¿Quién está comprando acciones?
Después de cinco meses sin atender, ni un solo jueves, al monótono dato de las peticiones semanales de desempleo, resulta que ayer éstas bajaron de las 400.000 y, de repente, se convirtió en la noticia del día. Poco importa que Sun Microsystems o AOL Time Warner presenten malos resultados. El Nasdaq y los valores tecnológicos han tirado hacia arriba en las dos últimas jornadas. Ahora resulta que el mercado está preocupado por el desempleo. Pero sólo cuando el dato es bueno, puesto que, cuando es malo, no es importante.
Ante esta situación, hay una pregunta que ronda las mesas de negociación y los desayunos donde se configuran las estrategias de mercado. ¿Quién está comprando? Los analistas son, como es ya tradición, optimistas y confiados en el futuro. El supuesto experto dirá que la reducción de desempleo es el 50% de lo que necesita la economía para recuperarse, y que el otro 50% es el aumento del gasto empresarial.
Ahora bien, el gestor que ha visto aumentar el paro en los últimos meses ¿está tan convencido de que la Bolsa está adelantando la remontada de la economía y los resultados empresariales? ¿Cree, realmente, que éstos son tan positivos como reflejan las cotizaciones? ¿Creía en marzo de 2000 que Terra valía 140?
Posiblemente no. Pero el cortoplacismo que domina los mercados y que tanto daño hace a los pequeños inversores es lo que dicta las normas. Obliga a los gestores a sumarse a las tendencias de compra y venta intradiarias. La especulación no deja sitio a la inversión.
Quien compra acciones lo hace presionado por filosofías como la del rendimiento relativo, que mide la eficacia de un gestor en relación con la evolución de un índice. Este tipo de teorías obliga a los gestores a hacer las apuestas más arriesgadas y a apuntarse a las tendencias de mercado más inverosímiles.