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Columna
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El reparto de poder en la UE

La posición negociadora de España en el seno del Consejo Europeo atraviesa un momento extremadamente delicado. Como es bien conocido, la adopción del proyecto de Constitución por el Consejo de la Unión está bloqueada, principalmente, por la negativa de España y Polonia a aceptar el nuevo método de toma de decisiones. El nuevo criterio propuesto establece una mayoría de Estados que representen al menos el 60% de la población, dificultando la formación de 'minorías de bloqueo' a los dos países citados. Ello representa una pérdida de poder relativo respecto al último acuerdo institucional alcanzado en el Consejo de Niza de diciembre de 2000.

Es razonable que genere inquietud el deterioro de la posición negociadora española y polaca en una cuestión de tanta relevancia para la futura defensa de sus intereses. También es lógico pensar que esta situación se ha fraguado en la crisis vivida por los acontecimientos internacionales de los dos últimos años, en los que ambos países desempeñaron un papel relevante en el aislamiento de las dos grandes potencias comunitarias, Francia y Alemania.

La rígida posición del eje franco-alemán durante la reciente presidencia italiana y los augurios para 2004 no permiten ser optimistas respecto a una salida negociada a corto plazo. Sin duda, España o Polonia, pueden ejercer su derecho de veto, en un asunto que exige unanimidad. Pero el bloqueo en la adopción de la Constitución Europea, justo antes de la ampliación a 25 Estados miembros, no es posición sostenible a largo plazo.

La situación es particularmente delicada, ya que la aceptación de la propuesta actual debilita notablemente la capacidad de maniobra de España en el Consejo Europeo. Existen argumentos sólidos para oponerse a los nuevos criterios para la formación de mayorías, pero de poco servirán si existe un deseo de revancha frente a un Gobierno que hizo ostentación de 'orgullo atlantista' en un momento de difícil soledad para 'la vieja Europa'. Es obvio que un cambio de mayoría política en España mejoraría sustancialmente la situación.

El reparto de poder en la UE exige un acuerdo político basado en criterios políticos. El deseo de buscar un 'criterio objetivo', como la población, aparenta un avance democrático, al recordar el principio de un hombre un voto. Pero, hay que recordar que, incluso en los sistemas electorales de los países miembros, existe una corrección territorial, siendo conocida la desproporción para lograr un escaño entre circunscripciones más o menos densamente pobladas, en beneficio precisamente de estas últimas.

La población evoluciona con el paso del tiempo y en la UE la libre circulación de trabajadores, de ciudadanos y el libre establecimiento son principios constitutivos que incitan precisamente a la ruptura de la estabilidad en la localización. La dinámica social y económica impulsa la inmigración y la deslocalización de la población.

Otras variables que pudiéramos proponer presentarían similares o mayores problemas: PIB, superficie geográfica… La UE fue pionera en el diseño de indicadores sintéticos de varias variables, precisamente para equilibrar los efectos perversos que se producen en la adopción de un único criterio de decisión. Y además, ¿por qué el 60% de la población, y no el 51% o el 66%? ¿Qué consecuencias estratégicas, en el reparto de poder, tendría la adhesión de Turquía a la UE, con 65 millones de habitantes y demográficamente en expansión?

La UE necesita urgentemente un nuevo impulso y su nueva Constitución es una buena oportunidad. Pero debe nacer de la negociación y del consenso político. No es bueno para el futuro de la Unión que dos países de la entidad de Polonia y España tengan que optar entre el veto y la pérdida de poder. Sería un mal comienzo para la Europa ampliada. Pero mucho peor son las amenazas de segregación de un 'núcleo duro' de países, abandonando a las diversas periferias a una segunda velocidad, más bien segunda división. El actual momento europeo e internacional merecería políticos menos mediocres que los que hoy nos gobiernan que, en definitiva, son incapaces de resolver problemas aritméticos en un momento en que la ampliación a diez nuevos miembros exige un enorme esfuerzo de solidaridad y de comprensión de las complejas singularidades de este continente.

El autor formó parte del equipo que negoció la adhesión de España a la CEE

No es bueno para la UE que países de la entidad de Polonia y España deban optar entre el veto o perder poder

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