Cambiar la forma de reestructurar la deuda
Tanto las economías desarrolladas como las emergentes han superado momentos interesantes últimamente. Confío en que lo peor haya pasado para la economía estadounidense y que nos encontremos de nuevo en el camino hacia el crecimiento. Hemos tenido que tragar y digerir los sobresaltos de la burbuja de la Bolsa, la recesión que comenzó en 2000, los atentados terroristas del 11 de septiembre y diversos escándalos de contabilidad empresarial. Ahora avanzamos de nuevo. Decisiones políticas oportunas, como la desgravación de impuestos por parte del presidente Bush y las reducciones de los tipos de interés por parte de la Reserva Federal, han resultado fundamentales para nuestra recuperación. Igualmente importantes han sido la flexibilidad de los consumidores estadounidenses y la profundidad y liquidez de nuestros mercados de capital.
Varias economías emergentes han atravesado tiempos difíciles en los últimos años, sumiéndose en situaciones de deuda insoportables. En estos casos, un proceso de reestructuración de la deuda soberana desorganizado e impredecible -o más bien la ausencia de proceso alguno más allá del caos y las acusaciones- ha agudizado situaciones en las que los líderes nacionales han administrado mal su economía y han fallado a su pueblo. El sistema, por llamarlo de alguna manera, no funciona.
Hemos de encontrar un modo de crear un sistema eficaz para resolver crisis económicas. El desconcierto y el sufrimiento humano que acompañan estas crisis son innecesarios y vergonzosos. Ello no es digno de la comunidad internacional y perjudica a trabajadores e inversores por igual.
Tenemos la responsabilidad de encontrar un modo más eficaz de resolver las crisis económicas y reducir la magnitud del dolor de los ciudadanos La historia y la lógica muestran que la financiación oficial ilimitada para ayudar a los países a salir de apuros socava los estímulos para tomar decisiones
Sé que podemos encontrar un modo más eficaz, pero necesitamos el esfuerzo constructivo de todos para encontrarlo y ponerlo en práctica. No dudo de que somos capaces de crear algo mejor. Como líderes mundiales, tenemos la responsabilidad de encontrar un modo más eficaz y reducir la magnitud del dolor de los ciudadanos cuando sus líderes no logran administrar la economía de la nación.
Nos hemos comprometido a seguir un plan con cuatro puntos y necesitamos sus aportaciones constructivas para perfeccionar o ampliar esas ideas. Su competencia y su experiencia aportan valiosos conocimientos a este proceso y mejorarán su resultado. Cada uno debe comprometerse en este esfuerzo. Se lo debemos a la gente que ha sufrido el caos del sistema actual.
Hemos avanzado en la creación de un sistema mejor para prevenir las crisis y para resolverlas de forma rápida y previsible. Los cuatro puntos del plan son: inclusión de cláusulas de actuación colectiva en los contratos de deuda soberana, desarrollo de un mecanismo de reestructuración de la deuda soberana, establecimiento de límites estrictos a los préstamos del Fondo Monetario Internacional (FMI) y mejora de los sistemas de vigilancia y prevención de crisis del FMI.
Sabemos que las políticas de un país determinan su destino económico. Los países con políticas fiscales y monetarias sensatas que gobiernen de manera justa, estimulen la libertad económica e inviertan en su pueblo inspirarán confianza, atraerán las inversiones internas y externas y sentarán las bases para el crecimiento y la prosperidad. Al mismo tiempo se protegerán contra la vulnerabilidad ante las crisis económicas.
Esta verdad indica el camino que han de seguir el FMI y el resto de la comunidad oficial. En primer lugar debemos centrarnos en el modo de evitar las crisis. El FMI en concreto debe trabajar para detectar pronto las potenciales crisis y actuar rápidamente para enderezar las flaquezas que se descubran.
Desde mi punto de vista, el FMI desempeñará mejor esta función cuando se concentre en las áreas más centrales de su competencia. Estados Unidos apoya firmemente el trabajo del Fondo para aumentar la transparencia, fomentar el uso de códigos y normas, reforzar su trabajo en el sector financiero y afinar sus métodos de vigilancia económica. Asimismo apoyamos sus esfuerzos para mejorar el análisis de viabilidad de la deuda, comprender mejor los balances nacionales e incrementar la precisión de las proyecciones. Todo ello resulta decisivo para la prevención de crisis.
Aunque nuestro objetivo consiste en acabar con las crisis, necesitamos un proceso claro y previsible para los países que no pueden soportar y mantener su deuda. El objetivo no es reducir el coste ni incrementar la probabilidad de incumplimiento, sino más bien que cuando un país reestructure su deuda -en caso de que deba tener lugar una reestructuración- proceda del modo más ordenado y previsible posible. Estados Unidos ha apoyado dos enfoques para prever un proceso de reestructuración más ordenado: un enfoque contractual y un enfoque estatutario.
Muchos nos han preguntado si preferimos alguno de estos dos enfoques. Expresado de un modo sencillo, nuestro objetivo es cambiar el modo en que se reestructura la deuda, no atarnos a un enfoque u otro. Si hubiera un tercer enfoque que considerar, lo acogeríamos también. No lancemos piedras contra nuestros esfuerzos para arreglar este sistema, lancemos ideas. El concurso de ideas garantizará el desarrollo del sistema más acertado para llevar previsión a la reestructuración de la deuda soberana. Exploraremos todas las opciones, todos los medios para conseguir nuestro objetivo, valoraremos sus ventajas y sus inconvenientes y los modificaremos como corresponda.
Nos alegramos del progreso logrado hasta la fecha en la puesta en práctica de un enfoque contractual de reestructuración de la deuda soberana orientado al mercado. Hace pocos días, una reunión entre el Grupo de los Siete (G-7, Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Reino Unido y Estados Unidos), el sector privado y funcionarios de los mercados emergentes avanzó en el consenso sobre aspectos clave del enfoque contractual. Me he comprometido a obtener resultados concretos en cuanto a este enfoque y espero trabajar con mis colegas, con otros en el sector privado y con prestatarios de los mercados emergentes para hacerlo realidad.
Asimismo, nos hemos comprometido a continuar trabajando con el FMI por un enfoque estatutario para reestructurar la deuda. En los últimos meses, el Fondo ha progresado detallando este enfoque y el modo en que funcionaría. Sin embargo, aún hay preguntas. En las ultimas conversaciones del Comité Monetario y Financiero Internacional hubo un interés considerable por encontrar respuestas a estas preguntas antes de las reuniones del FMI/Banco Mundial de la próxima primavera.
Si podemos definir mejor el proceso de reestructuración de la deuda soberana, resultará más fácil evitar los grandes paquetes de medidas de apoyo oficial que se añaden a la carga de la deuda de una nación. Podremos atenernos de modo más firme a los límites de las intervenciones de emergencia del FMI. La historia y la lógica muestran que la posibilidad de financiación oficial ilimitada para ayudar a los países a salir de apuros socava los estímulos para tomar decisiones duras pero necesarias que mantendrán la estabilidad y acelerarán el crecimiento.
Los niveles excepcionales de financiación del FMI deben ser precisamente eso: excepcionales. La actual incertidumbre del proceso de reestructuración de la deuda soberana no ha fomentado la afluencia de capital privado a los mercados emergentes. Estas naciones, los habitantes de estas naciones, necesitan urgentemente inversión en las mejores condiciones posibles para crear empleo y prosperidad.
Se lo debemos a nuestros socios del mundo en desarrollo: establecer normas claras para la reestructuración de la deuda soberana, de manera que en sus naciones la empresa privada pueda prosperar y sus ciudadanos puedan disfrutar de los frutos de la economía de mercado.