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Tribuna
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La quiebra del sistema asturiano

El Principado de Asturias es actualmente el espacio regional de menor dinamismo demográfico en el concierto autonómico español: así lo prueban los primeros datos del censo de población y viviendas de 2001 y del movimiento natural de población y así lo corroboran los principales indicadores demográficos de la región.

El cambio demográfico que tuvo lugar en nuestro país desde mediados de la década de los setenta tuvo su reflejo en Asturias, pero de entonces a la actualidad, el espejo devolvió deformado a la región el perfil poblacional español, remarcando hasta el extremo sus rasgos más negativos.

El primer indicador en importancia, significado y trascendencia es el índice sintético de fecundidad o, en términos más sencillos de entender -aunque, también, más imprecisos-, el número medio de hijos por mujer. Pues bien, este indicador, en relación a Asturias, nos permite destacar tres hechos de gran significación demográfica:

La crisis demográfica en Asturias es de tal magnitud que puede llegar a comprometer el despegue económico de la región

Asturias fue la primera región en España en comprometer su reemplazo generacional (estimado en 2,1 hijos por mujer). En España el año en que este descendió por debajo del citado umbral fue 1981; en Asturias, se adelantó a 1978. Esto es, en la región, desde hace casi un cuarto de siglo, las generaciones que han nacido son progresivamente menores en volumen que las precedentes, alcanzado desde principios de los noventa niveles críticos: en 1989 (con 1,05 hijos por mujer) eran exactamente el 50% menos numerosas que en 1978; en 2001 (con el 0,86 hijos por mujer) lo son el 40%, llegando a ser de tan sólo 0,79 hijos por mujer en 1998. De los 17.500 nacimientos de 1975, la región pasó a sólo 8.000 en 1989 y a únicamente 6.700 en la actualidad. Como consecuencia, desde 1985, el saldo vegetativo de Asturias es negativo, aumentando progresivamente la brecha entre unos nacimientos en declive y unas defunciones en crecimiento.

Este indicador demográfico se presenta estructuralmente relacionado con la distribución de la población por sexos y edad, con la pirámide de población (véase la imagen). En es sentido, y en el contexto regional español, Asturias ostenta un nuevo récord nacional: envejecer a un ritmo más rápido que ninguna otra comunidad autónoma española. En efecto, la caída de la fecundidad en Asturias está propiciando un fortísimo y sostenido envejecimiento de la población por su base: en términos relativos el peso relativo de los asturianos de 65 y más años (21% en la actualidad; España, 15,6%) aumenta al mismo ritmo que disminuye el de menores de 15 años (tan sólo el 10% actualmente en Asturias, frente 14,6% en España) y este sobre-envejecimiento de la población se refleja en la fuerza de trabajo y en un mercado laboral, que empieza ya percibir sus negativos efectos.

En relación a la esperanza de vida, indicador sintético ligado a las defunciones infantiles y a la mortalidad por edades, podemos afirmar que mientras que la mujer asturiana viene presentando unos niveles levemente superiores a la media nacional (en 1998, Asturias, 83,13 años; España, 82,16 años), los varones asturianos presentan una esperanza de vida notablemente más baja (73,94, en Asturias ; 75,25 años, en España). Pues bien, año a año esta diferencia crece, hecho que no es sino el reflejo de la sobremortalidad masculina en todas las edades, en buena medida ligadas a las duras condiciones laborales y ambientales tanto en la industria como, muy especialmente, en la minería.

De otra parte, y desde el punto de vista de la actividad económica, Asturias presenta respecto a España un marcado equilibrio en cuanto al peso de los diferentes sectores, pero se singulariza por presentar tasas de actividad diez puntos porcentuales por debajo de la media española (Asturias, 43,7%; España, 53,5) y tasas de paro registrado (marzo de 2002) muy superiores (el 14,6% frente al 9,65% en España; armonizada esta tasa salta hasta el 17,9 % en Asturias y hasta el 14,4% en España, frente al 9,4% de la Unión Europea).

Finalmente, la región se caracteriza por presentar una productividad (valor añadido bruto, VAB, por ocupado) inferior a la española, sobre todo en el sector primario (40 sobre 100) y en menor medida en los servicios (95 sobre 100).

El impulso económico de la región debería apoyarse en sus importantes recursos humanos (una buena parte de los universitarios de la región se ven obligados a emigrar fuera de Asturias, por falta de oportunidades dentro), en unos recursos naturales, paisajísticos y culturales de gran calidad, en una importante tradición fabril y una buena base industrial (cuenta en la actualidad con un sector secundario notablemente desarrollado y diversificado: Aceralia, Central Lechera Asturiana, Dupont…), en un sector de la construcción dinámico y moderno y en la importante reserva laboral que conforma una mano de obra femenina manifiestamente subocupada: las tasas de actividad femeninas en Asturias son de las más bajas del país; sin embargo, el desarrollo de actividades terciarias, especialmente en los servicios a la comunidad (educación, salud, tercera edad, cultura…) podrían elevar estas tasas sensiblemente.

Hay un cierto acuerdo, dentro y fuera de la región, en considerar que los más graves obstáculos para superar su declive económico -y, por ende, demográfico- de Asturias son el problema de las comunicaciones (conexiones por autovía con la Cornisa y con Galicia y mejora de las comunicaciones con la Meseta), el escaso desarrollo de las telecomunicaciones, la falta de iniciativa empresarial endógena (fácilmente explicable en una región como Asturias, tradicionalmente muy ligada a las inversiones publicas) y, finalmente, los marcados desequilibrios territoriales (la Y griega Oviedo-Gijón-Avilés y su desarrollada área metropolitana tienen excesivo peso y protagonismo económico respecto al resto de la región).

Pues bien -y, en definitiva, ésta es la tesis que defendemos- si en los años ochenta la crisis económica y los problemas de reconversión industrial, la crisis de la minería y posteriormente el duro reajuste del sector ganadero, que tan negativos efectos arrastraron para en mercado laboral asturiano, explican por sí mismos -conocida su intensidad- la crisis demográfica que entonces se inicia en la región (caída de la fecundidad, envejecimiento progresivo de su población por su base, retraimiento de la nupcialidad, el retraso de los matrimonios…), en la primera década de este siglo pueden estar invirtiéndose los términos de la relación: la débil capacidad de reemplazo de la población, el galopante envejecimiento de su población, la crisis demográfica están siendo de tal magnitud que pueden llegar a comprometer el deseable y posible despegue económico de la región.

La crisis demográfica actual de Asturias cabe ser interpretada, así, como el reflejo de la crisis de confianza de los asturianos en el futuro económico de la región y como reflejo de la falta de confianza en su propio futuro. Un futuro que, una región de tan limpia trayectoria histórica como Asturias, se merecería más despejado.

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