Super-Greenspan y el BCE
Habría que empezar a creer que el presidente de la Reserva Federal de EE UU (Fed), Alan Greenspan, tiene capacidades casi taumatúrgicas a juzgar por los excelentes resultados de la política monetaria aplicada en estos últimos años. Sin embargo, el juicio definitivo va a depender de que la recuperación económica lograda por los tipos de interés más bajos de los últimos 40 años devenga en una expansión fuerte y duradera que impulse la economía global.
Será entonces el momento para contrastar los logros de esta política monetaria agresiva y la más cauta aplicada por el BCE. Es muy posible que como en la famosa fábula y por las mismas razones, la tortuga europea, que ya se está despertando de su prolongado letargo y promete un avance regular, resulte victoriosa en un horizonte no muy lejano ante la liebre americana que puede tropezar en su precipitada marcha.
La Fed pudiera estar cometiendo un error de cálculo (sería el tercero desde su creación) a menos que en su política haya, lo que no es improbable dada la proximidad de las elecciones presidenciales, una motivación política.
La justificación para mantener unos tipos de interés negativos en términos reales en los últimos 15 meses fue, primero, el peligro de deflación, y después, ante lo ridícula que parecía esta razón para una economía que crecía al 8%, la Fed recurrió a la elevada y persistente tasa de paro (5,9%) y a la inexistencia de presiones inflacionistas. No se sabe por qué -¿o quizá sí?- la Fed no hizo la menor referencia a otros indicadores muy significativos que apuntan a un peligro inminente para la inflación, el fuerte aumento del precio del oro y la no menor caída del dólar.
El BCE fue más cauto. El recorte de tipos fue menor y más lento. De los tres problemas con que se enfrenta la economía europea, la estabilidad de los precios, el crecimiento y la paridad euro-dólar, el BCE ha optado por la estabilidad de los precios, que no está en contradicción con el crecimiento, ya que aquélla es condición necesaria para éste, aunque no sea en sí misma suficiente.
Una explicación adicional e importante de esta cautela monetaria ha sido la incapacidad de controlar la política presupuestaria mostrada por los países más grandes de la zona euro, aquellos que habían querido inscribir en mármol la disciplina presupuestaria en el Tratado de Maastricht, pero fueron los primeros en votarse la inmunidad.
Sin embargo, el ínclito señor Greenspan no parece estar adoptando esa misma actitud prudencial propia de un banco central independiente. A pesar de que tras el fuerte acelerón monetario la Administración norteamericana puso el turbo de un creciente y enorme déficit presupuestario, la Fed anunció que piensa mantener la actual postura laxista por un periodo considerable.
Parece como si la autoridad monetaria de ese país participase en una carrera contra reloj, luchando para que la recuperación económica en curso se consolide con la creación de empleo y se mantenga al menos hasta las elecciones presidenciales de noviembre. Es decir, antes de que la creciente inquietud de los mercados financieros generada por el gigantesco déficit corriente exterior y el elevado endeudamiento público y privado acentúe el ya fuerte declive del dólar y lleve a una violenta subida de los tipos a largo cuya primera víctima sería la propia economía norteamericana.
No está en la omnipotencia de la Fed desbrozar el camino que conduce al paraíso económico, pero cuando su política alimenta el declive del dólar y hace que el antiguo secretario del Tesoro, Robert Rubin, pierda su legendaria calma en sus manifestaciones críticas, es de temer que la autoridad monetaria de EE UU está llevando con sus (¿bien intencionados?) errores la economía de ese país y con ella la global al purgatorio.
Economista y estadístico