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Tribuna
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Las tendencias de localización empresarial

Pere Puig i Bastard advierte que las previsiones sobre el traslado de las empresas a zonas periféricas no se han cumplido. Considera que el estar cerca del poder político ha condicionado el emplazamiento de las grandes compañías

La tendencia de localización geográfica de las grandes empresas es un tema que hoy experimenta un renovado interés, no tan sólo en círculos académicos, sino también entre quienes tienen a su cargo el estudio y la elaboración de políticas públicas.

Numerosos economistas han establecido comparaciones entre el patrón de la distribución geográfica de las grandes empresas en EE UU y el existente en Europa. Han llegado a la conclusión de que la gran industria estadounidense está mucho más concentrada que la europea, y de un modo persistente.

¿La irrupción de las nuevas tecnologías y la creciente integración de mercados tenderán a impulsar una creciente descentralización geográfica del poder empresarial en favor de zonas periféricas? O por el contrario, ¿las empresas seguirán mostrando una tendencia a agrupar sus sedes y a concentrarse en las grandes áreas metropolitanas centrales?

Preocupan los efectos que puedan producirse en España por la centralización de la inversión extranjera en la capital del Estado

La nueva competencia no conlleva necesariamente una lucha por tratar de derrotar al competidor en el terreno de la eficiencia productiva tradicional, sino por intentar superarle con nuevos productos y con una capacidad superior de reacción. Las empresas que dependen cada vez más de una rápida diferenciación de sus productos para hacer frente a las crecientes exigencias de la demanda se benefician del acceso a un entorno económico y social de elevada calidad. Pero también saben que dependen, y mucho, de la información que les ofrece el estar localizadas cerca de la competencia.

La continua tendencia a que las sedes de grandes empresas se localicen en las áreas y los núcleos más importantes de EE UU tiende a dar apoyo a la teoría de que los ejecutivos toman decisiones en el sentido de tratar de agrupar la sede central de sus empresas cerca de las sedes de empresas similares, para disfrutar de sinergias competitivas. El vaticinio de una supuesta tendencia hacia la dispersión de sedes empresariales en favor de áreas o zonas de nuevo crecimiento, de costes de producción más bajos, que se hizo hace unos años, no se ha producido en absoluto

El proceso de integración de mercados que está teniendo lugar en España y en la UE, que configuran lo que denominamos como nueva economía, estaría impulsando algunas importantes fuerzas de fondo, según nos advierten Xavier Vives y Ángel de la Fuente en un trabajo reciente. El resultado es que la dimensión empresarial vuelve a ser una variable importante.

Hay que destacar que la concentración de mercado y el tamaño medio de las empresas en los sectores manufactureros en España está, generalmente, por debajo de las de los países europeos.

Un importante debate parece resurgir en España relacionado con los factores que estarían determinando un creciente proceso de centralización de los flujos de inversión de origen exterior en la capital del Estado y de reforzamiento político de los grandes grupos empresariales autóctonos localizados en un único gran núcleo central.

Preocupan los efectos que de este proceso puedan derivarse. Y esta preocupación surge tanto en relación con los objetivos declarados en las políticas de convergencia regional como de la preservación de la capacidad de crecimiento de zonas periféricas de antigua industrialización, particularmente dinámicas y con un fuerte predominio de pymes de origen familiar, como es el caso Cataluña. La búsqueda de la proximidad del regulador, así como de la protección política gubernamental por parte de los grupos embarcados en fuertes operaciones de inversión internacional desde los sectores hoy regulados o de los que lo estuvieron anteriormente (banca, energía, telecomunicaciones) nos ofrecen una cierta casuística de situaciones a tener en cuenta

Las grandes operaciones de inversión y de concentración, participación o fusión de empresas, particularmente en sectores regulados, proporcionan razones para localizarse cerca del poder político, y para que éste se sienta además tentado a facilitarlo.

La pregunta final es: ¿por qué debe de preocuparnos que una determinada región deje de ser receptora de sedes de grandes empresas? Una primera razón reside en que obviamente ello influye en la demanda de servicios y de capital humano. Una segunda razón, ciertamente más sutil, es la que está asociada a la capacidad de influencia local sobre las grandes decisiones empresariales.

Las dos razones apuntan en el fondo a un solo hecho: la pérdida de los centros de decisión puede constituir un indicador que nos advierta de la escasez de dinamismo interno y/o de la falta de capacidad de atracción de las iniciativas estratégicas de origen exterior en una determinada área o región.

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