Escenario de deflación
La deflación no está cotizando en el mercado. Álvaro Lacasa cree que la evolución de los niveles de liquidez y de crecimiento del crédito reducen los riesgos de que realmente se produzca
No hay más que contemplar el comportamiento de los mercados de renta variable a lo largo de las últimas semanas para darse cuenta de que los temores y riesgos de deflación generalizada en Europa y EE UU están pesando mucho menos en la toma de decisiones de los inversores. La posición firme de la Reserva Federal, el Banco Central Europeo y el Banco de Inglaterra a la hora de aplicar políticas monetaristas de forma ortodoxa está siendo percibida por los mercados de una manera muy positiva.
Y todo ello con el permiso de Milton Friedman, principal exponente de la escuela de Chicago, creadora de la doctrina monetarista moderna. En una reciente entrevista en televisión, el señor Friedman ponía en duda el éxito de las políticas monetarias apoyadas en el crecimiento de la masa monetaria, que tanto defendió en la década de los setenta. Espero que la Real Academia de las Ciencias de Suecia, que otorgó el Premio Nobel a Friedman en 1976, no actúe de la misma forma que la organización del Pulitzer. æpermil;sta se ha propuesto estudiar la posibilidad de revocar el galardón de 1932, concedido al corresponsal del New York Times en la Unión Soviética, quien se olvidó de contarnos los excesos cometidos por José Stalin.
Volviendo al tema que nos ocupa, la firme posición actual de las máximas autoridades en política monetaria para atajar cualquier atisbo deflacionista tiene poco que ver con las actuaciones desarrolladas en otras situaciones históricas más o menos semejantes. Desde el mes de noviembre, cuando la amenaza de deflación se vio como algo real y no como simples advertencias de algunos economistas agoreros, el Banco Central Europeo ha rebajado en 125 puntos básicos el precio del dinero, la Fed lo ha hecho en 50 puntos y el Banco de Inglaterra en 25 puntos. Con el último movimiento que hemos visto en Europa, el BCE ha tardado únicamente 25 meses en dejar los tipos de interés reales prácticamente en cero. Esto supone que ha recorrido este camino en un tiempo tres veces inferior que el utilizado por el Banco Central de Japón en la década de los noventa. Precisamente este es uno de los factores en los que se suele coincidir a la hora de buscar las causas de la delicada situación de la economía japonesa.
Aunque tal vez sea prematuro desechar un escenario con deflación estructural en Europa, la verdad es que la disposición adoptada por los bancos centrales y el análisis de la evolución de los niveles de liquidez y del crecimiento del crédito parecen reducir los riesgos de que realmente se produzca. Recordemos que en el pasado los episodios deflacionistas han venido precedidos, e inducidos a su vez, por una en los créditos y en la liquidez disponible.
Con esto no queremos descartar tampoco el hecho de que Alemania pueda atravesar de forma coyuntural una situación deflacionista, pero no apostaría por que esta se expandiera como una mancha de aceite a lo largo y ancho de la unión monetaria europea. Siempre y cuando las economías no entren en un escenario de encefalograma plano, una caída en los precios dentro de una economía como la alemana implicaría una mejora de su competitividad en términos de precios frente a otras. Esto debería provocar una redistribución del crecimiento en favor de, en este caso, Alemania.