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Revista de Prensa

Europa y los nuevos emigrantes

El continente europeo, que conoció de persecuciones, genocidios y migraciones masivas provocadas por las guerras, afronta desde hace ya muchos años la perspectiva de transformarse en una fortaleza que resguarda su bienestar levantando murallas frente a la afluencia de inmigrantes ilegales.

Ello a pesar de que la misma Europa precisa de mano de obra que compense el envejecimiento de su población y la oferta laboral para empleos de baja calificación.

La política migratoria, tan vinculada a la discusión sobre el destino de la comunidad europea y sus nuevas instituciones, se actualiza de manera dramática con el naufragio de barcos atestados de fugitivos norafricanos que navegaban rumbo a improbables arribos a puertos italianos (...).

Al igual que Italia, también España y Francia son países receptores de inmigrantes clandestinos procedentes del África magrebí. El Mediterráneo representa para ellos la gigantesca brecha -pero también un puente- entre la pobreza y la prosperidad, la marginalidad y una primaria inserción que permita acceder a expectativas módicas de vida.

Frecuentemente, quienes logran cruzar esa barrera van a nutrir las colonias de trabajadores ilegales y habitantes precarios de una sociedad que los mantiene estigmatizados. El desafío para las sociedades europeas es, en tal sentido, doble. Hacia fuera, evitar convertirse en países con fronteras blindadas rodeadas de caos y miseria; y hacia dentro, enfrentar las censuras culturales y sociales internas, promotoras de discriminación, intolerancia e incapacidad para afrontar las nuevas realidades.

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