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El espejo de los fondos

Un brote increíble

Juan Ignacio Crespo

Los partícipes de fondos de inversión han añadido recientemente a sus tribulaciones algo más por lo que inquietarse: la subida de los tipos de interés de medio y largo plazo (de hasta 0,8%) que ha provocado que la rentabilidad media acumulada por los fondos que invierten en este tipo de activo se haya reducido desde el 3,29% acumulado a mediados de junio hasta el 2,34% que acumulan en promedio si se añaden para el cómputo los 40 días que han transcurrido desde entonces.

Normalmente se supone que el mercado de bonos, al igual que la Bolsa, se anticipa a los cambios de fase en la actividad económica. De ahí que este movimiento alcista de los tipos se haya interpretado como un síntoma de que la recuperación está cercana. También se ha señalado que es el comienzo del fin de la burbuja que se estaba produciendo en los mercados de renta fija, que habría llevado el precio de los bonos a unos niveles insostenibles; o, también, que el creciente déficit fiscal del Gobierno de los EE UU (4% del PIB en la actualidad) serviría para justificar la elevación de los tipos.

Sin embargo, puede que ninguna de estas razones esté bien encaminada, pues ni la economía norteamericana está creciendo con fuerza, ni está claro que tenga sentido el concepto de burbuja para la renta fija, ni tampoco es universalmente válida la argumentación de que, a mayor déficit fiscal y mayor emisión de deuda, mayores tipos de interés. Un contraejemplo que ilustra bien esta última afirmación sería lo sucedido en Japón entre 1996 y 2002, con la deuda neta en circulación incrementándose del 22% al 74% del PIB al tiempo que los tipos de interés de largo plazo se reducían casi sin interrupción desde el 3,2% al 1,2%. La explicación de que esto ocurriera así fue, como es bien sabido, que en ese periodo el PIB nominal cayó un 5%, en tanto que la inflación lo hacía en una proporción parecida.

Para crecer de forma sostenida la economía de EE UU necesita una fuerte reducción de su déficit por cuenta corriente y mayor inversión empresarial

En la actualidad, y a pesar del reciente anuncio de que la recesión se terminó en noviembre de 2001, las noticias que provienen de los EE UU no son muy alentadoras: el desempleo está 2,5 millones de personas por encima de donde estaba antes de que comenzara, y no da síntomas de que la tendencia vaya a cambiar pronto; durante los dos últimos trimestres el crecimiento ha estado por debajo del 1,4%, y una empresa tan emblemática -y locomotora de la economía- como Ford acaba de manifestar que no ve ningún indicio de mejora.

Lo más probable, por tanto, es que el repunte de los tipos de interés de la renta fija a largo plazo sea una falsa señal que, en cierto modo, recuerda la que emitió el mercado japonés en 1999, cuando los tipos de interés de los bonos en los plazos más largos pasaron desde el 0,8% hasta el 2%. Ese movimiento alcista fue pasajero y poco tiempo después se reanudaba una caída continuada de los tipos que se ha mantenido hasta la actualidad, hasta el 0,5% en que estaban hace algo más de un mes.

Para crecer de forma sostenida la economía norteamericana necesita una fuerte reducción, que aún no se ha iniciado, de su déficit por cuenta corriente -la depreciación del dólar permitirá seguramente que esa corrección comience a finales de este año- y un regreso con fuerza de la inversión empresarial. Ninguna de las dos parece estar a la vista por ahora.

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