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Columna
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La economía no despierta

Los mercados bursátiles tanto en EE UU como en Europa van mejor que la economía aunque sea de forma irregular y un tanto dubitativamente. Esta entonación positiva de los mercados contrasta con la evolución de unos datos que hacen dudar de su continuidad.

El alto nivel de las cotizaciones queda de manifiesto al otro lado del Atlántico con un PER del 31, el doble de su media histórica. Algo parecido está ocurriendo en la Bolsa de Madrid. Aquí no es el alto nivel del PER, situado en la media histórica de 16, lo que sugiere la posible formación de una burbuja, sino un crecimiento de las cotizaciones bursátiles en términos reales en estos últimos cinco años que casi triplican el del PIB, cuando a largo plazo ambos ritmos de crecimiento han sido prácticamente iguales. Esto sugiere que el ajuste a la baja aun no ha terminado y que el repunte del índice no parece tener unas perspectivas sólidas de futuro.

Cabe pensar que los inversores entran en el mercado porque intuyen un cambio positivo en la evolución de la economía, pero la recuperación no se acaba de perfilar ni en EE UU ni en el Viejo Continente. Lo irónico es que el ínclito señor Greenspan pretendía dominar el ciclo económico incitando a las empresas a invertir con bajos tipos de interés, pero consiguió algo muy diferente y que tiene difícil arreglo: una burbuja bursátil que todavía no se ha desinflado plenamente y otra en el mercado inmobiliario mientras permitía a las familias endeudarse libremente para satisfacer unos gastos crecientes que en realidad no se pueden permitir.

La burbuja inmobiliaria que se está formando en España se está inflando más que la estadounidense y puede decirse que tiene los días contados

Al continuar el recalcitrante presidente de la Reserva Federal con sus recortes de tipo, despreciando de forma absoluta los desequilibrios de la economía, no se percataba de que estaba dejando salir de la botella al monstruo de la incertidumbre, que es el factor más inhibidor de las decisiones empresariales.

Porque, ¿qué empresario en su sano juicio va a llevar a cabo una inversión pensando en el medio plazo cuando pende sobre ella no una sino varias espadas de Damocles? Unas burbujas bursátiles e inmobiliarias cuyo final se desconoce; unos déficit gemelos presupuestario y corriente exterior, próximos al 5% del PIB, que más pronto que tarde van a obligar la economía norteamericana a tomar la (dolorosa) purga que no se tomó con la modesta recesión del 2001 porque lo impidió un fuerte estímulo monetario que continúa todavía hoy.

El pesimismo que muestra la Reserva Federal cuando fuerza los recortes de tipos ha sido confirmada al rebajar la previsión de crecimiento para este año, pero una vez más da muestra de un infundado optimismo cuando mantiene la fuerte recuperación esperada para 2004. Con un comercio exterior en creciente déficit y un sector empresarial sobrado de capacidad productiva no se ve, en efecto, de dónde va a venir el impulso que compense ampliamente el inexorable debilitamiento del motor que ha sostenido hasta ahora a la economía: la construcción y el consumo.

Esta situación se asemeja bastante a la que ofrece la economía española. Está movida también por el mismo motor que la norteamericana e igualmente se espera que registre una pronta e inmediata recuperación. Pero los obstáculos para lograrla quizás sean aquí mayores que al otro lado del Atlántico.

La burbuja inmobiliaria que se está formando en España tiene mayor duración (siete años desde el inicio) y se está inflando más (los precios de la vivienda casi se han triplicado) que la norteamericana, por lo que probablemente llegue a su término mucho antes. De hecho puede decirse que tiene los días contados, aunque sea difícil decir si su fin tendrá lugar abruptamente, a la japonesa, o se suavizará en el tiempo, pero incluso en el mejor de los casos tendrá efectos depresivos importantes sobre la economía.

Y la evolución más reciente de la economía no apunta a una recuperación significativa a la vuelta de la esquina. Si de la expansión de la demanda nacional en los seis meses hasta el primer trimestre de este año (corregida de variaciones estacionales) se deduce la contribución excepcionalmente elevada de la variación de stocks, el ritmo de crecimiento anual del PIB - 3,4%- se queda en menos del 1%.

Es cierto que el fuerte crecimiento de las importaciones en volumen en ese periodo puede explicar ese aumento de los stocks, pero no lo es menos que la caída de los precios de las importaciones de productos industriales terminados - 2,7%- comparado a un aumento significativo de los precios de los productos no energéticos nacionales sugiere que esas mayores importaciones pueden ser sustitutivas de la producción nacional por ser más competitivas.

Parece, pues, que se han ido formando importantes stocks indeseados de productos terminados que probablemente se acaben liquidando en lo que queda de año. El consiguiente efecto contractivo que esto tendrá sobre la economía va a dificultar la pronta y esperada recuperación que, por otra parte, difícilmente va a venir del sector exterior.

Independientemente de que una posible (e improbable) fuerte recuperación de la economía mundial genere una mayor demanda exterior, va a ser difícil que las exportaciones españolas aceleren su ritmo de crecimiento, si es que no lo reducen.

Parece que ante el continuado y progresivo deterioro de la competitividad-precio las empresas han tenido que recurrir a una reducción de los precios de las ventas al exterior para mantener sus mercados, como muestra una caída de más del 3% de los precios de las exportaciones de productos industriales terminados en enero-abril respecto a 2002.

Pero el equilibrio de las cuentas de resultados de las empresas pronto pondrá un límite a esta especie de devaluación del euro, clásico y único recurso en las actuales circunstancias para reactivar la economía, dado un aumento anual del coste laboral unitario en la industria no inferior al 4% y del 1,5% para los precios de los productos industriales no energéticos.

No hay que excluir, sin embargo, que dada la peculiaridad política del próximo año se aplique un nuevo recorte de impuestos para sostener en el corto plazo el gasto en el binomio consumo/construcción, aunque ello suponga llevar a una cuota más alta el ya casi insostenible nivel de endeudamiento de las familias, olvidándose de los nefastos efectos que esto conllevará inexorablemente en el medio plazo.

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