Cómo va de verdad España
Santiago Niño Becerra analiza una serie de problemas sin resolver en la economía española. Según el autor, aunque no se han generado en los últimos años, ha sido en éstos cuando más acusadamente se han puesto de manifiesto
Si usted, que se encuentra ahora ante esta página, ha decidido leer las líneas que siguen, tenga en cuenta tres cosas:
Los datos que aparecen no constituyen una novedad, puesto que todos son bien conocidos los datos que figuran en el cuadro adjunto muestran la posición, referida al 2001, de una serie de macroagregados españoles en relación a la media europea (= 100).
Lo que aquí se dice no se dice con el fin de meter ningún dedo en ningún ojo, el objetivo es solamente abrir una ventana a la reflexión.
No se dan soluciones, se expone una situación que, aunque no se ha generado en los últimos años, ha sido en ellos cuando más dramáticamente se ha ido poniendo de manifiesto.
España tiene un nivel de población en edad de trabajar elevado, lo que en principio no es ni bueno ni malo, pero la cantidad de esa población que está ocupada es reducida y el número de esas personas que se encuentran ocupadas en compañías industriales y en compañías de servicios relacionadas con las altas tecnologías es, también, reducida.
Por otro lado, la productividad del conjunto de los factores productivos en España no alcanza la media europea, y la del factor trabajo, en concreto, aún es más reducida; en ello mucho tiene que ver el bajo nivel del stock de capital total sobre el empleo existente, el bajísimo nivel de gastos en tecnologías de la información y la comunicación (TIC), el ridículo volumen de stock en capital humano y el incalificable ratio de stock de capital tecnológico. Todo ello se resume en los niveles de inversión en I+D: patético en el caso de la pública e increíble en el de la privada.
Fruto de todo ello, España tiene un nivel de costes laborales muy bajo y otro de protección social más bajo aún, resumiéndose todo en un producto interior bruto (PIB) per cápita que se sitúa casi 17 puntos por debajo de la media europea. Y, ¿qué quiere decir todo esto?
España no puede emplear a toda su población activa que desea trabajar y a parte de la que emplea lo hace en régimen de subempleo y de paro encubierto. (¿Por qué no se autoriza al Instituto Nacional de estadística (INE) a publicar estadísticas subsectoriales de las personas que desean trabajar a tiempo completo y a las que tan sólo se les ofrece contratos a tiempo parcial?, ¿por qué no a detallar por actividad las personas que disponen de una formación muy superior a la requerida por los empleos en los que están ocupadas?)
España tiene una inflación descontrolada porque su productividad es baja, tan baja que no puede domeñar la inflación que la economía española genera; y la productividad es baja porque en España se dan rigideces en la oferta, se invierte muy poco y porque el nivel de cualificación de la población española es reducido.
España cuenta con una presión fiscal total más baja que la media europea, pero con unas cotizaciones sociales más elevadas; con una presión fiscal producida por sus impuestos indirectos en línea con la media de Europa, pero con una presión procedente de los directos mucho más reducida.
España, o no ingresa lo suficiente para que aumenten su nivel de protección social y el gasto público en educación o sí lo ingresa y otros gastos absorben esos ingresos; lo cierto es que en España se están reduciendo los impuestos sobre el capital, mientras las carencias en protección social y en educación permanecen.
Como consecuencia de todo ello, España genera, desde el lado de la oferta, un valor añadido reducido pero, como sucede lo relatado, desde la demanda también lo es debido, entre otras razones, al bajo nivel salarial en el que se encuentra la población ocupada española, aunque los costes laborales totales se encuentren por debajo de la media europea y ciertos sectores institucionales continúen solicitando más moderación salarial. (¿Por qué cuando se aborda la necesidad de abordar reformas estructurales tan sólo se habla de unos parámetros, ignorando abiertamente otros?)
No puede España, o no sabe, generar más valor atendiendo al volumen de población con que cuenta. Invierte poco y tiene carencias educativas, por lo que ocupa a poca población activa en subsectores generadores de alto valor.
Su productividad es baja y compite utilizando su menor nivel de costes laborales, aunque ello tampoco le ayuda a ocupar a más de su población en edad de trabajar porque en ese terreno no puede ya competir con otros países. Esta es, sin retoques, la imagen que España presenta en estos momentos.
Usted, lector, que tan amablemente ha llegado hasta aquí, pregúntese ahora si, realmente, va bien España.