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Columna
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¿Más productividad o ausencia de expectativas?

Estados Unidos parece haber salido de la recesión de 2001, como hace poco certificaba el comité encargado de fechar las recesiones para el National Bureau of Economic Research. Puntualizaba este organismo, sin embargo, la gran dificultad que dicha economía está encontrando para generar empleo, lo que está impidiendo que el final del periodo recesivo se convierta en un periodo expansivo y, para explicar la ausencia de creación de empleo coincide con muchos analistas en aludir a las ganancias que se están observando en productividad. Al hacerlo así, sin embargo, se incurre en una tautología.

Ocurre que muchos de los indicadores económicos más relevantes -tasa de paro, saldo por cuenta corriente, déficit público- son, por naturaleza, diferencia o cociente de variables, por lo que cada uno de ellos no es sino consecuencia de la evolución de estas últimas. Por ejemplo, la tasa de paro se obtiene a partir de la población activa y el empleo, y es únicamente analizando el comportamiento de cada uno de estos dos componentes por separado como puede lograrse una interpretación rigurosa de la primera. Un descenso en la tasa de paro debe tener una interpretación muy distinta según se deba a una fuerte moderación de la población activa en un contexto de escasa o nula creación de empleo, o a una fuerte creación de empleo.

Algo similar ocurre en el caso de la productividad: la productividad media es el cociente entre alguna medida de producción, como el producto interior bruto (PIB), y algún indicador de empleo. Las medidas de productividad difieren según utilicen el número de ocupados o el número total de horas trabajadas, así como en función del indicador de producción utilizado. En dicha relación, sólo dos de las tres variables, productividad, PIB y empleo, son independientes, siendo la tercera una función exacta de las otras dos. Disponiendo de datos para dos de ellas, cualquier observador puede calcular exactamente el valor numérico de la otra.

Otra manera de decir lo mismo es que existe una identidad que vincula los valores tomados por la productividad, el PIB y el empleo. En una economía real, sólo el empleo y el PIB son observables, por lo que la productividad, que no se observa directamente, se calcula en función de las dos primeras. Parece, por tanto, natural, considerar que la producción y el empleo son variables que evolucionan en función de sus respectivos determinantes, mientras que la productividad resume la evolución seguida por ellas.

Cuando la fase expansiva de una economía comienza a agotarse, se observa un enfriamiento de la demanda que conduce a una acumulación de existencias, tal como sucedió en 2001. En consecuencia, la producción se reduce, lo que hace disminuir la productividad, y la menor productividad suele utilizarse como justificante del ajuste de empleo que ocurre posteriormente.

En el cálculo de la productividad a lo largo de una recesión como un cociente, el numerador, el PIB, suele reducirse menos que el denominador, el empleo, por lo que la productividad aumenta, como se está observando actualmente. Gradualmente irá aumentando el empleo, pero también el PIB. Mientras el crecimiento en este último sea suficientemente importante, la productividad aumentará, estimulando el crecimiento del empleo. Cuando el crecimiento del PIB se reduzca de nuevo, la productividad volverá a moderarse, y el ciclo volverá a comenzar.

Cuestión diferente son las ocasiones, siempre importantes, en que se produce una verdadera ganancia en productividad debido a la introducción de alguna innovación tecnológica (internet, ordenadores personales, etcétera). Entonces, la productividad aumenta de manera autónoma, lo que hace aumentar al PIB incluso con el mismo nivel de empleo.

Es únicamente en este caso cuando cabe considerar a la productividad y el empleo como las variables independientes, y al PIB como consecuencia de las mismas. Sin embargo, esto ocurre mucho menos frecuentemente, se produce sectorialmente, y requiere un cierto periodo de tiempo para manifestarse.

La coyuntura actual está caracterizada por la ausencia de incentivos para la creación de empleo ante la falta de expectativas de las empresas. Lo que ocurre es que la incipiente recuperación de la producción en un contexto de estabilización del empleo está conduciendo a un aumento de la productividad.

El fenómeno relevante es la estabilización del empleo, y el incremento en productividad es consecuencia del primero, y no al revés. Esta observación es crucial para una correcta interpretación de la situación actual, así como para la elaboración de escenarios futuros razonables.

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