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Columna
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Lejos de la convergencia real en el empleo

Eurostat, la Oficina Estadística de la Unión Europea (UE), ha publicó los principales resultados de la encuesta sobre las fuerzas de trabajo (EFT) realizada en la primavera de 2002, que incluye las distintas encuestas nacionales, como la encuesta de población activa española (EPA).

La EFT es la única estadística que permite realizar una comparación dentro de la UE de todas las variables relacionadas con la situación de las personas en edad de trabajar en el mercado de trabajo (ocupación, paro e inactividad) de acuerdo con los criterios internacionales de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), algo que no es posible con otras estadísticas como el paro registrado o las afiliaciones a la Seguridad Social.

Comparando el mercado de trabajo español con el de la UE, el resultado más relevante es que la tasa de paro española, a pesar de que el cambio metodológico introducido en 2002 (ver el artículo del autor en Cinco Días del 9 de mayo de 2002) supuso una importante reducción de la misma, equivalente a 2,5%, sigue siendo la más elevada de toda la UE: 11,1%, frente al 7,6% de promedio en los quince países y 8,3% en los doce países de la zona euro.

La razón del elevado nivel de desempleo en España no se debe a que la tasa de actividad sea alta, sino a que la de ocupación es baja

Este dato se confirma con las estimaciones más recientes de Eurostat, las de julio de este año, realizadas con base en los resultados de las encuestas de cada país para el segundo trimestre de 2003 y teniendo en cuenta la variación en cada caso del paro registrado hasta julio, según las cuales la tasa de paro ascendía al 11,4% en España, al 8,1% en la UE-15 y al 8,9% en la UE-12, siendo la española la más alta y seguida de la francesa y la alemana, en ambos casos contados del 9,4%.

La razón de la elevada tasa de paro de España no se debe a que la tasa de actividad sea alta sino a que la tasa de ocupación es baja (tasa de paro = 1- tasa de ocupación/tasa de actividad).

Según los datos de Eurostat de 2002, la tasa de actividad española, en relación con la población de 15 a 64 años, el 66,1%, es inferior en más de cuatro puntos porcentuales a la del promedio de la UE-15, 70,4%.

Esta diferencia de la tasa de actividad española se explica por la menor tasa de actividad femenina, ya que la masculina, 79,3%, es prácticamente igual a la de la UE, 79,4%. Por el contrario, la tasa de actividad femenina española, 52,9%, es la tercera más baja de la UE-15, después de las de Italia y Grecia, e inferior en 8,5 puntos a la del promedio de dicha área, 61,4%.

Por su parte, la tasa de ocupación de España, en relación también con la población de 15 a 64 años, el 58,4%, es menor en 5,8 puntos que la de la UE-15, 64,2%, lo que explicaría, como se ha señalado, el elevado nivel de la tasa de paro pese a que todavía es escasa la participación de la mujer en el mercado de trabajo español tal y cómo muestran los datos.

En lo que se refiere al empleo, existen todavía importantes diferencias entre el mercado de trabajo español y el del conjunto de la UE-15 (ver cuadro adjunto), entre las que destacan las siguientes:

La todavía baja tasa de asalarización (porcentaje de asalariados sobre el empleo total), la cuarta más reducida tras Grecia, Italia y Portugal.

La tasa de temporalidad (porcentaje de asalariados que tienen empleo temporal) más elevada de la Unión Europea, que supone 2,4 veces la del promedio de la zona.

El escaso peso relativo del empleo a tiempo parcial, el menor de la Unión Europea, después de Grecia, al situarse el porcentaje sobre el empleo total a más de 10 puntos del promedio de la Unión.

La mayor participación relativa del empleo agrícola y del de la construcción y la menor participación del empleo en los servicios y en la industria.

La tercera jornada habitual más alta de la UE de los asalariados a tiempo completo, 40,4 horas semanales, después de la muy elevada del Reino Unido, 43,3, y de la de Grecia, 41,0.

El mercado de trabajo español aún es diferente al de la mayoría de los países de la UE, sobre todo al de los más desarrollados, como los escandinavos y centroeuropeos, lo que significa que todavía hay una notable distancia en cuanto a la convergencia real en materia de empleo con esos países.

Las más significativas de esas diferencias son la alta tasa de paro española, explicada por una reducida tasa de ocupación, en parte compensada por la escasa tasa de actividad femenina, y la peculiar estructura del empleo en la que destaca la importancia de su precariedad, la escasa participación relativa del trabajo a tiempo parcial, la diferente estructura sectorial y la elevada jornada laboral de los asalariados a tiempo completo, lo que refleja, en general, una situación de atraso y menor desarrollo económico y social que la mayoría de los países que conforman la Unión Europea.

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