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Columna
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¿Política inmigratoria?

Existen pocas materias tan importantes para el futuro de nuestra sociedad como el adecuado tratamiento del fenómeno inmigratorio. Sin embargo, los grandes partidos -Gobierno y oposición- siguen sin abordar una adecuada política inmigratoria. Nos limitamos a medidas epidérmicas contra las mafias -de esas que simplemente satisfacen los temores atávicos previamente jaleados desde las instituciones-, sin solucionar los grandes retos con los que nos enfrentamos, el de cómo regular los flujos migratorios para que los inmigrantes que necesitemos puedan entrar legalmente, cómo mejorar su integración social, y cómo disminuir la presión migratoria desde las regiones más pobres.

La población inmigrante en España sigue creciendo. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE) ya viven en nuestros país más de dos millones y medio de extranjeros, de los cuales más del 70% son extracomunitarios. Esta población inmigrante total supondría casi el 6% del total de la población española, un porcentaje que camina hacia las medias europeas. ¿Son muchos? ¿Son pocos? Pues depende; todo dependerá de nuestro modelo económico y la intensidad de su crecimiento. Si seguimos creciendo a tasas superiores al 2% del PIB anual, nuestra tasa de inmigración seguirá creciendo, hasta equipararse con la media europea, que se encuentra en torno al 7%-8%. Si por el contrario nuestra economía se ralentizara, también lo haría el ritmo de inmigración; o si -toquemos madera para que así no sea- entráramos en recesión, muchos de los inmigrantes que actualmente se encuentran entre nosotros marcharían a lugares más prósperos donde labrarse un futuro.

Por tanto no debemos hacer eco a esas voces que nos asustan vaticinando una invasión permanente de inmigrantes, y que desde hace años llevan afirmando que en España no cabemos todos. Todavía nadie sabe cuántos inmigrantes serán necesarios para mantener nuestra población laboral equilibrada. El propio INE estima que para 2010 la población extranjera oscilará entre los 4 millones y los 6,5 millones de personas. En Luxemburgo, más del 43% de los trabajadores son inmigrantes. En Suiza casi el 22% y en Austria el 10%. En España no llegan al 3%, muy lejano todavía de los anteriores países o de Alemania -donde con la recesión han bajado hasta el 8,9%- o Francia, donde también han bajado hasta el 6,2%.

España comenzará pronto a sufrir un fuerte desequilibrio en el mercado laboral

Nuestra natalidad cayó desde finales de los setenta a niveles sensiblemente inferiores a los de los países de nuestro entorno. Eso quiere decir que pronto comenzaremos a sufrir un fuerte desequilibrio en nuestro mercado laboral, motivado por la escasa incorporación de las cohortes jóvenes. Cada año que pase, hasta el 2018, la caída será progresivamente mayor.

No nos hacemos en la actualidad una idea de lo difícil que será encontrar mano de obra joven española dentro de unos años en determinadas regiones. Por eso es de esperar que la demanda de inmigración siga creciendo también para esas franjas de edad.

Sin embargo, y a pesar de esos apabullantes datos, prácticamente seguimos sin vías legales de entrada. Los contratos en origen o los de campaña, aunque positivos, apenas significan nada. Muchas veces oímos a nuestros compatriotas: 'Que vengan como los españoles fuimos a Alemania, con los papeles debajo del brazo'. Lo que pasa -y esto nadie lo sabe- es que durante muchos años entrar legalmente en España resultó del todo imposible. Para entradas previstas de 260.000 inmigrantes -según el INE- nos limitábamos a aprobar contingentes de 30.000. El propio Estado cebaba la bomba de la inmigración irregular de la peor forma posible. No dejando entrar legalmente a nadie, pero regularizando periódicamente a los que ya estuvieran dentro. Y así hemos llegado hasta la actual población inmigrante.

De estos 2,5 millones de inmigrantes, más de un millón se encuentran en situación irregular. Serían los famosos sin papeles. ¿Cómo se calcula su número? Pues el INE ha comparado los permisos de residencia con el número de inmigrantes empadronados en nuestros ayuntamientos. Tendremos que regularizarlos, no pueden vagar como alma en pena cuando nos son necesarios.

Ante esta perspectiva, no podemos seguir sin política inmigratoria alguna, más que el demagógico discurso contra las mafias. Una política de inmigración no sólo es una política de fronteras. Debe regular los flujos migratorios, facilitar la integración y permitir el desarrollo de las zonas emisoras. A ver si se enteran.

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