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Columna
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Crecer y converger

Jordi de Juan i Casadevall asegura que la política económica del Gobierno, basada en estabilidad macroeconómica, reformas fiscales y liberalización, ha dado buenos frutos. El autor propone continuar en la misma línea

æpermil;ste es el reto de la economía española, crecer y converger. Y ciertamente no es un reto fácil en un entorno internacional como el actual, marcado por una desaceleración sincronizada de las principales áreas económicas .

Desde 1996 la economía española ha registrado un crecimiento sostenido, superior a una media del 3% del PIB. El cambio de ciclo político dio paso a un nuevo ciclo económico de crecimiento ordenado, con estabilidad macroeconómica e intensivo en creación de empleo.

Una vez superado el examen de Maastricht, el diseño de la política económica ha obedecido a un objetivo fundamental: avanzar en el proceso de convergencia real con Europa en términos de renta y empleo.

Sin embargo, no podemos obviar que la economía española es hoy una de las economías más abiertas del mundo occidental y, por tanto, su grado de exposición a lo que ocurra en el exterior ha aumentado considerablemente. æpermil;ste es un dato importante a retener, porque no hace mucho tiempo que oíamos a la oposición cómo atribuía la bonanza económica a la coyuntura internacional, mientras que hoy critican la política económica del Gobierno con un ejercicio de amnesia sobre el escenario internacional.

Un juicio equilibrado sobre la situación económica española exige analizar qué es lo qué ocurría históricamente en España en momentos de atonía económica en Europa, y qué es lo que ocurre en nuestro entorno inmediato en un momento de desaceleración como el actual.

En cuanto a lo primero, la economía española se caracterizaba en épocas de crecimiento económico por crecimientos superiores a la media, y en épocas de desaceleración por caídas más fuertes que las que se registraban en Europa. Eso es precisamente lo que ocurrió durante la desaceleración que se produjo en los años 1991-1992.

A partir de 1995, el ciclo económico de nuestro país va sincronizado con el norteamericano y con el europeo pero, y éste es el segundo elemento de análisis, mantenemos un diferencial de crecimiento y de creación de empleo respecto de nuestros socios europeos.

Es decir, la economía española ya no anota caídas más acusadas respecto de nuestro entorno inmediato, como ocurría hasta hace relativamente poco tiempo, sino que en una situación de desaceleración sincronizada de las principales economías mundiales somos capaces mantener un diferencial positivo de crecimiento.

Y que la desaceleración económica haya sido menos intensa en España siempre es un dato positivo por lo que significa en términos de convergencia real con Europa.

Los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) cifran el crecimiento de la economía española en el primer y segundo trimestre de este año en el 2%. A nivel europeo, el crecimiento durante el primer semestre se ha situado en el 0,4%. España tiene un diferencial de crecimiento de entorno a 1,6 puntos. Crecemos cinco veces más que Europa.

El proceso de convergencia real que viene produciéndose desde 1997 puede concluir este año situando la renta per cápita española por encima del 85% de la renta media de la eurozona.

Y lo mismo cabría decir respecto a la creación de empleo. En lo que va de año la EPA sitúa en un 2% el ritmo de creación de empleo, mientras que a nivel europeo la creación de empleo se sitúa en el 0,7%. Nuestro país alcanza un máximo histórico de ocupación con 16.240.000 personas colocadas.

Si racionalizamos estos indicadores tendremos que preguntarnos el porqué del diferencial de crecimiento del PIB y de la creación de empleo en nuestro país.

Que España siga creciendo y generando empleo en un entorno de desaceleración económica mundial no deja de ser un hecho insólito, o mejor aun, inédito en nuestra historia económica más reciente. No olvidemos que estamos hablando de una economía integrada en el contexto europeo y regida por una misma divisa. Y no olvidemos que un 70% de nuestras exportaciones e importaciones se realizan con la UE y que, por tanto, cerca del 50% de nuestro PIB depende de Europa.

Habrá que concluir que España durante estos años ha hecho bien los deberes y que su política económica ha dado muy buenos frutos. Una política económica que se ha basado en tres sólidos pilares: estabilidad macroeconómica con un intenso proceso de consolidación presupuestaria que nos ha llevado al equilibrio de las cuentas públicas; reformas fiscales con una progresiva reducción de la presión impositiva sobre las familias y la economía productiva, y liberalizaciones y reformas estructurales, incluyendo la reforma del mercado de trabajo.

Decía San Ignacio de Loyola que 'en tiempos de tribulación no hacer mudanzas'. Creo que si observamos la máxima ignaciana y seguimos profundizando en esta política económica seremos capaces de garantizar el cumplimiento de nuestro objetivo de crecer y converger.

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