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Tribuna
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La ampliación de la prosperidad

Günter Verheugen. Traducción: Bernardo de Miguel Renedo

Los 10 países que se integrarán en la UE el 1 de mayo próximo han hecho un enorme esfuerzo para transformar sus economías y convertirse en democracias estables. El autor destaca la trascendencia histórica del proceso, pero recuerda que aún queda mucho camino por recorrer

El primero de mayo, la UE contará con 10 nuevos Estados miembros. La ampliación aumentará en 75 millones de habitantes la población de la UE, hasta 450 millones, y creará el mayor mercado interior del planeta. Pero reducir este proyecto a meras estadísticas no dice gran cosa. La ampliación es mucho más. Incluso me atrevería a afirmar que la palabra ampliación es engañosa: sugiere la suma de Estados que quieren ser miembros de nuestro club, cuando por encima de todo se trata de una ambición política basada en la misma visión y los mismos objetivos de los padres fundadores de la integración europea.

Tras dos guerras horrendas en las que odio, racismo y dictaduras costaron la vida a muchos millones de europeos y acabaron con el liderazgo de Europa en el mundo, personas como Jean Monnet, Robert Schuman o Konrad Adenauer, entre otros, no sólo entendieron que restaurar de una vez y para siempre la paz en nuestro continente era una urgencia absoluta, sino que también supieron que el único camino para alcanzar ese objetivo era la integración de las economías y el desarrollo de políticas comunes. Sólo cincos años después de la guerra, países que poco antes se habían enfrentado ferozmente se sentaron en torno a una mesa para lanzar el proyecto, abriendo camino a la era más pacífica y próspera de la historia de Europea.

El grado de privatización del sector bancario en la República Checa es hoy más alto que en Alemania, y el mercado energético está más liberalizado en Polonia que en Francia

Estos mismos motivos y no otros impulsan también el proyecto de la ampliación. Se trata de extender, desde el mar Báltico al mar Negro, la paz, la estabilidad, la democracia y la prosperidad que la UE ha cultivado con tanto éxito. Es, por consiguiente, un proyecto estratégico clave no sólo para los que se adhieren, sino para toda Europa. Nunca antes habían tenido lugar tantas adhesiones al tiempo ni los preparativos para el ingreso habían supuesto una transformación tan radical para la economía y la sociedad de los candidatos. Y nunca antes se había preparado tan bien una ampliación como en esta ocasión.

Hasta la caída del comunismo Europa estaba divida en dos. Muros como el de Berlín, barreras y desconfianza reciproca, y la amenaza de guerra separaban a los países de detrás del telón de acero del resto. No fue hasta 1989 cuando a la UE se le presentó la oportunidad única de unir un continente artificialmente dividido.

No era posible que a Europa se le escapara esta oportunidad. La solidaridad hacia países con historia y raíces compartidas hacía imperativo que los Estados de la UE acudieran en ayuda de sus vecinos. La paz y estabilidad no sólo cerrarían las heridas que años de aislamiento y desconfianza habían infligido a las sociedades europeas; la paz y estabilidad también alentarían el desarrollo económico y potenciarían al máximo la prosperidad para todos.

Ofrecer a los países de Europa Central y del Este el ingreso en la UE fue el modo de conseguir esos objetivos. La reforma de las anticuadas estructuras políticas y económicas era un prerrequisito para formar parte de la familia comunitaria. Los nuevos socios han hecho un enorme esfuerzo para triunfar en este gigantesco proceso de transformación.

Han privatizado industrias y bancos, liberalizado mercados y precios, creado nuevas Administraciones para asegurar una competencia justa y supervisar las normas del mercado. Han reformado sus sistemas judiciales y adoptado todo el marco legal de la UE. Hoy, el grado de privatización del sector bancario en la República Checa es más elevado que en Alemania; los mercados de energía están más liberalizados en Polonia que en Francia.

Mientras que las negociaciones con Bulgaria y Rumania continúan y las decisiones sobre el comienzo de las negociaciones con Turquía se tomarán a finales de este año, los 10 países que se unirán a la Unión han completado sus preparaciones para la adhesión. Se han convertido en democracias estables. Los conflictos entre vecinos, las disputas sobre fronteras y los problemas con minorías han quedado resueltos. La transformación en economías de mercado operativas está casi terminada, y las reformas económicas han dado lugar a estructuras competitivas. No obstante, no todo es perfecto. En algunos casos, las reformas de la función pública y de la judicatura debe continuar. La batalla contra la corrupción no ha concluido. La reestructuración industrial necesita terminarse. Y todos los compromisos adquiridos en la negociación, desde el cumplimiento de los estándares de higiene en los mataderos hasta la informatización de la aduanas, deben respetarse escrupulosamente.

La actual ampliación fue impulsada por una convicción moral, por consideraciones políticas y estratégicas. Fue la respuesta de la UE, largamente esperada, a los trágicos acontecimientos del siglo XX. Fue una apuesta por la paz a través de la integración, por la estabilidad mediante el entendimiento y la cooperación. Por eso es por lo que esta ampliación es verdaderamente 'histórica'.

No es el fin de la historia, sin embargo. La UE necesita profundizar la integración, fortalecer sus instituciones, adaptar sus políticas a los desafíos del siglo XXI, entre los cuales, por supuesto, se encuentra la lucha contra el fundamentalismo y el terrorismo; fenómenos que han cobrado una dramática relevancia en las pasadas semanas. Esto es absolutamente crucial si Europa quiere ser capaz de defender sus intereses con una sola voz y no con un coro disonante. Necesitamos fortalecer lo que tenemos en común para ser capaces de superar los nuevos problemas que están surgiendo en el mundo. De manera que sólo aprovecharemos todo el potencial que ofrece la ampliación cuando la UE, con una Constitución acorde con su nueva dimensión y peso, desarrolle una genuina política exterior y de seguridad, así como la estrecha cooperación judicial y policial que se necesitan para defender nuestros valores, nuestra libertad y nuestra seguridad en el mundo de hoy.

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