conciliación laboral y personal', y afirma, convencido por la experiencia, que la competencia jurídica no está reñida con el disfrute de los placeres cotidianos: leer o comer en casa.

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