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Tribuna
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Los desafíos del euro

Los suecos han rechazado en referéndum el euro. Aunque por motivos distintos, lo mismo habría ocurrido si hace seis años se hubiera celebrado un referéndum sobre el mismo tema en Alemania. A diferencia de lo ocurrido en Suecia, a la cabeza de los votantes en contra del euro habrían estado el canciller Kohl y su Gobierno, porque para ellos sólo se podría asegurar la creación de una moneda comparable al marco si existiera una unión política que impusiera las condiciones necesarias para tener una moneda estable y fuerte.

El proceso del euro siguió unos derroteros distintos porque la Francia de Mitterrand exigió a Alemania la aceptación del euro como condición indispensable para que pudiera realizarse la reunificación y Kohl lo aceptó aunque esto le supusiera 'una de las horas más amargas de su vida'.

Para contrapesar las desventajas con que se iba a crear la nueva moneda, Alemania consiguió que Francia aceptara unos criterios de convergencia que habrían de cumplir todos los países aspirantes a la nueva moneda, la creación de un Banco Central Europeo (BCE) independiente del poder político y un Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC) que garantizara la política presupuestaria necesaria para la estabilidad del euro.

La divergencia de estos planteamientos con la tradición monetaria francesa la expuso en un escenario gráfico, y esperamos que no profético, David Lascelles, antiguo periodista de Financial Times, en un artículo que publicó en 1997 en la revista alemana Der Spiegel con el título La aventura del euro. El autor supone que precisamente en 2003 se produciría un crash en la economía internacional. De acuerdo con el PEC, los Estados de la eurozona no podrían compensar la caída de la demanda con un aumento significativo del gasto público, por lo que aumentaría el paro. El presidente francés propondría entonces una amplia reforma de la unión monetaria para superar la crisis, retirando el Pacto de Estabilidad y Crecimiento y exigiendo que el Banco Central Europeo colaborase en la lucha contra la recesión. Una cumbre de crisis termina en fracaso y 48 horas después Francia proclamaría la vuelta al franco. En su simulación el autor añade que España e Italia abandonan también el sistema, quedando solos, después de esta desbandada, Alemania, el Benelux y Austria.

Lascelles no podía imaginarse en aquel entonces que en 2003 Alemania iba a sentirse tan incómoda como Francia con el pacto que ella impuso y que en vez de un Gobierno cristianodemócrata iba a ser una coalición roji-verde la que hiciera causa común con un Gobierno francés conservador. Tampoco pudo pasársele por la imaginación que fuera precisamente un Gobierno español el que se tuviera que enfrentar a alemanes y franceses, mostrándoles que en tiempos de crisis puede crecer la economía con un presupuesto equilibrado.

Aunque el argumento principal de los suecos para rechazar el euro haya sido el ver los recortes que se están haciendo en Francia y Alemania al Estado del bienestar y lo menguado del gasto social que permite un presupuesto equilibrado, en España pensamos que las contradicciones que se han dado en la corta historia del euro explican la cautela con que se ha de tomar una decisión tan compleja. Por fortuna estos acontecimientos no han dañado la credibilidad del euro para que haya llegado a ser en 2003 la moneda más fuerte del mundo.

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