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El Reino Unido, fuera del euro

Financial Times / Le Monde (Pierre-Antoine Delhommais) / Eduardo Duhalde, presidente de Argentina, en Clarín

Ha llegado el momento de aceptar la realidad. Este año no habrá referéndum sobre el ingreso del Reino Unido en el euro incluso si el Tesoro británico concluye en junio que sus cinco tests para determinar la convergencia con la zona euro se han superado.

Los recientes sondeos no dejan esperanza de victoria a los partidarios del sí. (...) El Gobierno necesitaría montar una activa campaña mucho antes de que se adoptase la decisión de convocar el referéndum. Los institutos de opinión afirman que, para tener éxito, el Gobierno necesitaría el apoyo de empresarios y sindicatos, medios de comunicación y destacadas figuras respetadas por el público.

Sin esta campaña a la vista, ¿qué puede hacer el Gobierno? En cierto sentido, tiene suerte, porque no sufre la presión de tener que actuar inmediatamente. (...) Sin duda, la Comisión Europea urgirá al Reino Unido a unirse a la actual versión del mecanismo de tipos de cambio de la UE, para juzgar los esfuerzos de convergencia de la economía británica con la zona euro (...). Aunque no sería acertado que Reino Unido descartase la pertenencia a este mecanismo de tipo de cambio semifijo, es mejor que la libra viva sus actuales fluctuaciones benignas sin traba (...). Pero los cinco tests sólo ofrecen a Blair un refugio temporal. Cualquiera que sea el resultado final, los inversores extranjeros en el Reino Unido querrán tener la garantía de que el Gobierno mantiene una estrategia respecto al euro.

Una Unión Europea sin impulso

Nadie sabe aún si el plan fiscal de 674.000 millones de dólares de Bush logrará reforzar la economía estadounidense. Quizá consiga más fácilmente relanzar el debate sobre la política económica de este lado del Atlántico (...).

Los ciudadanos europeos tienen el derecho a preguntarse por qué Bruselas no imita a Washington, por qué los Gobiernos de la zona euro no intentan luchar contra la ralentización, estimular el consumo de los hogares y la inversión de las empresas. ¿Por qué este inmovilismo? (...). El primer obstáculo a un programa presupuestario a la americana es político.

A la vista de las dificultades con que se han encontrado en áreas de menor importancia, es lícito dudar de la capacidad de los Gobiernos de la UE para ponerse de acuerdo en un proyecto de cientos de miles de millones de euros (...). Conscientes de la tarea casi imposible que representa, los dirigentes guardan silencio (...).

Sus ansias de fortalecimiento económico se limitan a reprochar al BCE que no sea tan solidario y resuelto como la Reserva Federal y que no rebaje los tipos de interés (...).

Algunos echarán pestes contra la impotencia europea (...). Otros, en cambio, se regocijan, a la vista de lo que pasa en Japón hace 10 años, de que Europa no pueda hoy accionar el mecanismo presupuestario (...).

Sólo hay algo cierto: sin el arma de la devaluación que usaron y de la que abusaron hasta llegar el euro; privados de la palanca presupuestaria, por razones políticas, institucionales y financieras; los países de la zona euro se ven en la obligación de buscar otros medios para devolver dinamismo a sus economías. Quizá ha llegado el momento de las reformas estructurales.

Fuimos a Davos en pie de igualdad

Explico a quienes me lo requieren en el Foro de Davos que Argentina vivió hace un año una verdadera implosión social, económica y política, sumiéndose en la peor de sus crisis. Explico que, por más que encontremos componentes indudablemente locales en la crisis argentina, compartimos con las dos terceras partes del planeta otras causas que obedecen al diseño, hasta el presente, de las políticas globales.

Intento ser claro en este punto: la crisis argentina, la crisis de América Latina, las crisis de otras naciones y de otras regiones se verifican de modo incontrastable en la creciente pobreza, la disminución de su nivel de producción y comercio interno y externo, la desocupación y un endeudamiento externo enorme y asfixiante. Esta gran crisis mundial no es la sumatoria de esas crisis locales. Es el fracaso de un orden que aún no encuentra su rumbo.

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