Los valores de la reputación
La integridad, la transparencia, la participación y la equidad son algunos de los valores que deben reforzarse en el buen gobierno Texto Juan Ras Sirera
En los últimos años se viene hablando de las distancias que han surgido entre Gobiernos y corporaciones empresariales y la misma sociedad civil representada por los ciudadanos. Una distancia que se materializa en una percepción de desconfianza y de falta de credibilidad de estos últimos hacia aquellos que tienen la responsabilidad, cada uno desde su ámbito; los Gobiernos en la política y los empresarios en la economía, de tomar decisiones que acaban afectando, directa o indirectamente, de forma individual o colectiva, a la gran mayoría de la población. Se exige a la empresa que sus decisiones sean medioambientalmente sostenibles, ofreciendo productos de calidad y garantizando su seguridad y su adaptación a las necesidades de los usuarios y a la información que de los mismos se ofrece.
Los ciudadanos requieren una mayor implicación de las empresas en los valores sociales y medioambientales, opinando que el mundo de la economía y de los negocios no siempre ha mostrado suficiente sensibilidad y atención. En este contexto de pérdida de confianza social, las empresas han empezado a trabajar para fortalecer su reputación, en la cual la ética y los valores se convierten en piezas intangibles del funcionamiento cotidiano y de la vida empresarial.
El medio ambiente, la apuesta tecnológica, la innovación, el respeto a la legalidad, la salud pública, la libertad, la acción social y la cooperación, en todas sus operaciones, son valores que componen la reputación corporativa. Las empresas que desarrollan su actividad en diversos países adoptan, además, el respeto a los derechos humanos y a la diversidad cultural. Así, la protección del entorno, el desarrollo sostenible y social de las comunidades donde actuamos, la participación y la implicación en el progreso de las sociedades forman parte de nuestro trabajo. La integridad, la transparencia, la participación, el diálogo, la equidad, el respeto, la satisfacción, etc., representarían la base de los valores a transmitir y los comportamientos a reforzar por parte del buen gobierno corporativo y que van más allá de los estrictamente financieros. Valores todos ellos compartidos que acaban por componer la cultura de la organización y ésta, a su vez, legitima un determinado tipo de comportamientos internos y externos de los miembros de la organización, o sea, de la organización. Las organizaciones son en sí mismas cultura.
Diversas empresas, entre las cuales se encuentra el Grupo Agbar, han elaborado códigos éticos corporativos y de conducta de los empleados y establecen un marco de actuación en beneficio no únicamente de sus empresas, también de las comunidades en las que cohabita, ordenando su pensamiento corporativo y la conducta posterior dentro de un esquema ético y responsable. El código ético corporativo y de conducta de los empleados del Grupo Agbar plasma los valores sobre los que se sustenta la compañía y que se concretan en el compromiso con el medio ambiente y la proactividad en su protección; la búsqueda de los máximos estándares de calidad en los productos y servicios; el avance tecnológico; la promoción del diálogo y de la participación respecto de la sociedad y del medio ambiente; y el respeto a la democracia, las leyes, la libertad y la salud pública.
Paralelamente, diversas empresas, entre las cuáles se encuentran las que forman parte del Foro de Reputación Corporativa, han empezado a elaborar una memoria social, donde se explica su comportamiento en el ámbito social y medioambiental. En ella se recogen y se valoran los compromisos adquiridos ante los clientes y los usuarios con relación a sus políticas de responsabilidad social y transparencia social y laboral.
Mediante apuestas éticas de las empresas, como, por ejemplo, proyectos de responsabilidad social corporativa, se establece una inversión de futuro para la empresa, pues le confiere identidad, credibilidad y personalidad suficiente para conseguir sus objetivos, evolucionando y aprendiendo de forma constante. La organización asume y comprende que se trata de un actor social más y que ha de continuar dotándose de fórmulas y elementos estratégicos que fortalezcan su actividad y sus comportamientos en una nueva dimensión relacional.
Así, su aportación social debe consistir en concentrarse en las oportunidades y responsabilidades que confiere el hecho de ser organizaciones empresariales, o sea, proveer servicios y productos de calidad a la sociedad, que beneficien y ayuden al desarrollo de las economías locales; y aprovechar este papel primordial de liderazgo, participando de forma activa y conjuntamente con los otros actores sociales que componen nuestras comunidades, en la solución de los retos actuales implicándose, aportando ideas e instrumentos creativos y transformándolos en oportunidades de futuro.
Esta aportación, responsabilidad y liderazgo se traducirán en una fuerte, consistente y reconocida reputación corporativa.