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Tribuna
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Acuerdo en el aire

Los ministros de Comercio de las Américas se reunirán hoy y mañana en Miami, en la recta final del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), planeada para 2005. Luego se decidirá la ubicación de la sede permanente del Secretariado del ALCA, para la que Miami compite con Atlanta, Trinidad-Tobago, Puebla (México) y Panamá.

Los esfuerzos del ALCA se pusieron en marcha espectacularmente en la Cumbre de Miami, en diciembre de 1994, cuando se acordó eliminar progresivamente las barreras no sólo al comercio, sino también a la inversión en el continente americano, habitado por más de 800 millones de personas.

Desde un prisma optimista, el principal logro es el borrador del acuerdo. En un plano histórico e ideológico, el ALCA se enfrenta a una notable oposición en el contexto interamericano precisamente por ser un diseño de EE UU. Desde el punto de vista del regionalismo, anclado en geografía, historia, economía y cultura compartidos, puede representar una aberración a la vista de las diferencias de nivel y perfil entre las dos grandes zonas formadas por el dúo Canadá-EE UU y el resto del continente. Este detalle es más escandaloso cuando en las negociaciones no se contemplan mecanismos de cohesión como los fondos estructurales o regionales de la UE. Al proponer positivamente el ejemplo del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN/Nafta) con la incorporación de México, como emblema del nuevo concepto, se refuerza la percepción del ALCA como ampliación del mismo TLCAN. Con perspectiva del movimiento de antiglobalización, el ALCA se identifica con el histórico monroísmo o panamericanismo bajo la hegemonía de EE UU.

El proteccionismo de EE UU y las exigencias de algunos países latinoamericanos ponen en peligro el ALCA

Para contrarrestar esta negativa imagen, los Gobiernos latinoamericanos han sido muy cautos en vender los posibles beneficios del ALCA. En realidad, han aireado su oposición a los aspectos que consideran dañinos. El ALCA se ve ligado a la imposición de las reformas económicas del pasado, a las que se culpan de buena parte de los males económicos y sociales de la actualidad.

La combinación de la resistencia de las medidas proteccionistas de EE UU y las exigencias asimétricas de algunos de los países latinoamericanos puede hacer peligrar el proceso. El ALCA sería entonces sustituido por una serie de acuerdos particulares -bilaterales- en los que a la larga los intereses estadounidenses serían los más beneficiados, pero a un alto costo de incertidumbre ante la posibilidad de una ola de políticas populistas de sustitución de importaciones en algunos países e inestabilidad sociopolítica en otros. Bolivia ha sido una advertencia. La debilidad institucional y la limitación al comercio convierten la cláusula democrática (el intento más ambicioso de superar el perfil comercial, pero pensada sólo contra Cuba) en una misión de difícil aplicación.

Debido en parte a la percepción negativa de América Latina acerca de la buena disposición de EE UU y a la vista de las anunciadas reticencias de Brasil para plegarse a los deseos de Washington, y no desistir de la defensa de sus intereses, los responsables estadounidenses han considerado conveniente jugar la carta de los anuncios de acuerdos con países individuales o bloques formados ad-hoc. Así se lee el repentino anuncio de la apertura de negociaciones con una Comunidad Andina sin Venezuela (un aviso claro a Hugo Chávez), Centroamérica y Panamá por separado. En el otro sector caribeño, República Dominicana destaca como cabeza de puente, a la espera de lo que decidan las antiguas colonias británicas. Con México anclado en Nafta y Chile sólidamente sintonizado con EE UU, sólo quedaría Mercosur fuera, de momento, del panorama, a la espera del movimiento de ficha de Lula y Kirchner -Argentina, por su lado, confirma su decisión de seguir negociando acuerdos bilaterales con el resto de América Latina, con la esperanza de poder presentar unas mejores condiciones a EE UU para subsumirse en el ALCA-. En todo caso, la estrategia de EE UU estaría en contraste con el acuerdo global y colectivo, aunque fuera descafeinado. Sería una tregua entre EE UU y Brasil, a la espera de mejores tiempos. O tal vez sólo se trate de una táctica de anuncios que luego no tienen confirmación en la práctica, todavía en el plazo de la anunciada fecha de finalización de las negociaciones.

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