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Columna
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Indicios esperanzadores

Los mercados de valores han mostrado una reacción tibia a los últimos datos publicados en la economía estadounidense, mientras los analistas han mostrado interpretaciones muy divididas.

La contabilidad del segundo trimestre en EE UU mostró un crecimiento económico del 2,4%, que fue minusvalorado por el impacto de un fuerte crecimiento del gasto público en defensa. Siendo correcto este matiz, quizá no se ha apreciado suficientemente el importante aumento de la inversión en planta y equipos, tras los descensos de trimestres previos. Al tener la actual recesión su origen y su mayor virulencia en la producción industrial, por el lado de la oferta, y en la inversión en equipos, por el de la demanda, es en estos dos ámbitos donde han de verse los primeros indicios de recuperación, lo que hace que este dato sea esperanzador, si bien ha de verse corroborado en próximos trimestres.

En paralelo, el índice ISM de actividad industrial mostró en julio su primer aumento en cinco meses, mientras el PMI de compras por los gestores de plantas industriales aumentaba por tercer mes consecutivo. También los pedidos industriales aumentaron, y fue especialmente fuerte el incremento de bienes duraderos, cuya adquisición requiere mayor confianza en los consumidores. Todo ello configura cierto optimismo sobre el escenario productivo industrial. También es positivo el comportamiento del índice de actividad del sector servicios, que mostró en julio su mayor aumento en seis años, al crecer por cuarto mes consecutivo.

Las señales menos positivas provienen, primero, de la confianza de los consumidores, cuyos dos principales indicadores arrojan imágenes conflictivas, debido a las diferencias en la información que recogen, pero también por las dudas que en los consumidores existen. En segundo lugar, de los resultados empresariales, que no muestran una mejoría sólida, impidiendo una recuperación de los mercados de valores; por último, del mercado de trabajo, en el que el número de ocupados ha disminuido en los últimos seis meses.

En este sentido, resulta paradójico que se interpretase negativamente el descenso de dos décimas en la tasa de paro en julio; se trata del primer descenso en más de un año, pero tuvo como origen una importante disminución en la población activa, puesto que el número de ocupados bajó ese mes en 44.000 personas, cuando el consenso del mercado esperaba un aumento.

Es positivo que las nuevas solicitudes de subsidio de desempleo descendieran en julio por tercer mes. Sin ser una noticia consistente con una robusta recuperación, apunta a una posible estabilización del mercado de trabajo. Nótese que estamos hablando, en este caso, no de un indicador de empleo, sino de desempleo, que ha de descender significativamente antes de que los indicadores de ocupación puedan repuntar.

El análisis de los ciclos económicos sugiere que el número de ocupados suele recuperarse con cierto retardo respecto de los indicadores de producción, debido a que, tras una recesión, las empresas requieren un cierto nivel de confianza para volver a contratar. Mientras, se esfuerzan en satisfacer el incipiente repunte en la demanda de sus productos con los mismos trabajadores, lo que, consecuentemente, hace que las medidas estadísticas de productividad aumenten en esa fase del ciclo, como se está observando actualmente en EE UU.

Una señal paralela proviene del nivel de existencias, que ha descendido en cuatro meses consecutivos; menores existencias hacen que los incrementos en demanda deban satisfacerse con producción, lo que podría ser un detonante para un repunte en la contratación de trabajadores.

Mientras se confirman los indicios reseñados, la economía estadounidense sigue sustentada, al igual que ocurre en España, sobre el consumo y la actividad constructora, elementos que no pueden mantenerse indefinidamente como pilares únicos. Uno de los principales problemas en ambos frentes está relacionado con la reciente elevación de tipos de interés a largo plazo, que han experimentado una inusitada volatilidad, al hilo de declaraciones de signo opuesto en las últimas apariciones públicas del señor Greenspan.

Es claro que continúa interesando un nivel reducido del tipo a 10 años, lo cual no es fácilmente compatible con el optimismo que la Reserva Federal quiere infundir, razonablemente, en empresas y familias. Por suerte o desgracia, no hay mucho que la Reserva pueda hacer a este respecto, y sus posibilidades pasan más por posibles declaraciones que por recortes en su tipo de intervención. Por todo ello parece bastante claro que los tipos de interés deberían permanecer inalterados en la reunión de hoy del organismo monetario estadounidense.

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