Un nuevo modelo de reindustrialización
El anunciado cierre de fábricas de electrónica de consumo (Samsung, Philips) y centros de investigación (Nokia) parece haber sorprendido a los políticos que, faltos de ideas, parecen propugnar más la penalización al que se va que la búsqueda de nuevos incentivos para atraer a otros inversores.
No es éste un fenómeno nuevo. Hace varios años que los fabricantes de productos para redes abandonan la fabricación (Ericsson, Alcatel), como antes lo hicieron los de informática (IBM), vendiendo sus fábricas a empresas especializadas (que se terminarán trasladando) o cerrándolas.
Ni es exclusivo de España. En EE UU, IBM y AOL están trasladando centros de actividad a Oriente como antes lo hicieron Lucent o Cisco. Ni se limita a empresas foráneas. En España lo practican Inditex y Telefónica, como ya hacía El Corte Inglés, que realizan actividades fuera del país para atender al mercado español.
Este fenómeno es el resultado de la fragmentación de la cadena de valor de las empresas, que permite externalizar aquellas funciones que aportan menos valor económico y que pueden ser realizadas por empresas especializadas. Es el caso de la gestión de sistemas informáticos, los centros de atención a clientes, la fabricación o la instalación y el mantenimiento. BT consideró externalizar su mayor activo, su red de telecomunicaciones en Reino Unido, lo que no se materializó. Sin embargo, la política de la UE de basar el modelo de competencia en telecomunicaciones en la reventa de facilidades o servicios (bucle de abonado, preselección, ADSL mayorista) hace perder rentabilidad directa a los activos de red, lo que puede favorecer en el futuro su externalización, empezando por la función de gestión y operación.
El fenómeno responde a un doble objetivo: la racionalización de los costes, transformando coste inversor en gasto, y la reducción de activos poco rentables, propiciando una mayor agilidad y una menor vulnerabilidad a las empresas para reaccionar a los cambios futuros.
Por ser decisiones de gestión económica son independientes de la situación financiera de las empresas, y las adoptan incluso aquellas con beneficios.
Este fenómeno produce efectos contrapuestos. Por un lado, contribuye a una redistribución de la riqueza a nivel mundial, al trasladar determinadas actividades a países en desarrollo, lo que va acompañado de una transferencia de tecnología y de saber hacer que hace subir su nivel tecnológico. Este aspecto de atracción de una industria soporte, bien acompañado por una política institucional de promoción tecnológica, puede llevar a la paradoja de que algunos países en desarrollo sean los más activos en la adopción de nuevas tecnologías.
Pero por otro lado contribuye a una degradación de la calidad del empleo, ya que se sustenta en realizar la función con costes cada vez menores. Así, la mano de obra que la realiza está explotada (en el buen sentido), con contratos basura y de gran rotación. Por ello, el mantenimiento de estas actividades en países avanzados se ve cada vez más dificultada por una normativa laboral protectora del trabajador.
Los políticos deberían conocer esta nueva reordenación estructural de los sectores económicos y desarrollar políticas conducentes a atraer inversiones en aquellas funciones de la cadena de valor que aún no están sujetas a esa dinámica. Afortunadamente son las que generan más valor económico y por tanto podrían crear mayor riqueza, aunque no necesariamente aquí. Por ello, cualquier política debería de considerar las externalidades que pueda generar el beneficiario.
Pero desafortunadamente son las que necesitan menos mano de obra, por lo que se hace necesario combinarlas con unas políticas protectoras de lo que queda de esas otras funciones intermedias y otras creadoras de empresas auxiliares de carácter local.
El nuevo modelo en desarrollo será todo menos estable, ya que esas nuevas inversiones parece que, en general, tendrán una vida más corta que las ahora en deslocalización, y podrían tener un carácter muy local, muy de nicho, lo que limitaría su capacidad de crecimiento.