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Columna
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La economía latinoamericana en 2003

2003 puede representar el comienzo de una nueva época de mayor crecimiento en América Latina. Los inversores internacionales, opina Carlos Solchaga, juegan un papel determinante en la recuperación

Este año 2003 apenas crecerá el PIB per cápita de los países que constituyen Latinoamérica. El crecimiento esperado del producto, 2,1%, superará ligeramente al incremento esperado de la población en estos países, alrededor del 1,5%. Bien poca cosa es, pero puede representar la salida todavía vacilante de un quinquenio de bajo crecimiento (1998-2002), que ha traído consigo una caída del PIB per cápita en la región del 0,3% anual acumulativo.

Lo anterior resume muy bien el entorno cuantitativo y cualitativo en el que nos movemos cuando hablamos del panorama económico latinoamericano y las perspectivas de mejora del mismo en el corto plazo. Desde la crisis asiática (1997), los países de América Latina han mostrado una inestabilidad política y financiera que ha puesto de manifiesto la enorme vulnerabilidad de un modelo de crecimiento mal definido y peor implementado. A pesar del daño de la crisis de los países del este de Asia sobre su propio desarrollo económico o de los problemas planteados por la crisis de la deuda rusa y los derivados de la transición de los países europeos del antiguo bloque comunista, ninguna región del mundo incorporada seriamente a la globalización -con lo que estoy excluyendo a una gran parte de África y algunos países de Asia Central- ha padecido tanto en los últimos años como la América Latina en términos de reducción del crecimiento y de incremento de la volatilidad financiera.

Este año 2003, pues, puede representar el comienzo de una nueva época de mayor crecimiento en la región, dependiendo naturalmente de que, una vez resueltas las incertidumbres que produce la casi segura intervención bélica en Irak, la economía estadounidense se encamine por una senda clara de recuperación que hay que reconocer que está a su alcance a pesar de todas las dificultades. La economía de Venezuela con sus problemas y la de Argentina con los suyos, en ambos casos muy lejos hoy de cualquier solución evidente, no podrán, sin embargo, repetir resultados tan negativos (menos 7% y menos 11%, respectivamente) como los registrados el año pasado. Otro tanto se puede decir de Uruguay y Paraguay y cabe esperar que países muy importantes en la región como México o Brasil podrán acelerar sus tasas de crecimiento en el año que ahora comienza, al igual que Chile. Para que todo ello ocurra es indispensable, sin embargo, que se reanuden en 2003 las entradas de capitales en la región, que cayeron el año pasado a unos niveles casi simbólicos -12.000 millones de dólares-, los más bajos desde 1998 y que todavía continúan bloqueados ante el aumento de riesgo de algunos países, como Venezuela, la incompetencia irresponsable del manejo del mismo por parte de Argentina y la expectación no exenta de incertidumbre de la marcha de Brasil bajo el nuevo gobierno de Lula.

Este último punto es, sin embargo, el más importante. Si Lula aplica con éxito sus políticas en Brasil y se restaura la confianza de los inversores internacionales, no sólo contribuirá seriamente a consolidar una recuperación económica en su país, sino en toda la región (por la vuelta de los inversores internacionales), al mismo tiempo que mostrará la senda de un nuevo modelo de crecimiento económico más sostenible política y socialmente que el experimentado hasta ahora en América Latina, sin alejarse por ello del manejo ortodoxo de las políticas monetaria y fiscal o el respeto de los principios del funcionamiento del mercado. Si, por el contrario, el experimento de Lula fracasa y se desata una nueva y grave crisis de deuda pública en Brasil, no sólo este país, sino el continente entero podrían enfrentarse a otro quinquenio de postración económica, completando, así, la segunda década perdida en los últimos 35 años.

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