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La crisis de las 'telecos'

Las telefónicas europeas cierran un semestre negro con pérdidas históricas

Las elecciones que se han hecho en el pasado han demostrado ser erróneas y las personas que fueron responsables de ellas tienen que pagar las consecuencias'. El análisis lo aporta a Bloomberg un gestor de fondos; la realidad la ponen cada día todos y cada uno de los ex monopolios europeos de telecomunicaciones, un sector en el que el adjetivo 'histórico' se ha convertido en una constante durante los últimos dos años y medio y nunca para bien.

Las telefónicas del Viejo Continente están pagando en sus cuentas y organigramas los excesos cometidos en las épocas de la efervescencia. Si récords fueron las compras, las alzas bursátiles o los despliegues internacionales, más lo está siendo la resaca. Las pérdidas de 18.022 millones acumuladas por los principales ex monopolios a cierre de 2001 parecían insuperables, pero sólo hasta que llegó al primer semestre de 2002.

Las siete grandes operadoras dominantes han sumado en sólo seis meses unos números rojos de 32.955,7 millones de euros. Las compañías en pérdidas baten por goleada a las que todavía son rentables (cinco a dos) y la desproporción es aún mayor si se entra a valorar las cifras. La telefónica que más gana es Telecom Italia, pero sus 770 millones de euros de beneficios se quedan en nada comparados con los 12.176 millones de la que más pierde, France Télécom.

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El denominador común que aglutina a las compañías en números rojos es el UMTS. La aventura del nuevo móvil, además, las ha golpeado con un triple efecto: la deuda se dispara por la compra de licencias pagadas en efectivo y los intereses se comen cualquier mejora de los resultados operativos; los saneamientos se multiplican para ajustar al valor de mercado actual unas adquisiciones realizadas a precios de burbuja, y las provisiones para cubrir los costes, ya sean de reestructuración o de cierre, se suceden.

El sector de telecos se gastó 105.119 millones de euros en la compra de licencias UMTS subastadas en Europa, que antes o después están llegando a la parte baja de la tabla de resultados. El principal pecado de la tecnología de tercera generación es que no aceptaba acciones como contrapartida y el pago se cargó directamente a costa de un mayor endeudamiento.

Pero el nuevo móvil no es el único responsable. Deutsche Telekom pagó 33.000 millones por la estadounidense VoiceStream; France Télécom valoró Orange, entonces sólo una compañía con licencia en el Reino Unido, en casi 50.000 millones.

Dos empresas rentables

Las únicas compañías que se mantienen por encima de las líneas de pérdidas son Telecom Italia y Portugal Telecom. Ambas se abstuvieron de participar en las subastas del nuevo móvil realizadas fuera de sus fronteras y las dos han mirado mucho a su bolsillo a la hora de afrontar la expansión internacional.

Incluso las operadoras que diseñaron su crecimiento a base de compras pagadas en acciones han terminado por ser víctimas de una crisis que ya dura dos años y medio. Antes o después, la necesidad de ajustar estas adquisiciones a su valor actual se hace realidad, lo que dinamita las cuentas de un sector que, en conjunto, se ha dejado un 81,34% en Bolsa por el camino.

La época dorada de las telecos dejó un recuerdo de 318.245 millones de euros en forma de deuda y la crisis que se desató tras los máximos de marzo de 2000 convirtió en inaplazable la reacción. Una tras otra, las operadoras europeas han puesto en marcha planes de choque para reducir sus endeudamientos y volver a la rentabilidad. Sonera, Olivetti y BT han conseguido reducir su deuda más de la mitad. Otras, las más endeudadas, tienen todavía mucho camino por delante. El pasivo de France Télécom se ha elevado y alcanza la cifra récord de 69.700 millones. Deutsche Telekom tiene 64.200 millones por limpiar. 60 meses después del estallido de la burbuja, la deuda de las principales telefónicas sigue sumando 251.295 millones.

Así se entiende que las que un día fueron las mayores compañías de sus países por capitalización bursátil o beneficios lideren ahora las clasificaciones de pérdidas.

Nuevas caras para una nueva etapa

 

 

 

 

Las maltrechas cuentas de las operadoras europeas reflejan los excesos cometidos en el pasado; los directivos los pagan con sus puestos. La dimisión, el jueves, de Michel Bon eleva a seis el número de máximos ejecutivos de ex monopolios europeos privados de sus sillones en castigo por una estrategia que ahora se percibe como equivocada.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

France Télécom, Deutsche Telekom, BT, Telecom Italia, Sonera y KPN han reemplazado a sus presidentes en el último año. Entre las grandes, la sangría sólo ha dejado intacta a Telefónica, que adelantó 12 meses el relevo. Históricos del sector como Peter Bonfield, Michel Bon o Paul Smits han caído víctimas de una política de crecimiento que ellos ejecutaron, pero que fue jaleada por analistas, inversores y Gobiernos. La profunda crisis del sector se ha llevado por delante a personalidades como Ron Sommer, que logró sobrevivir al fracaso de la fusión con Telecom Italia, o a Roberto Colaninno, que consiguió lo que parecía imposible y se comió al pez grande con el chico.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Un año de reemplazos ha dejado a los protagonistas de los excesos fuera de la carrera. Nuevas caras han cogido la batuta y todas ellas tienen una causa común: reducir la deuda y cerrar las posiciones cuyo mantenimiento no sea rentable por sí mismo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La venta de activos, el repliegue, la salida de las áreas de negocio que no sean estratégicas, el recorte del gasto son las nuevas pautas de las estrategias de las operadoras. Nada que no dé dinero se conserva y, puesto que el mercado no está dispuesto a financiar el pago de los intereses de deudas astronómicas, hay que sacar fondos de donde se puede. Los muebles están en venta porque en juego está salvar el piso. La estrategia para afrontar el futuro está todavía por definir, porque lo prioritario es asegurar el presente.

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