Las dueñas del agua dejan el Tercer Mundo
Casi 4.000 millones de personas sobreviven sin agua en el mundo, un lujo que sólo es corriente para 1.000 millones. Pero la gran industria no tiene claro que llevarles agua sea un negocio
Vivimos en un planeta azul porque es abundante en agua, pero salada. Sólo un 2,6% de las reservas son de agua dulce, y de esta cantidad sólo se puede aprovechar una tercera parte, la mitad de ella, contaminada. En los últimos 50 años el consumo de agua se ha multiplicado por cuatro, pese a que la población mundial casi se ha duplicado.
Pero de los 6.000 millones de personas que pueblan este mundo, sólo 1.000 millones tienen agua corriente, mientras que para 2.400 millones es impracticable el aseo y 1.200 millones ni siquiera tienen acceso seguro a agua potable. De manera que, en opinión de la OCDE, 'el primer reto al que se enfrenta el desarrollo sostenible es garantizar el suministro seguro, fiable y a precio razonable de agua y servicios de saneamiento'.
Por todo, Naciones Unidas declaró 2003 como Año Mundial del Agua. Transcurridos ocho meses y medio, los foros y encuentros internacionales que esta celebración ha congregado no parecen haber encontrado la forma de abordar el reto, a pesar de que en ello les va la vida a cinco millones de niños cada año.
El precio que pagan las familias por el suministro de un metro cúbico de agua potable es todo un indicativo de desarrollo: en Madrid cuesta 58 céntimos de euro (que con el IVA se eleva a 62 céntimos), pero en Nueva Delhi se paga a 4,89 dólares (4,35 euros), mientras que en algunas ciudades de Estados Unidos apenas cuesta un céntimo.
Basta multiplicar los precios de Nueva Delhi por los 2.000 metros cúbicos al año que debería consumir cada uno de los casi 1.000 millones de indios para considerar que la industria se está perdiendo un negocio redondo. Así lo debió pensar en 1999 la multinacional de biotecnología Monsanto, que entró en el capital de Water Health International y se asoció a Eureka Forbes/Tata. Quería entrar en el negocio de agua en India y México. Hoy los responsables de la compañía en Europa no tienen 'constancia' de dichos proyectos.
Esta iniciativa respondía a la política que desde hace 10 años ha seguido el Banco Mundial: presionar a los Gobiernos de los países en vías de desarrollo para que privatizaran las empresas públicas de agua, a fin de atraer a las grandes multinacionales con concesiones y animarlas a invertir en infraestructuras. Y hasta cierto punto lo consiguieron, porque atrajeron inversiones de 60.000 millones anuales. Pero ahora, que dicen que se necesitan 180.000 millones, las compañías se muestran reticentes.
El precedente quizá lo marcó la constructora californiana Bechtel en Cochabamba (Bolivia), donde se privatizó la empresa pública de aguas en diciembre de 1999. Su filial, Aguas de Tunari, decidió en febrero de 2000 subir una media del 43% las tarifas, de forma que las familias venían a pagar 61 céntimos de euro por metro cúbico, lo que se llevaba el 25% del salario medio. El Ejecutivo boliviano expropió la filial tras cuatro meses de graves disturbios, por lo que en noviembre de 2001 Bechtel le reclamó 25 millones de dólares.
La retirada
Pero el año pasado fueron las cuatro principales multinacionales del sector las que tocaron a rebato. Empezó la francesa Saur, la división de agua de Bouygues, que se ha retirado de Mozambique, que ha insistido en la renegociación de un contrato con Suráfrica y ha suspendido un proyecto en Zimbabwe. Su presidente, Jean-François Talbot, llegó a criticar a los dirigentes del Banco Mundial su falta de realismo, porque le parece 'inevitable' que las compañías pidan garantías por los riesgos que asumen y créditos blandos para invertir.
En Brasil, el Gobierno ha retirado su acuerdo con la división de agua de la también francesa Vivendi Environnement (hoy rebautizada como Veolia Water) para que ésta comprara un 39,7% del capital de la empresa pública de agua del Estado de Paraná.
Mientras, los turcos están pagando la factura de una privatización irregular del servicio de agua de Izmit, a cargo de la británica Thames Water, del grupo RWE.
Suez deja de ser la buena samaritana
En diciembre del año pasado, la división de agua del grupo francés Suez, hasta ahora Ondeo, renunció a su concesión en Manila (Filipinas) a cambio de una compensación de 303 millones de dólares por sus inversiones en su filial Manylad. Aquí, como en Argentina, Suez se ha visto a merced de los vaivenes de las divisas.En el tercer Foro Mundial del AguaDavid Hall, que se celebró en marzo, David Hall, director del Departamento de Servicios Públicos Internacionales (Psiru) de la Universidad británica de Greenwich, afirmó que este hecho significa que la industria del agua 'prepara su salida' de los países en vías de desarrollo, porque Suez llegó a hacer suya la 'misión' de 'llevar el agua a los pobres'.En enero, el grupo anunció una reestructuración de dos años, que implica reducir sus inversiones en estos países a una tercera parte para 2005. Con ella, Ondeo se diluye dentro de la división de medio ambiente del grupo Suez.