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Columna
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La guerra y el empleo

La guerra ha comenzado. ¿Cómo influirá en el desarrollo del empleo en nuestro país? No es fácil anticiparlo.

Antes de profundizar en las distintas alternativas, debemos preguntarnos si estamos ante una guerra, o ante una batalla más de una guerra que se anuncia prolongada.

Si fuese una guerra con un principio y un fin cierto -como quieren vender sus impulsores-, el fin del conflicto podría significar el inicio de un periodo de estabilidad.

Si por el contrario el ataque a Irak no fuese más que una batalla -que ganaría inicialmente Estados Unidos con aparente facilidad-, la inestabilidad mundial se prolongaría, con incierto resultado y desasosegantes consecuencias. Hay opiniones para todos los gustos.

Personalmente creo que un ataque de esta envergadura sin apoyo legal internacional, indistintamente de cuál fuera el resultado de la batalla de Irak, generará inestabilidad política, social y de seguridad para el futuro.

Esta inestabilidad podría tener numerosas fuentes. Expertos geopolíticos la analizan todos los días. No dispongo ni del conocimiento ni de la información necesaria para opinar sobre ellas. Me limito a reproducirlas.

La inestabilidad podría provenir de ambiciones territoriales de algunos de los países de la zona, deseosos de extender sus fronteras, o de alguna minoría anhelante de independencia.

Por otra parte, todavía no podemos saber si el rechazo a esta acción militar reforzará a los grupos terroristas, aunque parece bastante probable que las acciones violentas contra intereses occidentales se repetirán de forma difusa y esporádica.

La economía mundial, independientemente de los actuales avatares bélicos, llevaba varios años sufriendo una brusca desaceleración, que ha puesto ya a muchos países del mundo al borde de la recesión. Por tanto, para la recuperación económica serán precisas medidas económicas, además de las políticas y militares.

Las diferencias con la Guerra del Golfo de 1991 son evidentes. Por una parte, Estados Unidos y sus socios tendrán que financiar por ellos solos los costes del ataque.

En segundo lugar, Estados Unidos tiene en estos momentos un importante déficit en sus cuentas públicas, que se verá incrementado por esos gastos. Si el endeudamiento estadounidense se incrementara, se invertiría la tendencia hacia la bajada de los tipos de interés, que hasta ahora han sido una inyección de actividad a la economía norteamericana, y por ende, a la europea. En el déficit estadounidense puede estar la llave de la economía mundial en los próximos años.

En España, aunque hemos aguantado hasta la fecha sensiblemente mejor que nuestro entorno, comenzamos a mostrar algunos síntomas preocupantes para nuestra economía.

El crecimiento se desacelera, el desempleo crece, los niveles de endeudamiento familiar alcanzan unos niveles cercanos a sus máximos históricos y, según encuesta del Instituto Nacional de Estadística (INE), más de la mitad de los hogares españoles ya tienen dificultades para llegar a final de mes.

Con este panorama, y salvo una espectacular y prolongada recuperación económica tras una guerra que quedara completamente zanjada, tenemos que ser pesimistas con la marcha del empleo para el año 2003.

En el año 2002 se creó empleo neto, aunque se incrementara el número de desempleados debido al incremento de la población activa. En 2003 es posible que, por vez primera en ocho años, apenas se cree empleo o incluso se destruya.

Esperemos que entre todos sepamos evitarlo.

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