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Tribuna
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Los ojos del lobo

La amenaza de desindustrialización de Cataluña ha sido un tema recurrente y de creciente actualidad. Ahora, la amenaza empieza a materializarse y, tras anunciar su llegada, ya podemos ver los ojos a los primeros lobos que llegan a devorar nuestras industrias. Cataluña ha sido, históricamente, una tierra rica en tejido industrial que ha sabido regenerarlo tras sucesivas crisis sectoriales. Pero en los últimos años se da por bueno el crecimiento del sector servicios en detrimento de la industria.

¿Qué ha cambiado en Cataluña para que esta crisis sea distinta? Por un lado, no existe conciencia de crisis. No hablamos de grandes cierres, sino de un goteo interminable de cierres medios o pequeños. La macroeconomía no deja ver los problemas microeconómicos, los de las personas. Por otro, gran parte de los cierres más sonados son de multinacionales, empresas que un día decidieron invertir en Cataluña y hoy deciden lo contrario. Estamos ante un cambio en el modelo de economía, no ante un problema localizado en una empresa o en un sector.

Las razones por las que empresas de todo el mundo decidieron invertir y arriesgar su dinero instalando capacidad productiva en Cataluña siguen siendo las mismas por las que ahora deciden marcharse: producir de forma eficiente y fiable al menor coste posible. Hace unos años fuimos afortunados y éramos un país de moda para invertir. Hoy esa moda ha pasado y todo el mundo piensa en los países de Europa del Este y Central y en China. El mundo es más y más pequeño y muchísimas industrias están inmersas en una terrible espiral deflactora. Cada mes que pasa, los productos deben ser más y más baratos. Además, ahora se cierran las plantas de forma preventiva, hay que producir más barato para vender más y poder ganar más.

Los más liberales dirán que el mercado es sabio y pondrá a cada uno en su lugar. Los que lo somos, pero menos, decimos que es necesario actuar. En concreto, creo que cabe actuar en dos líneas en paralelo. Por un lado, ganar tiempo: retrasar dicho declive, combinando incentivación con disuasión. Las compañías que reciben subvenciones públicas deben tener alguna obligación con la sociedad que se las paga más allá que prestarse a la foto electoral de rigor. Y los ciudadanos también tienen derecho a ser beligerantes en su consumo. En materia de política industrial deben redefinirse los ejes de la economía que queremos en el medio plazo. Es hora de pensar en la próxima generación y no en la próxima elección. Y actuar para incrementar las ventajas competitivas que permitan triunfar a Cataluña en el nuevo escenario.

Cataluña no va a caer en una gran recesión en los próximos meses, ni siquiera años, pero necesita y puede reinventarse. Los lobos siguen llegando y, de momento, sólo hay eco mediático de su actuación (Samsung, Philips, Milliken, Nokia...) ¿Reaccionará a tiempo la sociedad civil y la Administración?

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