Necesitamos políticas activas de empleo
La encuesta de población activa (EPA) del tercer trimestre, siempre importante, se esperaba con especial atención desde la presentación del borrador del Presupuesto 2003. La generalidad de los analistas privados concedió una verosimilitud muy reducida a dicho escenario, esperando un menor crecimiento y una mayor inflación, a niveles que cuestionan tanto el cumplimiento del objetivo de déficit cero como la conveniencia del mismo. Incluso el Banco de España, en una actuación un tanto inédita, se manifestaba en el Congreso acerca de la reducida verosimilitud del escenario del Gobierno.
Como contraposición, se percibe un escenario en el que un acentuado deterioro del mercado de trabajo pueda tener una negativa repercusión sobre la demanda de consumo, que, en ausencia de demanda exterior y en un contexto de profunda crisis de la inversión en equipo, ha venido manteniendo el crecimiento en España los últimos trimestres.
En este contexto, la EPA del tercer trimestre ha traído un aumento importante del número de parados, en 80.000 personas (66.000, si ajustamos de estacionalidad). Bien es verdad que también ha aumentado el número de ocupados, en 116.000 personas (sólo 40.000 personas, si examinamos datos desestacionalizados). La diferencia entre comportamientos es grande según analicemos datos originales o ajustados de estacionalidad, lo que, unido a los importantes cambios metodológicos introducidos en la encuesta a instancias de la agencia estadística europea, dificulta significativamente la interpretación exacta de sus resultados.
Es claro, sin embargo, que si bien se crea empleo, no se hace en suficiente magnitud como para recoger todo el incremento en población activa. No cabe duda de que la cifra de parados es muy relevante para evaluar la situación coyuntural de un país, pero es importante entender que la misma es consecuencia de dos fenómenos de distintas características: el proceso de creación de empleo por parte de las empresas, que, si bien obedece a sus expectativas de negocio, se puede ver estimulado por incentivos creados a tal fin, y el proceso de adición de nuevas personas a la población activa, cuyos determinantes son bien diferentes.
España se está viendo favorecida por un proceso de inmigración muy significativo, que explica casi la mitad del notable aumento que se está produciendo en la afiliación a la Seguridad Social. En un alto porcentaje esta inmigración ocupa puestos de trabajo que, bien sea por sus características o por su reducido salario, posiblemente no se cubrirían con trabajadores nacionales.
Los portavoces del Gobierno tienen razón cuando dicen que el aumento del paro, que en términos interanuales no crecía en un tercer trimestre desde 1994, se debe al fuerte incremento en población activa. Dicen con ello, sin embargo, una verdad a medias (lo que según el saber popular puede ser peor que una mentira), y es que el aumento del paro también es un problema de insuficiente creación de empleo.
Aprovechar los recursos productivos y, en particular, la oferta de trabajo, es una de las misiones centrales de la autoridad económica, que así puede perseguir explotar las posibilidades de crecimiento de su economía. Es cierto que la economía española parece haber aminorado algo su tradicional dificultad para crear empleo, y lo crea ahora incluso creciendo por debajo del 2%; muy probablemente, este positivo cambio se debe, precisamente, al flujo de inmigrantes a nuestro país.
Persisten, sin embargo, bolsas de trabajo muy sensibles a posibles ajustes cíclicos, lo que hace necesario volver a plantear medidas que favorezcan la creación de empleo estable, creación de empresas, etc. Que las reformas recientes, destinadas a favorecer la contratación parcial y la contratación indefinida hayan tenido un impacto mucho menor del previsto no justifica el abandono de tales objetivos.
En términos de la descomposición del paro, y si bien cabe reformar la prestación por desempleo de modo que se incentive la salida de tal situación, las actuaciones del Gobierno se van a centrar principalmente en estimular el empleo, esta vez en un contexto de fuerte incremento de población activa. El ritmo de creación de empleo este año será superior al 1,1% recogido en el borrador de Presupuesto 2003, pero no va a evitarse que tanto el número de parados como la tasa de paro aumenten muy significativamente.
No ganamos nada con tratar de generar confianza repitiendo que nuestra economía ofrece parámetros mejores que los de economías comparables. Es hora de mostrar iniciativa política en la creación de empleo; en caso contrario, incluso los parámetros que ahora son positivos dejarán de serlo muy pronto.