El comercio agrava la brecha entre Estados Unidos y la UE
Tres fallos ya emitidos por parte de la OMC pero sin aplicarse (dos contra EE UU y uno contra la UE), tres casos conflictivos abiertos en la organización internacional y un rifirrafe de amenazas salpican las relaciones comerciales transatlánticas, que mueven la nada desdeñable cifra de 1.000 millones de euros al día.
'Las relaciones están superando determinadas tiranteces. Hay una sensibilidad creciente y tanto EE UU como la UE saben que la relación comercial es muy importante y debemos limar nuestras diferencias', sostiene Christopher Wilson, responsable de la Oficina del Representante de Comercio de EE UU ante la UE.
Varios de los frentes abiertos son consecuencia de la llegada de George Bush a la Casa Blanca. 'Algunos de nuestros socios han expresado preocupación porque se ha producido un giro en la política de EE UU que promueve el proteccionismo. Están equivocados', ha defendido el representante comercial de EE UU, Robert Zoellick.
Sin embargo, hay pruebas de lo contrario. En marzo de 2002 Bush anunció un aumento de los aranceles del acero de hasta el 30% y dos meses más tarde se comprometió a incrementar hasta un 67% los subsidios a los agricultores.
En cuanto a lo primero, el caso está abierto en la OMC. Un panel de expertos del ârgano de Solución de Diferencias debería haber dado su dictamen en abril, pero la dificultad del caso ha hecho que se aplace. Washington alegó que elevó los aranceles para proteger a su industria de un aumento de las importaciones del exterior. Sin embargo, los datos de la OMC reflejan una caída de las importaciones de acero con origen en la UE, su principal proveedor, del 16% en 2001.
La industria del acero emplea a 270.000 personas en la UE y Bruselas exige su derecho de cobrarse compensaciones de hasta 2.400 millones de euros.
En cuanto a las ayudas agrícolas, es un asunto que se negocia dentro de la Ronda de Doha, por lo que Bruselas, que tiene en sus espaldas los altos subsidios que contempla la política agraria común, no tiene intención de iniciar una nueva batalla. 'No tiene sentido abrir un contencioso cuando ese tema se lleva ya en Doha', dice Arancha González, portavoz de Comercio de la UE. Pero lo que sí ha provocado reacciones ha sido la decisión adoptada este mes por parte de EE UU de denunciar a los Quince ante la OMC por la moratoria aplicada a los productos genéticamente modificados. Desde 1998 la UE no ha autorizado la entrada de nuevos transgénicos, lo que ha implicado, según Washington, una pérdida de cuota de mercado para las empresas estadounidenses.
En EE UU, un 75% de la soja, el 34% del maíz y el 71% del algodón son transgénicos y la actitud de Bruselas desincentiva a otros países a importar este tipo de productos o semillas porque temen que la UE les cierre su mercado.
Lo que más se ha criticado de la decisión de Washington es el momento en que se ha hecho. Por un lado, se especula que la denuncia no se interpuso antes porque Bush buscaba el apoyo de sus socios europeos en la guerra contra Irak; por otro, se cree que es una represalia por la amenaza de Bruselas de aplicar 4.000 millones de dólares en sanciones si EE UU no cambia su legislación sobre ventajas fiscales a la exportación.
La OMC ha autorizado las sanciones al fallar en contra de las llamadas Corporaciones de Venta en el Extranjero (FSC, por sus siglas en inglés) y el comisario de Comercio, Pascal Lamy, ha amenazado con aplicar las represalias si EE UU no cambia su legislación antes de 2004.
En este caso la Administración de Bush reconoce 'la paciencia' que ha tenido la Comisión, en palabras de Wilson, y confía en que el Congreso, que debate dos propuestas sobre ello, apruebe el cambio legislativo.
También está pendiente de un cambio de legislación la llamada Enmienda Byrd, una normativa antidumping de EE UU que permitía repartir entre las empresas estadounidenses el dinero recaudado por gravar a las compañías extranjeras. La OMC consideró ilegales las ayudas y EE UU ha pedido tiempo para cambiar sus normas. Por su parte, la UE tampoco ha obedecido un fallo del organismo, dictado en 1999, que considera ilegal la prohibición de importar carne con hormonas de EE UU.
Pese a todos los frentes abiertos, los dos bloques defienden que sus conflictos no afectan a las negociaciones de la Ronda de Doha. Y tampoco a las relaciones políticas. Pero lo cierto es que ni lo primero ni lo segundo atraviesan los mejores momentos.
Bush afronta una rebelión interna
La oposición a la política comercial de Bush no llega sólo del exterior. La industria estadounidense de productos del acero se ha rebelado contra el aumento de los aranceles. 'Urgimos a la Administración de Bush a revisar el impacto económico y las consecuencias de su decisión en la revisión de la mitad de la duración de esta norma (septiembre de 2003) y a poner fin a los aranceles en las industrias que usan acero', reclama la Citac, agrupación de las empresas de dicho sector. Esta industria argumenta que las empresas productoras de acero sólo emplean a 200.000 estadounidenses, frente a los 13 millones de los fabricantes que usan ese material. 'Llevamos diciendo desde hace más de un año que los aranceles al acero (...) han aumentado más y más los precios, lo que ha destruido a muchos fabricantes que usan este producto', protesta William Gaskin, presidente de Citac.También el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, ha expresado su 'desilusión ante los esfuerzos por crear una limitación severa a las importaciones de acero'.Desde la Administración, Wilson defiende que los aranceles se impusieron 'porque hay exceso de producción en el mundo por culpa de las subvenciones'. La sobreproducción y las ayudas se están tratando en el marco de la OCDE. Fuentes cercanas a las negociaciones aseguran que los miembros alcanzarán un acuerdo en junio o julio.