Cómo se mide el paro en España
Paul Samuelson, premio Nobel de Economía, manifestó en su discurso de investidura como doctor honoris causa por la Universidad Politécnica de Valencia: 'Conozco y utilizo muchas matemáticas superiores. Mis alumnos tienen mágicos ordenadores electrónicos y emplean los más intrincados métodos econométricos. Sus bases de datos son 100 veces más completas que las empleadas por la generación de mis profesores y, tal vez, la precisión de estas bases de datos se ha duplicado. Pero todavía no podemos estar seguros de cuál será el producto interior bruto del año en curso de España o de EE UU'.
Dichas afirmaciones son válidas también con relación a la cifra de paro real en nuestro país. Aunque en teoría se le supone una magnitud mucho más fácil de obtener que la del PIB.
En España, y en la mayoría de países desarrollados, entre los diversos indicadores existen dos instrumentos fundamentales para medir el paro: las demandas de empleo al final de cada mes (del Inem, que ahora pasa a denominarse Servicio Público de Empleo Estatal) y la encuesta de población activa (EPA) elaborada por el Instituto Nacional de Estadística (INE).
En los países de la UE los datos del paro de las oficinas de empleo son superiores a los de la encuesta de población activa. En España sucede lo contrario La reducción del paro no se debe sólo a la bonanza económica, sino también a los cambios en la elaboración de los datos
Con la publicación de la EPA del segundo trimestre de 2003 vuelve a surgir una vieja polémica: cuánto paro hay realmente en España. Así, según la EPA, se encuentran en situación de desempleo 2.085.000 personas (tasa de paro del 11,12%), frente a 1.600.000 (tasa de paro del 8,6%) del Inem.
El paro de la EPA es siempre mayor que el del Inem. Sin embargo, en la mayoría de países de la UE sucede todo lo contrario: los datos de las oficinas de empleo son superiores a los elaborados por la encuesta de población activa. Ello es debido a que la inscripción en los registros es condición necesaria para solicitar las correspondientes prestaciones por desempleo y determinadas ayudas sociales, las cuales suelen ser, en términos generales, más generosas que en España.
¿Cómo se puede explicar las diferencias entre el paro del Inem y la EPA?, ¿cuál es verdaderamente el número de personas en paro? Las divergencias tienen su origen en las características propias de cada indicador. Mientras que la EPA sigue estrictamente los criterios internacionales de la Organización Internacional del Trabajo, el paro registrado excluye a personas inscritas en el Inem. En este sentido, un informe del Consejo Superior de Estadística indica: 'Las diferencias entre el paro de la EPA y el Inem se deben a que para calcular el paro registrado el Inem excluye a determinados colectivos que, sin embargo, la EPA sí incluye'. Ejemplo: los estudiantes que buscan trabajo que la EPA puede calificar de parados, y el Inem no. Frente a los 500.000 jóvenes de 16 a 24 años que figuran como parados en la EPA, el Inem registra sólo 257.000 (exclusión del 50%).
También se excluyen aquellas personas paradas que no se registran en las oficinas del Inem. Sólo es obligatorio estar inscrito para los perceptores de prestaciones y subsidios de paro. Para los que no cobran, la inscripción es voluntaria. Por ello, muchas personas pueden estar paradas en la EPA y no figurar inscritas en el Inem. Algunos se encuentran desanimados, no creen que el Inem les pueda encontrar un puesto de trabajo y no se inscriben. Según el Consejo Económico y Social, el Inem colocó directamente el 15% de las ofertas recibidas por las empresas, el 85% restante encontró trabajo al margen del Inem. En concreto, a través de un familiar o amigo y anuncios de prensa.
En este sentido son justificadas las declaraciones del gobernador del Banco de España, Jaime Caruana: 'Resulta imprescindible que los Servicios Públicos de Empleo incrementen el volumen de puestos de trabajo que ofrecen a los parados y mejoren las actividades que llevan a cabo para facilitar su inserción'.
Pero las divergencias entre EPA e Inem no son puramente cuantitativas. Las cifras del paro no son el simple registro del número de personas sin trabajo: es una clasificación de las personas en paro. Con la misma edad y en la misma situación se puede ser activo, parado o inactivo. Por ello, la adscripción a la categoría de parado registrado es un componente muy subjetivo: es la propia declaración del individuo, en cuanto su situación, la que la determina. Tiene sus límites en su propia naturaleza.
Al ser los datos del Inem de origen administrativo, son un instrumento sensible a toda modificación de la reglamentación, de la actitud de las personas hacía la institución o de la gestión de los ficheros. En este contexto, analizar el paro mensualmente como una foto fija nos puede conducir a errores de interpretación. Los análisis interanuales, por su mayor horizonte temporal, son más adecuados. Por ejemplo: un determinado mes del año que coincida con el comienzo de cursos de formación destinado para parados conlleva una disminución del número de desempleados, sin que medie un aumento de la actividad económica. Las razones hay que buscarlas en que los asistentes a los cursos son excluidos de los registros como parados.
Parece evidente que el paro de la EPA es el único instrumento válido para realizar tanto comparaciones internacionales como para reflejar mejor la realidad del mercado de trabajo. Tiene la solvencia y el crédito suficiente para ser respaldada por la Oficina Estadística de la UE (Eurostat). Sin embargo, por una prudencia elemental, sus datos deben ser interpretados con cautela. La reducción de la tasa de paro de los últimos años no es sólo debido a la bonanza económica, sino también a los cambios en la elaboración de la encuesta que en la última modificación rebajaron la tasa de paro en más de dos puntos (340.000 personas). Además, se le critica el no mantener series históricas comparables que permitan análisis temporales.
Su utilización es aconsejable por gozar de mayor credibilidad que el Inem y proporcionar una información más adecuada que permita tomar decisiones para solucionar el paro. En este sentido, la información es la materia prima de la decisión; de su calidad depende la toma de decisiones. Gracias a ella se podrá identificar bien el problema y sus características, buscar alternativas de resolución y evaluarlas.
Una mala información tiene consecuencias económicas y sociales nada deseables. Según Keynes: 'Para resolver un problema primero es necesario identificarlo, y a menudo el hacerlo con precisión supone la resolución del mismo'.