Por qué nos preocupa el déficit público
Los buenos resultados alcanzados por la economía española en los últimos años, en especial la espectacular creación de nuevos empleos, se han asentado, principalmente, en el crecimiento de la actividad y mayor eficiencia del aparato productivo y de servicios, la moderación del aumento del gasto público y de la deuda, a la vez que la apuesta por la modernización de las infraestructuras, la reducción de algunos impuestos y la mejora de las rentas salariales y de prestaciones sociales.
El crecimiento y la mayor eficiencia ha transformado una economía que registraba unas tasas de inflación del 15% en 1980 reduciéndolas al 2,6% en 2003. El déficit público ha disminuido del 6,7% en 1993 al práctico equilibrio presupuestario de la actualidad, aún con el matiz de que permanece un déficit de medio punto en el subsector Estado. La deuda pública que en 1997 suponía el 80% del PIB representa en 2003 el 50,8%. Por su parte, los tipos de interés que sufrían las empresas y familias españolas en 1983 del 16,9% se han reducido al 4,1% en la actualidad, si tomamos como referencia los tipos a largo, y la inversión española en el exterior que ascendía en el año 1994 a 176.600 millones de euros, alcanzará al cierre del año 2003 un saldo acumulado de 787.100 millones de euros, cifra equivalente a algo más del PIB de ese año.
Pero el resultado más espectacular es la creación de empleo, con 4,2 millones de nuevos puestos de trabajo en los últimos ocho años, frente a una nula creación en el periodo 1975 a 1995. El cuadro muestra la correlación entre mayor déficit, y por lo tanto mayor deuda pública y aumento de impuestos, con menor ritmo de crecimiento económico y de creación de empleo. Y, por el contrario, la búsqueda y consecución de la estabilidad presupuestaria arroja beneficios en términos de aumento del PIB y del empleo.
La convergencia nominal ha permitido que se realice la convergencia real y que ésta genere dividendos sociales mediante la creación de empleo. Merece la pena detenerse unos instantes en este asunto. Es sabido que los desequilibrios de precios y tipos de interés tienen efectos perjudiciales sobre la actividad económica, dificultando el cálculo empresarial y postergando o reduciendo inversiones productivas. La política expansiva del gasto público cuyos efectos suponen desequilibrar las cuentas públicas inciden sobre precios y tipos de interés; la pugna por los recursos financieros que necesita el sector público se salda en contra de la actividad productiva por las presiones sobre el coste de la financiación.
Pero los efectos no se limitan al tejido empresarial; las familias ven penalizado su esfuerzo por la existencia de una brecha fiscal que genera distorsiones en el mercado de trabajo. El incremento de la presión fiscal se traslada a los precios, limitando las posibilidades del consumo interior o estrechando las disponibilidades de ahorro. Además el crecimiento de las necesidades de financiación del sector público hace aumentar los tipos de interés castigando el consumo de las familias, es decir, la variable que más contribuye al crecimiento económico y, por lo tanto a la creación de empleo.
En definitiva, estamos en una senda de crecimiento económico en torno al 2,8 % que permite el mantenimiento de los equilibrios presupuestarios que tanto ha costado conseguir y alcanzar, por fin, el superávit que tantos beneficios permitirá consolidar en la política más social que puede haber que es la creación de más y mejor empleo.